l caso del perro que se había comido a la novia de su dueño interesó a los productores del ciclo «Contanos tu historia por ridicula que sea», el programa más visto en el horario de la tarde.
La conductora explicó el caso a los televidentes y presentó a los protagonistas del caso a tratar:
—Dimitri Dimitrovich, treinta y ocho años, soltero, escritor —anunció.
Se abrió una puerta corrediza, se encendieron y apagaron cientos de luces y bajó por una escalera el dueño de Confuso. Con mucha timidez, Dimitri se sentó en una silla y bajó la vista, avergonzado.
La mujer siguió la presentación, suavizando la voz:
—Dimitri es un buen hombre y un excelente vecino. Quería y protegía a su mascota y deseaba encontrar una compañera para compartir sus horas y tal vez formar una familia. Un día, finalmente, se enamoró. Pero parece que eso fue insoportable para el otro protagonista de nuestra historia de hoy, a quien ya mismo voy a presentar…
La conductora hizo una seña, se abrió la puerta, se encendieron y apagaron las luces y por la escalera descendió Confuso. La animadora, dijo:
—Confuso, un año, gran danés. Un perro que respondía al cariño y a los cuidados de su dueño protestando siempre por la comida, rompiendo las macetas con flores, escapándose de la casa, ladrando inoportunamente a cualquier hora, llevándose todo por delante cuando el dueño lo iba a buscar al patio para sacarlo a pasear. ¡Confuso demostró su verdadero instinto egoísta al devorar sin piedad a la novia de Dimitri!
—¡Oh! —exclamó el público y enseguida silbó y gritó reprobando la actitud de Confuso:
—¡Desagradecido!
—¡Sin corazón!
—¡Desalmado!
—¡Perro!
Además de Confuso y Dimitri, estaban invitados al programa, en calidad de testigos, los vecinos peleadores de Dimitri, y Nerviosa.
—¿Perdonaría usted a Confuso? —le preguntó la conductora a Dimitri.
—¡Jamás! Me abandonó, yéndose de casa sin siquiera decir adiós. No contento con haberme hecho ese mal, después, a sangre fría, devoró a mi querida novia.
—¿Reconoce usted haberse comido a la novia del señor? —le preguntó la mujer a Confuso.
—Bueno, es que yo… En primer lugar… Y en segundo lugar…
—¿Lo reconoce o no lo reconoce?
—Sí, pero… en tercer lugar…
—¡El asesino admite su crimen! —dijo la conductora con una sonrisa triunfal—. Vamos a las publicidades, enseguida volvemos. Señora, señor, familia que está del otro lado de la pantalla, no cambie de canal: hoy puede aprender una lección de vida.