Anexo 4.1. El caso de Sara Morales

Sara Morales es una joven todavía desaparecida en la isla de Gran Canaria, y uno de los casos que más «escuece» a la policía por su falta de resultados. (La captura de un violador en serie levantó grandes expectativas de que pudiera arrojar luz sobre este caso, pero finalmente esto no llevó a ninguna conclusión útil).

Traigo aquí un reportaje periodístico para ilustrar los hechos y la naturaleza de las pesquisas que se efectuaron hace algunos años. Tuve la oportunidad de asesorar a la periodista para que contemplara algunas de las hipótesis más dignas de consideración.

LAS PALMAS DE G. C. —«¿Alguna novedad?» «Nada mi niña, nada, no se sabe nada». La ventana que da a la calle en la casa de la tía de Sara está abierta, y todo el que pasa se acerca y hace parada y fonda en la humilde vivienda con este diálogo cansino.

Llegar hasta la casa de la tía de Sara es sencillo: sólo hay que seguir el rastro de los pequeños carteles a tamaño folio que ya forman parte de las ventanas y las paredes de los vecinos y que a medida que uno se acerca al lugar van siendo más frecuentes. La casa se ha convertido en una base de operaciones: carteles enormes con los datos de Sara en el suelo, todos están pendientes de la televisión, de la radio y de los periódicos para ver si hay noticias nuevas.

Nunca están solos, al menos de día. Vecinos, amigos y familiares pasan por el lugar para dar apoyo aunque sea unos minutos con su presencia. Escaleritas se está volcando en la búsqueda de Sara. La madre ya no sale a la calle, está en su casa sedada porque se está quedando sin fuerza para aguantar la agonía que sufre cada día. Igual que el padre. Es Lupe, la tía, la que se ocupa del móvil. Todos en la familia se desviven por ayudar.

Hoy se cumplen 17 días desde su desaparición.

Mientras este trasiego de vecinos y de horas que pasan sin novedad ocurre, la Policía está en otra batalla. Encontrar a Sara. Para ello han tenido que hacer un perfil de la niña primero, y trabajar sobre varias hipótesis después. Para conocer a Sara sólo hay que saber su vida. De lunes a viernes va al colegio San Rafael en el barrio, un centro concertado. A mediodía vuelve a comer a su casa y por la tarde regresa al centro. Tras finalizar la jornada escolar, de nuevo a casa para hacer la tarea. Es buena estudiante. Sólo sale a la calle para hacer algún recado que le mande su madre o para sacar al perro. No tiene un grupo de amigas en el que pueda ser el centro pero sí tiene mucha complicidad con una de sus primas. A Sara no le gusta el deporte, de hecho, su profesor una vez la suspendió, pero es buena estudiante. Como cualquier adolescente, Sara empieza a ser coqueta, se quita las gafas para salir cuando queda con el chico que le gusta y que además es su amigo —con el que desgraciadamente no llegó a ir al cine— y además, también le gusta chatear en el messenger con sus amigos. De hecho, el mismo domingo que desapareció pasó por casa de su prima y estuvo chateando un rato con sus amigos, con los que quedó para salir el jueves siguiente.

Sara es amante de la música y le haría ilusión tener un piano; tal es así que la abuela ya le comentó en una ocasión que intentarían comprar uno de segunda mano entre todos. Porque la familia de Sara es humilde. Ella es una niña educada en unas normas entre las que se incluye el no subirse con desconocidos ni ir sola por las calles. Sara todavía se va de vacaciones con los padres y cuida de su hermana de seis años, por ello alguna de sus amigas fue con ella hace dos semanas de vacaciones: para tener con quién entretenerse. La vida de Sara es sencilla y muy predecible. Por eso la Policía no descarta el entorno de la menor, que es una de las teorías que cobra más peso con el paso del tiempo. Sara puede haber sido víctima de alguien que la seleccionó de antemano. Pero para poder hacer esa selección había que conocer bien sus movimientos. Sara puede haberse convertido en el objeto de deseo de alguien que a diario la observa hasta el punto de saber cuándo y por qué se sonroja, o qué es lo que más le gusta.

Y ese alguien esperó el mejor momento para ofrecerse a llevarla hasta el centro comercial.

De manera fortuita

También existe otra posibilidad, y es que Sara haya tenido la mala suerte de estar en el lugar equivocado y en el momento equivocado.

Los expertos señalan que muchas veces las personas son víctimas de algunos psicópatas que, sin motivo aparente, las seleccionan cuando las ven pasar. Esta teoría complica aún más la búsqueda de la menor porque entonces el entorno no cobra tanta fuerza, aunque lo que sí está claro es que si alguien la seleccionó, desde luego ese alguien tiene tiempo libre los fines de semana para seguir a la menor y conoce perfectamente los recorridos que hace durante la semana.

La tercera teoría que se mantiene después de eliminar otras como el rapto con fines económicos es la de la fuga voluntaria.

Su familia está cansada de repetirlo una y otra vez: «Sara no se fugó, no tenía ningún problema». Sin embargo, no hace falta tener un problema para fugarse de casa. Basta con enamorarse o con ser víctima de un engaño. Puede que Sara chateara «más allá» del messenger —al que sólo acceden las personas a las que uno ha dado el correo electrónico— y que alguien, que sí tenía su email y al que conoce, le pidiera algo al enterarse de que ella iba a ir al cine, o simplemente los padres no conocían bien a Sara. No es la primera vez que ocurre. Sin embargo, el perfil de Sara no parece ser de ésos.

La Policía ha vuelto una y otra vez sobre sus pasos para reconstruir lo ocurrido el 30 de julio. Las cuatro y cuarto de la tarde, Sara sale de su casa «y deja el secador de pelo enchufado», comenta su familia mientras recuerdan lo último que hizo. Hace calor pero no demasiado. Muchos vecinos que normalmente se asoman a las ventanas de sus casas probablemente están viendo la tele a esa hora. Se dirige a La Ballena y por el camino la ve el dueño de una tienda y otro vecino que pasaba en guagua por la avenida de Escaleritas y la ve caminando. Es la última pista. ¿Dónde se desvía Sara de su ruta y por qué? ¿Fue víctima del ataque de un desconocido que la cogió a la fuerza? ¿Alguien a quien conocía se ofrece a llevarla? ¿Se ha fugado de casa? Esta última hipótesis, aunque no se descarta, tiene poca probabilidad.

Según los expertos, seleccionar a una víctima desconocida es un acto de precaución que pueden llevar a cabo algunos psicópatas que, de modo consciente, pretenden confundir la investigación.

Pero en el caso de Sara el entorno de la menor es algo que la Policía aún no ha descartado; de hecho, las hipótesis con las que trabajan se hacen sobre la base de las probabilidades. Según la victimología existente, hay teorías que van perdiendo fuerza, como es la de la fuga voluntaria. Los expertos consultados por este periódico han señalado que aunque la menor se fugara con una persona, su mente no está lo suficientemente formada como para aguantar durante tantos días la presión de tener que estar callada encerrada en un piso viendo cómo la busca medio país. El hecho, demasiadas veces probado, de que los padres casi nunca conocen del todo a sus hijos es lo único que sostiene esta teoría en estos momentos. Aunque nadie de su entorno imagina a Sara fugándose de casa un domingo a las cuatro de la tarde con un señor al que ha conocido por internet.

Además, los agentes aún pasan por la zona haciendo más preguntas, lo que significa que puede que estén buscando más testigos de los últimos pasos de Sara. Porque puede haber alguien que sepa algo y que, debido a la presión mediática, no lo haya querido contar.

Cada día que pasa cae como una losa en la familia y en los agentes que trabajan contrarreloj para conseguir encontrar a Sara. Su familia estará mañana miércoles a las 19.30 horas en la Iglesia redonda de Escaleritas rezando por ella.

Una niña muy prudente

Sara tenía claro que no debía fiarse de nadie. Y menos aún de desconocidos. Su madre le repetía esta idea cada vez que podía y a ella no le gustaba andar sola por determinadas calles. Pero Sara es fácil de engañar. Su tía, Guadalupe, lo reconoce. «La niña, de buena, era fácil de engañar», comenta. Y tiene claro que no se fugó voluntariamente. «No se llevó más que cincuenta céntimos para llamar a su madre por si se retrasaba del cine, ni el DNI, ni un bolso, ni nada. Es muy raro que se fugara». Sara sacaba al perro por el barrio y hacía las compras que su madre le encargaba en la tienda. Nadie entiende lo que ha pasado. Por ello la Policía mantiene las investigaciones en el barrio, porque hay una elevada probabilidad de que alguien del entorno, con suficiente tiempo libre, pudiera estarla vigilando desde hacía días.

Sara no es rebelde. Aún no ha tenido tiempo de entrar en conflicto adolescente con su familia. Tenía peleas en casa de vez en cuando, pero la familia coincide en señalar que dentro de lo normal a esa edad. Sara accedía a ir de vacaciones con su familia, ayudaba a cuidar de su hermana de seis años que todos los días pregunta por ella. Sara tenía un comportamiento normal que ya ha sido estudiado minuciosamente por los investigadores. Ahora la Policía se agarra como un clavo ardiendo a la búsqueda en el entorno de la menor, en el barrio, en la zona del centro comercial, donde sea con tal de conseguir una pista.

Los padres de Sara piden por favor «a la persona que la tenga que la devuelva»

Los padres de Sara están extenuados. Desde que desapareciera el pasado 30 de julio no han parado de buscarla. A diario la familia recibe llamadas de personas que dicen haberla visto, la última en Tenerife. Sin embargo, aunque intuyen que muchas no son de verdad, no pueden dejar de comprobarlas y uno de sus tíos ha salido ya en más de una ocasión de noche hacia zonas donde han dicho que la han visto. Y nada. Otro día más sin Sara. Cientos de personas acudieron a la manifestación que fue convocada a los pocos días de desaparecer la menor para pedir que volviera a casa. Su padre, camarero de profesión, se tuvo que ir porque tenía un ataque de ansiedad. Su madre, una trabajadora humilde, no tiene más lágrimas que derramar. Sólo pide que vuelva su hija. Afrontar el día a día es muy difícil para la madre «que está sedada y no sale a la calle para evitar pasarlo peor». La familia está unida y entre todos buscan con locura a Sara. Las administraciones y las Islas se han volcado con la menor. En las televisiones se habla de Sara, tanto en el ámbito regional como en el nacional. La presión a la que puede estar sometida la persona que la tiene es considerable y aun así no se sabe nada. Al menos de manera oficial. La Policía sigue buscando en el barrio de Escaleritas, que ya no volverá a ser el mismo nunca más. Desde luego, la historia ha cambiado para todos y especialmente para Sara Morales.

La Gaceta, 15 de agosto de 2006.