Secuestro
Criminología del secuestro
El delito de secuestro es uno de los menos estudiados en criminología, a pesar de que su antigüedad es manifiesta: desde los albores de la historia se relatan secuestros. Sin embargo, una revisión que realicé hace dos años apenas me permitió encontrar una treintena de artículos en la base de datos internacional de psicología y criminología que tuvieran algún interés. Una excepción es un trabajo de 2008, realizado por Liu y su equipo, que más adelante resumiré en sus principales puntos.
Es necesario comprender que el secuestro está lejos de ser un delito homogéneo, como tendremos ocasión de ver en detalle más adelante. Por ejemplo, Alix, en un trabajo pionero de 1978, determinó quince tipos diferentes, pero resumió los móviles principales en estos tres:
Por ahora, sin embargo, debemos detenernos con el que quizá sea el primer caso de secuestro de la moderna criminología que tuvo una repercusión mundial, que en buena medida sigue albergando muchos interrogantes y que puso de relieve la necesidad de que las fuerzas policiales tuvieran una especialización a la hora de investigarlos: el secuestro del hijo de Charles A. Lindbergh —el primero que atravesó el océano Atlántico en avión, un auténtico héroe en Estados Unidos y en el resto del mundo—, acontecido en 1932.
EL SECUESTRO DEL HIJO DE LINDBERGH
Michael Newton, en su estupenda Enciclopedia del secuestro, lo calificó como el «crimen del siglo». No cabe duda de que este secuestro tuvo todo lo necesario para suscitar el interés del público, aunque más trascendente fue la influencia que alcanzó sobre las leyes penales de Estados Unidos, que respondieron con gran dureza para prevenir casos semejantes. Sigo a Newton en el relato de los hechos.
Charles Lindbergh, con su avión El Espíritu de San Luis, cruzó en solitario y sin repostar el océano Atlántico, realizando la travesía Nueva York-París, y con ello se convirtió en una figura mundial. Corría el año 1927. Por desgracia para el aviador, la euforia que da ser autor de tal proeza sólo pudo disfrutarla cinco años, porque los años siguientes, que debieron haber sido de gloria, se convirtieron en su peor pesadilla cuando su hijo, de sólo dieciocho meses de edad (nacido en junio de 1930), fue secuestrado y posteriormente asesinado.
Todo comenzó el 1 de marzo de 1932, a las 10 de la noche, cuando una nanny fue incapaz de encontrar al niño en la segunda planta de la casa familiar, reservada para Charles Jr. y sus cuidadoras. En su lugar había una nota plagada de faltas de ortografía de los secuestradores, en la que pedían un rescate de 50.000 dólares. Fuera de la casa podía verse una escalera hecha de forma artesanal, con un peldaño roto, lo que claramente apuntaba el modo en que los bandidos habían accedido al interior de la casa.
El descubrimiento del secuestro del hijo de Lindbergh provocó un tsunami informativo: el mismo presidente Hoover dijo que «removería cielo y tierra» para liberarlo sano y salvo. No obstante, Washington no tenía jurisdicción sobre el asunto, que estaba en manos del coronel H. Schwarzkopf, de la policía del estado de Nueva Jersey.
Como es habitual en estos casos, los Lindbergh fueron inundados de llamadas y cartas falsas y desquiciadas. Un hecho más increíble todavía fue que más de seiscientas personas admitieron ser los autores del secuestro. Un extraño de la familia, el Dr. John F. Condon, de 72 años, se ofreció voluntario para negociar con los secuestradores. La familia lo aceptó por razones que todavía hoy se desconocen. Empleando el nombre en código de «Jafsie», Condon puso un anuncio en el Bronx Home News, lo cual provocó el contacto con un supuesto miembro de la banda de secuestradores conocido como «John». Condon pidió pruebas de que tenían en su poder al niño, y el 15 de marzo llegó un paquete a su casa que contenía un pijama de Charles Jr., identificado positivamente por sus padres. Mientras tanto, como los Lindbergh habían notificado el secuestro a la policía y a la prensa, los secuestradores habían comunicado a Condon que el precio del rescate había subido a 75.000 dólares.
Se fijó el pago del rescate para el día 2 de abril, en el cementerio de St. Raymond, en el Bronx. Charles Lindbergh esperaba en el coche mientras Condon se adentraba en el camposanto con dos bolsas: una con 50.000 y otra con 20.000 dólares, aunque extrañamente sólo arrojó la primera cuando escuchó la voz «John» que salía de unos arbustos cercanos, reteniendo la segunda. A cambio, el portador del dinero sólo recibió una nota en la que constaba el lugar donde supuestamente se hallaba el niño: a bordo de un barco anclado en la Isla Isabel, junto a las costas de Massachusetts.
Por desgracia, el niño no apareció por ningún sitio. Pronto empezaron a detectarse los billetes del rescate (ya que las series habían sido anotadas), el primero en Nueva York, el 4 de abril.
La búsqueda de Charles Lindbergh Jr. finalizó el 12 de mayo de 1932, cuando se encontró su cuerpo descompuesto a unos siete kilómetros de la casa familiar, en una zona boscosa: el cráneo estaba fracturado y la mayor parte de los órganos internos y de los miembros había desaparecido. De hecho, el pediatra del niño declaró que no podía identificarlo positivamente.
Pasó el tiempo, y hasta 97 billetes salieron a la luz. El 15 de septiembre de 1934, un empleado de una gasolinera de Manhattan tuvo la diligencia de anotar la matrícula del conductor que le pagó con uno de esos billetes, que resultó ser Bruno Hauptmann (fig. 2), un carpintero de treinta y cinco años que en su Alemania natal había sido condenado por diversos robos, antes de llegar a América en el año 1924.
La policía halló en su garaje 14.000 dólares pertenecientes al rescate del hijo de Lindbergh. Hauptmann explicó que un amigo suyo, llamado Isidor Fisch, le había confiado una caja de zapatos para que se la guardara mientras él estaba de viaje en Alemania, pero que nunca regresó porque falleció allí debido a la tuberculosis. El carpintero explicó que cuando descubrió el dinero se quedó con una parte que le debía Fisch, guardando a buen recaudo el resto en caso de que lo reclamaran los herederos de su amigo.
La policía de aquellos años no era muy sutil y sometió al ahora sospechoso del secuestro y asesinato del niño a un interrogatorio brutal, mientras le preguntaban: «¿Dónde está el resto del dinero?», «¿Dónde está el niño?». Esta segunda pregunta era realmente extraña, puesto que el cuerpo del niño ya había sido hallado. El médico de la cárcel confirmó más tarde que Hauptmann había recibido una auténtica paliza.
BRUNO HAUPTMANN
Cuando comenzó el juicio en Flemington (Nueva Jersey) el 2 de enero de 1935, las pruebas en contra de Hauptmann se acumularon de modo abrumador:
El acusado fue declarado culpable y ejecutado el 3 de abril de 1936, después de que se desestimaran diversas apelaciones. Pero ¿era Bruno Hauptmann culpable en realidad? La desclasificación de los archivos del FBI realizada en la década de 1990 permitió revisar documentos que durante sesenta años habían permanecido ocultos… y lo que se halló resultaba estremecedor. Todo indicaba que el caso contra el carpintero alemán había sido un montaje. Algunos ejemplos de lo que se halló fueron:
Pero ya antes del descubrimiento de esos papeles del FBI aparecieron otras hipótesis sobre la autoría del secuestro, dado que para muchos estudiosos del caso las inconsistencias parecieron importantes desde el comienzo. Así, el suicidio de una criada que había servido en casa de los Lindbergh dio pie a que se sospechara que podía haber existido una connivencia entre los secuestradores y alguien del servicio. También se dijo que el niño hallado no era el hijo de los Lindbergh, y que vivía en casa de otras personas, sano y salvo, después de haber sobrevivido al secuestro.
Pero quizás el hecho más noticiable ocurrió en 1936, cuando la tía-abuela de Robert Dolfen, un niño de cuatro años, dijo que éste era el hijo del aviador. Según su relato, su sobrina Glendora había llevado a su hijo a Nueva York poco antes del secuestro, regresando a Ohio semanas después con una buena suma de dinero y acompañada de un niño cuyos vecinos comentaban que era muy diferente de ella. El niño tenía los ojos azules, pelo rubio rizado, una barbilla con hoyuelo, e incluso un dedo gordo en el pie que se superponía sobre los otros, exactamente igual que ocurría en el caso del niño secuestrado. Por si eso fuera poco, Glendora dijo en su lecho de muerte —donde parece que la mentira no tiene cabida— que el niño no era su hijo. La policía investigó el asunto y concluyó que el niño no era el hijo de Lindbergh, porque sus huellas dactilares no coincidían con las que tenían de Charles Jr., tomadas de algunos de sus juguetes. Sin embargo, revelaciones posteriores de que la policía pudo no haber hecho correctamente esa comprobación dejó a Robert Dolfen con la desazón de preguntarse, a lo largo de los siguientes sesenta años, si él era realmente el hijo de Lindbergh. El asunto se cerró definitivamente en el año 2000, cuando las pruebas de ADN demostraron que Dolfen no podía ser el niño secuestrado en 1932.
Lógicamente, tal cierre no despeja la auténtica duda: si el hombre condenado y ejecutado en 1936 no fue el autor del crimen, ¿quién secuestró al hijo de Charles Lindbergh?
LA CARRERA CRIMINAL DE LOS SECUESTRADORES
Liu y sus colegas realizaron un estudio que tenía por objeto dilucidar si un convicto de secuestro volvía a cometer de nuevo este mismo delito, u otro de naturaleza más grave, como homicidio sin premeditación, homicidio o violación, una vez cumplida su condena. También estaban interesados en analizar la frecuencia o intensidad de dicha actividad criminal, así como poder llegar a identificar los factores de riesgo que podrían asociarse a este incremento en la delincuencia.
Es importante señalar que los autores no incluyeron en su estudio los secuestros de niños, así como tampoco el secuestro de una mujer para someterla a vejaciones sexuales.
La investigación incluyó 7.362 autores de secuestros ocurridos entre 1979 y 2001, que cumplían el requisito de que el secuestro analizado era el primer delito de este tipo del delincuente, algo que era necesario si lo que quería analizarse era de qué modo evolucionaba la carrera delictiva de los sujetos una vez que cometían su primer delito de secuestro. El otro criterio era que no hubieran cometido previamente los delitos que se querían estudiar como un paso de mayor gravedad en el desarrollo de la carrera criminal de los secuestradores (el fenómeno de la «escalación», en la jerga de los criminólogos), es decir, homicidio sin premeditación, homicidio o violación. De esos 7.362 sujetos, un total de 282 delincuentes, habían cometido más de un delito de secuestro en el período estudiado (1979-2001), y de ellos 268 eran hombres y 14 mujeres, y 46 habían reincidido en el secuestro dentro del mismo año. Esto significa que sólo un pequeño porcentaje de sujetos que comete un secuestro reincide en este tipo de delito (el 4%). La edad media de comisión del primer delito es de 28 años. Un total de 540 (7%) de los 7.362 secuestradores eran mujeres, confirmándose una vez más la prominencia de los hombres en la comisión de los delitos graves. ¿Qué sucede con los otros delitos graves —homicidio sin premeditación, homicidio y violación— en la carrera delictiva de los secuestradores? La investigación reveló en este punto que un total de 347 delincuentes (4,7% de la muestra total) cometió uno de esos delitos. En concreto, 48 sujetos cometieron una violación, mientras que sólo 40 delincuentes fueron responsables de cualquier tipo de homicidio (todos hombres). Ahora bien, algunos de estos individuos resultaron claramente muy peligrosos, puesto que hubo quienes cometieron varios de estos delitos. Así, 20 individuos reincidieron, cometiendo tanto una violación como un nuevo secuestro.
El punto siguiente de la investigación consistió en concretar esos datos en probabilidades que reflejaran el devenir de la carrera delictiva de los secuestradores. Los datos obtenidos fueron que:
Finalmente quedaba por averiguar cuáles eran los factores de riesgo o «predictores» que podían estar asociados con estas reincidencias. Los análisis estadísticos de Liu y su grupo señalaron que, para la reincidencia en el secuestro, sólo dos variables tuvieron capacidad predictiva: la edad del secuestrador (mayor riesgo cuanto menor edad en la comisión del primer secuestro) y el número de condenas por otros delitos que constaban en su historial. Para los otros dos delitos que se consideraron (homicidio y violación), sólo el número de condenas anteriores resultó significativo.
Puede parecer que, en términos absolutos, los delincuentes de secuestros tienen una baja probabilidad de cometer un homicidio. Sin embargo, después de revisar las probabilidades asociadas a los delincuentes sexuales[4], los autores concluyeron que esta probabilidad era cuatro veces mayor que la que tenían estos últimos de cometer un homicidio. De hecho, si comparamos a los secuestradores con la población (estadounidense) en general, los secuestradores tienen treinta veces mayor probabilidad de cometer un homicidio.
Como conclusión, Liu y sus colegas señalaron que existía una evidencia de una especialización importante entre los delincuentes por secuestro (ya que un nuevo secuestro fue con mucho el delito más frecuente cuando reincidieron), pero que formar parte de esta tipología delictiva incrementa de modo importante las oportunidades para cometer un nuevo crimen violento, en particular si: a) el inicio en el secuestro es a una edad temprana (significativamente menor de veintiocho años, que era la media hallada de edad) y b) ya se cuenta con un historial delictivo importante por otros delitos.
Perfil de los secuestradores
TIPOLOGÍA Y PERFIL DE LOS SECUESTRADORES
Diana M. Concannon es una analista de seguridad que ha publicado una obra muy interesante titulada Kidnapping: An Investigator’s Guide to Profiling [Secuestro: Guía de investigación para el profiling], donde examina cien casos de secuestro declarados probados en la última instancia judicial, es decir, la Corte de Apelación del Tribunal Supremo de Estados Unidos. Con la ayuda de tres experimentados investigadores, clasifica esos sucesos en las siguientes categorías:
A continuación el equipo se dispuso a valorar cada uno de estos casos teniendo en cuenta una serie de hechos que se incluyeron en las siguientes categorías: características del delincuente y de la víctima; lugar de comisión del secuestro, modus operandi y resultado del secuestro. Presentamos a continuación un resumen de sus principales hallazgos, aunque hay que tener en cuenta la limitación derivada de que esos cien casos, al dividirse en esos cinco diferentes tipos de secuestro, quedan reducidos en su número de modo importante, lo que hace imposible generalizar del modo en que sería deseable.
SECUESTRO DOMÉSTICO
El escenario de este tipo de secuestro incluye a un ex esposo o esposa, o ex pareja, que lleva a cabo el secuestro de un hijo de ambos, o bien de la propia pareja o ex pareja, con el propósito de controlar o castigar al otro miembro de la pareja, es decir, la persona con la que se ha mantenido esa relación. En este crimen hay un claro sentido de pertenencia: el niño o la esposa «pertenecen» al secuestrador, y éste no va a permitir que viva de modo independiente. Con tal fin, secuestrar al niño es otra manera de castigar a la ex pareja por no querer vivir con él.
Las características principales de este tipo de secuestro se exponen en el cuadro 6.
CUADRO 6. Secuestro doméstico.
Victimología
Lugar del secuestro
Modus operandi
Resultado
En las implicaciones extraídas para la investigación, Concannon y su equipo destacan que en cerca del 90% de los casos el testimonio de testigos presenciales fue crítico para la detención y la condena de los culpables. También fue relevante como elemento probatorio la existencia de lesiones en la víctima, y en algunos casos la declaración del cómplice del secuestrador.
A la hora de investigar un caso de secuestro de esta naturaleza debemos considerar la existencia de una conducta violenta previa, por parte del secuestrador, hacia la pareja, ya sea de naturaleza fisica, sexual o psicológica. Ello pudo conducir a la presencia de un acoso —más o menos intenso— como paso previo a realizar el secuestro, en el cual el ex marido ruega, exige o amenaza (y generalmente todas estas cosas en diferentes momentos) a su antigua pareja para que regrese con él. El secuestro de uno de los hijos puede obedecer a este mismo propósito (por irracional que este hecho pueda parecer), o bien a un intento de castigo o de venganza por el abandono sufrido.
He de señalar que la muestra estudiada por la autora no incluyó ningún caso en que uno de los progenitores se llevaba ilegalmente a su hijo para criarlo con él o ella, en ocasiones en un país extranjero. En estos casos, las mujeres pueden estar más presentes como autores, y generalmente no se lleva a cabo ninguna acción nociva para el hijo ilegalmente obtenido.
El Departamento de justicia de Estados Unidos ha establecido una serie de precursores o «señales de alarma» (cuadro 7) que pueden indicar que existe un riesgo de que un menor pueda ser llevado por uno de sus padres a otro país.
CUADRO 7. Precursores del secuestro y huida a otro país.
El uso de los medios de comunicación para solicitar la colaboración en los casos de secuestros domésticos hay que realizarlo con cuidado, porque puede aumentar la violencia del agresor. Hemos de pensar que estos individuos se creen con el derecho de realizar esa acción, y que sus emociones habituales son la rabia y la ansiedad; por ello, uno de los desafíos más importantes de los investigadores es evitar que haga más daño a su cautivo/va.
Cuando se localiza el paradero del captor y su víctima, este peligro aumenta, de ahí que sea muy importante emplear estrategias de negociación y habilidades de comunicación que permitan la liberación de la víctima sana y salva. El secuestrador puede estar bajo los efectos de una gran tensión, aumentando así el riesgo de violencia hacia sí mismo o hacia el niño secuestrado.
El siguiente ejemplo ilustra bien un delito de secuestro doméstico: un sujeto se marcha con su hija hacia una muerte segura. Su propósito parece ser vengarse de su ex mujer, o castigarla de algún modo.
Crimen en el santuario
La madre de la niña de 6 años que falleció el pasado domingo, con toda probabilidad al ser arrojada por su padre a un precipicio en el santuario de la Mare de Déu del Far en Susqueda (Gerona), había interpuesto una denuncia en la comisaría de los Mossos d’Esquadra de Barberá del Valles advirtiendo del daño que el padre, un ex militar holandés de 46 años, podía causar a la menor, según fuentes de la investigación.
La mujer relató a los agentes que el hombre se llevó a la niña de casa después de una discusión de pareja porque ella quería poner fin a la relación. Fuentes de la policía autonómica confirmaron que los dos acontecimientos —la denuncia de la mujer «preocupada por su hija» y el aviso de que dos personas se habían precipitado por el barranco de El Far— se produjeron de manera simultánea, entre la una y las dos de la tarde.
El hombre, de 46 años, vivía en Sabadell junto a su mujer desde hacía un tiempo. Después de la discusión, cogió a la niña y se la llevó al santuario, donde fueron vistos por testigos desayunando juntos en el bar ubicado al lado del mirador. Unos motoristas que se encontraban en la zona presenciaron cómo sobre las 12.45 h el padre se lanzaba al vacío. Supuestamente, la menor ya había sido arrojada. Pero todo sucedió muy rápido. Según la versión de estos motoristas, el hombre arrastró primero a la niña hasta el precipicio y, una vez que ésta iniciaba la caída, se lanzó él tras ella.
El santuario, conocido desde el siglo XIII, está situado a 1.123 metros de altitud y los dos se precipitaron por una altura de 100 metros hacia una muerte segura. El equipo de emergencias localizó los cuerpos en el fondo del barranco, en una zona de difícil acceso, y la policía autonómica acordonó la zona. Según relataron los testigos, los agentes encontraron diferentes objetos, entre los cuales figuraban juguetes de la niña, unas gafas, unos prismáticos y también un teléfono móvil. En este sentido, algunos de los testigos explicaron que la madre de la niña habría enviado un mensaje SMS al celular suplicando a su marido que no causara ningún daño a la menor.
«Durante todo el día hubo mucho nerviosismo en el santuario» a consecuencia del parricidio, explicó a este diario el sacerdote Josep Isern. Además, aseguró que ocurrió en un momento de gran concurrencia, pues se acababa de celebrar una misa y también había un autocar de turistas. El presbítero detalló que los motoristas confirmaron haber visto «un bulto que saltaba». «Al ver que la niña no estaba empezaron a buscarla frenéticamente dentro del coche, en el maletero y en los alrededores».
Según una trabajadora del restaurante, fueron los motoristas los que dieron el aviso al resto de la gente que se encontraba en la zona. El sacerdote indica que «nunca había ocurrido un suceso de estas características» en este tranquilo santuario desde el que se vislumbran las Guilleries y la provincia de Gerona hasta el mar.
Fuente: La Vanguardia, 17 de septiembre de 2008.
SECUESTRO DE UNA VÍCTIMA ADULTA
En esta categoría entra el secuestro de una víctima adulta (mayor de dieciocho años), motivado por el deseo sexual de su captor. En el cuadro 8 se presentan las características más sobresalientes, de acuerdo con la tipología de variables estudiada por los autores.
CUADRO 8. Secuestro de una víctima adulta.
Victimología
Lugar del secuestro
Modus operandi
Resultado
Por desgracia, el sufrimiento de las víctimas no termina con la cautividad. Los secuestradores suelen argumentar en su defensa que no hubo ningún secuestro, sino que la víctima voluntariamente accedió a acompañarle para tener una aventura sexual. En otras ocasiones dicen que la víctima intentó aprovecharse sexualmente de ellos… Pero lo cierto es que las evidencias físicas suelen demostrar restos de lucha, o de control (cintas aislantes, esparadrapos). Tales indicios, junto con las declaraciones de testigos, suelen ser los responsables de su arresto y condena, además de las declaraciones de la propia víctima cuando es liberada.
Desde el punto de vista de la investigación es importante recordar el hecho de que este delito se comete muchas veces con una víctima que no tenía relación previa con el delincuente, y que o bien fue espiada durante un tiempo, o bien fue elegida al azar por una cuestión de oportunidad. Esto significa que tal agresión cae como un mazazo en la vida de una mujer, lo que suele dar lugar a que ésta tienda a negar o de algún modo distorsionar lo sucedido.
En tales circunstancias, la investigación policial se complica. Por ejemplo, una consecuencia de esa negación de los hechos es que muchas mujeres tarden en presentar la denuncia cuando son liberadas por el secuestrador. De ahí que el empleo de una estrategia facilitadora del recuerdo y de la motivación para colaborar con la investigación sea una habilidad particularmente importante cuando se interroga a la mujer. Esta relevancia todavía es mayor si no existen restos físicos que evidencien la existencia de un delito, o bien no hay declaraciones de testigos que apunten hacia el hecho de que éstos presenciaron un secuestro.
SECUESTRO DE UNA VÍCTIMA INFANTIL
Por definición, nos encontramos con el secuestro de menores de dieciocho años a cargo de adultos que buscan satisfacer sus deseos (generalmente sexuales). Estos niños pueden haber sido objeto previo de sus fantasías lujuriosas, o bien el producto de una acción impulsiva y de una situación valorada por el delincuente como una «oportunidad». Las características descubiertas por Concannon se exponen en el cuadro 9.
CUADRO 9. Secuestro de una víctima infantil.
Victimología
Lugar del secuestro
Modus operandi
Resultado
Muchos de los secuestradores dejaron evidencia física que permitió su posterior arresto y condena, y también fueron muy relevantes en ambos casos las declaraciones de testigos (71% de los casos) y de las propias víctimas (57%) una vez liberadas.
¿Qué implicaciones podemos obtener en este tipo de secuestro para la investigación criminal? Debido a la gran importancia que tiene la edad del niño, así como su sexo, los perfiladores han destacado la necesidad de atender a diversos hechos y circunstancias que son características de diferentes grupos de edad, y ésta es la razón por la que es necesario entrar en los detalles de tales grupos. En un apartado posterior de este capítulo nos ocupamos de la investigación del secuestro de niños de forma monográfica.
En todo caso, la primera tarea que tiene que hacer la policía es determinar si se trata de un caso de un niño/a adolescente desaparecido, que o bien ha escapado de casa, se ha perdido (en casos de corta edad) o bien ha podido ser, en efecto, secuestrado, ya que la mayoría de los casos de desapariciones retornan sanos y salvos a casa.
Se ha repetido muchas veces, y es cierto, que las primeras 24 horas son cruciales para culminar con éxito una investigación de un niño o niña desaparecidos. La Oficina de justicia juvenil del Departamento de justicia de Estados Unidos ha desarrollado un procedimiento operativo para ayudar a la toma de decisiones. En el mismo existe una serie de indicadores de riesgo (cuadro 10) que hay que tener en cuenta si se recibe una denuncia de niño desaparecido.
CUADRO 10. Indicadores de riesgo en casos de niños desaparecidos.
Debido a la frecuencia con que los niños desaparecidos son objeto de secuestros por parte de familiares, es perentorio dilucidar cuanto antes si hay algún miembro de la familia implicado en la desaparición. Por otra parte, es muy importante tomar en consideración la presencia de un delincuente sexual en la zona donde el niño vive o donde se cree que se hallaba en el momento de la desaparición. Es importante sobre todo detenerse en los pedófilos, y en particular en los que tienen una preferencia exclusiva por los niños. No obstante, debido a que muchos delincuentes sexuales son capaces de atacar a diversos tipos de víctimas, es conveniente investigar a todos los delincuentes sexuales de un área en particular, con independencia del tipo de víctima que conste en su historial delictivo. Esto es especialmente relevante cuando la niña desaparecida es una preadolescente o adolescente, ya que en esos casos muchas de ellas serán sexualmente atractivas a violadores de mujeres adultas. En casos de secuestros de mujeres y de niños por razón de deseo sexual es prioritario buscar entre los sujetos posibles de un crimen aquellos que reúnen mayores indicadores de reincidencia objetivamente evaluada.
El caso de Mari Luz ejemplifica muchas de las características de este tipo de secuestro. La pequeña Mari Luz Cortés desapareció el 13 de enero de 2008 en torno a las cinco de la tarde en la barriada de El Torrejón de Huelva, después de abandonar su domicilio para ir a comprar chucherías a un quiosco cercano. Tras estar 54 días desaparecida, el 7 de marzo un operario de Cepsa vio un cuerpo en la zona de los petroleros del puerto de Huelva, que posteriormente se comprobó que era el de Mari Luz.
EL CASO DE MARI LUZ
Retrato del culpable
Santiago del Valle García. 52 años. Proviene de una familia desestructurada. Sin trabajo, cobra una pensión de invalidez de 300 euros. Casado con una mujer con también pensión por invalidez. Tuvo tres hijas. Una murió en un accidente, siendo bebé, al ser atropellada por un coche mientras paseaba en un carrito. Cobró una gran indemnización por ello. Las otras dos niñas viven en un centro de acogida después de ser condenado en 1992 por un caso de abusos sobre una de sus hijas y de decretarse una orden de alejamiento contra él. Aseguran que la madre también conocía los hechos y lo permitió.
Hace unos años se carteó con una niña de Gijón de doce años a la que conoció a través de una sección de cartas de una revista juvenil. Se hizo pasar por niña para ganarse su amistad. Cuando le reveló su identidad, la niña dejó de cartearse con él. Ante la negativa se trasladó de Huelva a Gijón para hablar con ella. Los padres de la niña lo denunciaron por acoso. A pesar de todo, se quedó en Gijón y se matriculó en la escuela de adultos del colegio adonde acudía la niña, hasta que finalmente fue expulsado.
Residía con su mujer a pocos metros de la casa de Mari Luz. Fue el primer sospechoso de la policía. Le registraron la casa, el colchón, las botas. Fue detenido, interrogado con firmeza según los agentes. Lo desnudaron, cachearon. A pesar de todo, soportó la presión de los interrogatorios. A su mujer la interrogaron por separado. Al no encontrar indicios, tuvieron que dejarlo libre. A pesar de todo, la policía mantuvo la vigilancia sobre él. Para pasar desapercibido se trasladó a Cuenca, a Pajaroncillo, un pueblo de cuarenta y cinco habitantes en el que su hermana tenía una casa. Los vecinos dijeron que parecían «retrasados» o con problemas mentales. No obstante, soportó la presión policial, tuvo pericia para borrar las huellas, buscó un escondite lejano a través de unos familiares… Alquiló una casa rural y pidió que le instalaran una antena de televisión con TDT para poder ver las noticias del canal andaluz, Canal Sur. En un primer momento reconoció que mató a la niña. Luego que la niña murió con él, pero que fue un accidente. Esta versión de lo sucedido se recogió en un artículo publicado en la prensa de aquellos días.
El hombre de 52 años detenido ayer en un pueblo de la serranía de Cuenca, acusado de ser el autor de la muerte de Mari Luz, ha declarado a la policía que la niña falleció accidentalmente cuando le acompañaba por voluntad propia, informaron a EL MUNDO fuentes de la investigación.
Santiago del Valle García reconoció que la niña murió en su compañía, pero que se debió a que «se dio un golpe en la cabeza al caer por la escalera del portal de su casa», situado en el número 1 de la Avenida de las Flores de Huelva. El cadáver de Mari Luz fue encontrado 54 días después flotando en la ría de Huelva, el pasado 7 de marzo.
Según declaró Del Valle, el 13 de enero Mari Luz le acompañó «voluntariamente» hasta el portal del detenido, en la misma barriada onubense donde residía la pequeña, El Torrejón, y que tras caerse accidentalmente con resultado de muerte, «se asustó y la escondió en un carro de la compra». Oculta en el carrito, la trasladó hasta un lugar que no ha sido precisado […].
Los investigadores están completamente seguros de que el varón arrestado es el autor de la muerte de la niña y creen que el móvil fue sexual, ya que tiene antecedentes por pederastia e, incluso, una orden de alejamiento de sus propias hijas. Sin embargo, los análisis de Policía Científica indican que el detenido no pudo llegar a forzar sexualmente a la niña […]
Juan José Cortés, el padre de Mari Luz, ha asegurado a EL MUNDO que los detenidos son vecinos de la barriada donde vive la familia de la pequeña y que el hombre tiene antecedentes penales por pederastia y abusos sexuales. La familia de Mari Luz sospechó de él desde el momento de la desaparición.
El detenido ya había sido arrestado en Granada días después de la desaparición de Mari Luz, aunque fue puesto en libertad ante la falta de pruebas que lo inculparan. «Sabemos que es él, estamos seguros y no es una sorpresa para mí», manifestó Juan José Cortés tras conocer la noticia de la detención esta misma mañana […]
Fuente: El Mundo.
En marzo de 2011 Santiago del Valle fue condenado a 22 años de prisión. Su hermana Rosa fue considerada cómplice y sentenciada a 9 años de cárcel.
SECUESTRO PARA OBTENER UN BENEFICIO
El móvil aquí es obtener un beneficio, que generalmente es de tipo económico, aunque puede incluirse una miscelánea de casos en los que, por ejemplo, la víctima es secuestrada para evitar declarar en un juicio en contra del agresor o de otras personas. El cuadro 11 ilustra sus principales características.
La concurrencia en este crimen de un cómplice es un punto débil en la defensa del secuestrador cuando es capturado, ya que la declaración de aquél fue la segunda causa (después de la evidencia física) para la aprehensión y condena del culpable (56 y 63%, respectivamente).
La investigación de un secuestro que pretende un beneficio ha de comenzar, como es lógico, por eliminar cualquier otra causa o móvil de la desaparición de la víctima. En este tipo de secuestro es bastante frecuente encontrar signos de que la actividad diaria de la víctima parece haberse interrumpido de modo repentino: una comida a medio terminar, un auto en el taller que no ha sido recogido… Dado que suelen intervenir como autores varias personas en este delito, los investigadores suelen observar la presencia de rastros de violencia física en el lugar donde se produjo el secuestro.
Resulta crucial llevar a cabo con prontitud un perfil de la víctima y una relación temporal de las actividades realizadas por ésta en las horas precedentes al secuestro, con el fin de poder aislar momentos en particular en los que la víctima estuviera en una posición de mayor vulnerabilidad, o bien determinar posibles relaciones con personas que pudieran estar implicadas en su desaparición.
CUADRO 11. Secuestro para obtener un beneficio.
Victimología
Lugar del secuestro
Modus operandi
Resultado
SECUESTRO POR VENGANZA
Este tipo de secuestro tiene como protagonista a un sujeto que quiere dar «su merecido» a alguien que, en su percepción, le ha ofendido, agraviado o perjudicado de algún modo. Sus características se exponen en el cuadro 12.
El testimonio de los testigos resultó crucial en la aprehensión y condena de los culpables en el 89% de las ocasiones. Los cómplices hicieron lo propio en el 44% de los casos. En el 67% las evidencias físicas fueron también determinantes. Cuando la víctima sobrevivió, su testimonio fue de gran valor.
CUADRO 12. Secuestro por venganza.
Victimología
Lugar del secuestro
Modus operandi
Resultado
La literatura sobre el acoso resulta de nuevo relevante aquí, porque muchos secuestradores motivados por la venganza «avisan» de sus intenciones lesivas mediante insultos, cartas ofensivas o amenazas. La repetición y la intensidad de esas amenazas deben ser cuidadosamente consideradas, así como la capacidad del que las profiere de convertirlas en realidad, es decir, de pasar a la acción.
Resulta muchas veces de gran importancia atender a la personalidad del sujeto ofendido: su narcisismo y su sentido de ser «diferente» le dejan en una mayor vulnerabilidad a sentirse ultrajado, y son esas personas del entorno de la víctima las que pueden levantar las sospechas del investigador. Hemos de recordar que este rasgo del narcisismo —presente en gran medida en sujetos psicópatas, pero no sólo en éstos— se relaciona con una gran necesidad de mantener una autoestima inflada y con una igualmente notable falta de empatía. Todo ello facilita que pueda sentirse «muy ofendido» si percibe que alguien ha dañado su ego e imagen de un modo intolerable. Es decir, la venganza aparecerá cada vez más ante él como «el único modo» de poder reparar tal agravio. Todas estas características serán harto conocidas por sus amigos y familiares, facilitando así la labor de la policía en su proceso de interrogar y examinar a los posibles autores del secuestro.
Precisamente esta naturaleza personal de la ofensa hace que sea relativamente rápido identificar al posible autor, aunque por desgracia —como hemos visto por el alto porcentaje de víctimas que son asesinadas— tal intervención suele ser, a pesar de todo, tardía. Típicamente la escena del crimen muestra vestigios de la ira vengativa del secuestrador, en forma de muchas heridas y ensañamiento, producto de una o de varias armas llevadas premeditadamente por el delincuente para consumar su propósito.
En ocasiones el secuestrador por venganza presenta claros signos de desequilibrio mental y muestra delirios de amenaza y persecución que le hacen querer acabar con la persona que está «hundiendo» su vida. El agresor puede también experimentar alucinaciones durante la realización de los actos violentos.
La perspectiva del desarrollo del FBI
El FBI ha desarrollado un modelo para elaborar perfiles de investigación en el secuestro de niños (Lord, Boudreaux y Lanning publicaron en 2001 los fundamentos de este modelo). Empiezan por advertirnos de que si bien lo que más ansiedad provoca en el público es el secuestrador de niños con un propósito sexual, ajeno al ámbito de relaciones de la familia, lo más habitual se corresponde con los casos donde el secuestrador es un miembro de la familia (según estadísticas estadounidenses, en una proporción de 5 o 7 a 1). Además, de los secuestros perpetrados por sujetos que no son familia del niño, sólo el 60% de éstos son personas totalmente extrañas. Este tipo de delincuentes son responsables aproximadamente de 200 a 300 casos de niños que son objeto de secuestros prolongados con resultado de muerte. Por consiguiente, concluyen estos autores, «aunque los secuestros realizados por extraños son un problema grave, no resulta tan generalizado como se cree. La investigación más reciente apoya estos hallazgos».
¿En qué consiste esta perspectiva del desarrollo? La idea fundamental consiste en tener en cuenta que, a medida que el niño va creciendo, sus atributos, sus puntos débiles y su accesibilidad van mutando, con el resultado de que quedan expuestos a diferentes tipos de secuestradores por diferentes razones. Así, un niño menor de cinco años está mucho más controlado por sus padres que en edades escolares, y por ello es más proclive a padecer un secuestro por parte de familiares que los niños mayores. De este modo, los niños durante su crecimiento se van enfrentando a diferentes escenarios y riesgos de secuestro.
LOS MOTIVOS
Hay casos en que los niños simplemente desaparecen, y es difícil explicar qué motivó dicha desaparición. Ha de buscarse al niño y al (posible) delincuente, una identidad que no se conoce porque puede que éste ni siquiera exista. Esto contrasta fuertemente con situaciones en que se conoce que un padre y ex marido, por ejemplo, se ha llevado a su hijo, y sólo hay que localizar a ambos. Justamente este tipo de secuestros, motivados por disputas sobre la custodia de parejas rotas, son los más abundantes, como antes señalábamos.
Otro tipo de secuestro lo constituye el realizado por personas ajenas a la familia, de corta duración y con un propósito sexual, que muchas veces no llega a ser siquiera conocido por la familia del niño. Esto es bien diferente de secuestros prolongados cometidos por extraños, los cuales son los menos comunes y —a diferencia de lo que se cree— no suelen terminar con la muerte del niño. Aquí las razones del delito pueden ser varias: gratificación sexual del delincuente, ánimo de venganza por algo que hizo su familia, pedir un rescate, gratificación provocada por el homicidio del niño (sin componente sexual al menos aparente) y el deseo maternal, cuando una mujer (generalmente es mujer) se lleva a un niño del hospital de maternidad para hacer ella el papel de madre. De entre todos ellos, el más común es el realizado por el ánimo de gratificación sexual, y es justamente el que presenta un mayor riesgo para la vida del niño.
DENUNCIAS FALSAS Y EQUÍVOCAS
La mayoría de las denuncias que resultan falsas son realizadas por los padres o tutores de los niños, que pretenden encubrir o bien su muerte o bien dónde se encuentra. Las denuncias equívocas se refieren a aquellos casos en los que un niño se ha escapado voluntariamente, ha tenido un accidente o se ha perdido, y por ello han de separarse de los auténticos casos de secuestro. Piénsese que la mayoría de las denuncias a la policía vienen con la etiqueta de «niño perdido» y, en efecto, la inmensa mayoría de los casos es así, ya que son encontrados por la policía. Sin embargo, cuando se estima que el niño perdido ha sido posiblemente secuestrado la policía tiene que trabajar contra reloj, lo que exige desplazar muchos efectivos y coordinar diferentes recursos para encontrarlo antes de que sea demasiado tarde.
EL GRUPO DE RESPUESTA DEL INCIDENTE CRÍTICO (GRIC) DEL FBI
El Grupo de Respuesta del Incidente Crítico es la unidad especializada del FBI que investiga los casos de secuestro, o bien que da apoyo para la investigación a las policías estatales que lo solicitan. Está compuesto por policías expertos que, mediante su experiencia y la acumulación de investigación, han definido una serie de perfiles que corresponden a diferentes períodos evolutivos del niño. Tal tipología de perfiles excluye los casos de secuestros realizados por familiares motivados por disputas sobre la custodia de los niños, y más bien cubren las situaciones donde se informa a la policía de que un niño perdido ha sido posiblemente secuestrado.
Recién nacidos hasta un mes de edad
Aquí aparecen dos escenarios típicos. En el primero una mujer secuestra un niño para satisfacer su deseo de ser madre o para resolver una necesidad emocional vinculada con un matrimonio que hace aguas. El secuestro se produce en hospitales o en domicilios, y la mujer suele vivir a varios kilómetros de donde perpetra el delito. Se sabe que esas mujeres planifican bien el acto y muchas veces fingen ser enfermeras para acceder a las unidades de maternidad o simulan estar embarazadas para justificar la aparición del niño en sus vidas. Cuando la apropiación del niño se lleva a cabo en casa de los padres, el riesgo de violencia se incrementa, porque hay un riesgo mayor de enfrentamiento físico si la delincuente resulta sorprendida en sus acciones.
Dada la edad del niño, las primeras 24 horas resultan cruciales, y —al menos en Estados Unidos— la información dada a los medios de comunicación sobre este hecho resulta de gran ayuda para proporcionar pistas sobre su paradero. Las entrevistas con secuestradores condenados revelan que alertar a los medios no modifica su modus operandi ni supone un riesgo especial para la vida de los niños. En estos informes de noticias de los medios ha de minimizarse la gravedad de los hechos y suscitar la simpatía del delincuente hacia su cautivo. El porcentaje de casos resueltos favorablemente es muy elevado: 9 de cada 10 niños regresan sanos y salvos junto a sus padres.
El segundo escenario incluye el secuestro por un motivo emocional: venganza, ira o una grave frustración por parte del delincuente. Aquí nos encontramos con el propósito de ocultar unas lesiones graves o incluso la muerte del recién nacido como consecuencia de negligencia o ira de los padres dirigida hacia éste, simulando un secuestro (generalmente la madre, con o sin asistencia del padre) o bien como un modo de que alguien castigue a los padres en la figura de su hijo. Cuando los padres son los causantes de la desaparición de su hijo suelen abandonar el cadáver en un lugar dentro del perímetro de ocho kilómetros, aproximadamente (cinco millas). Es bien sabido que el supuesto de la simulación de un secuestro fue el que durante mucho tiempo se planteó por los medios y muchas personas como el que explicaba la desaparición de la pequeña Madelaine, la niña británica cuyo último rastro se pierde en un apartamento de la costa portuguesa.
Niños de 1 a 12 meses
En esta edad el móvil del deseo maternal es menos frecuente como causa del secuestro, y predominan los provocados por razones emocionales. En todo caso, cuando se produce el secuestro por el deseo maternal, el lugar del mismo tiende a ser fuera de las clínicas, y por ello se incrementa el riesgo de que los padres o cuidadores del niño reciban agresiones físicas por parte de los autores del delito.
En los casos que implican el móvil emocional los varones tienen un mayor riesgo que las chicas, y los autores suelen ser igualmente los padres varones, que realizan su acción homicida de modo impulsivo y, después de ocultar el cadáver (en torno a una milla cerca del lugar de los hechos, muchas veces de modo apresurado) llaman a la policía para informar de su desaparición.
Niños de 1 a 2 años
De nuevo en este grupo de niños predomina el secuestro basado en razones emocionales, con características similares. Los niños varones tienen una ligera mayor probabilidad de ser víctimas; los padres biológicos y otros miembros de la familia predominan entre los secuestradores, aunque los novios y ex novios de las madres también figuran con cierta frecuencia. De ahí que estos secuestros, impulsivos y poco planificados, suelen tener como precedentes determinadas situaciones estresantes que derivan en una agresión desplazada hacia el niño.
Son mucho más infrecuentes los casos que tienen un móvil sexual, pero cuando ocurren hay que fijarse especialmente en los hombres que tienen acceso a las rutinas diarias de los niños.
Niños de preescolar (de 3 a 5 años)
En estos secuestros sigue predominando el móvil emocional, si bien aumenta el móvil sexual con respecto a los grupos de edad anteriores, ya que en esta edad están físicamente más desarrollados y por ello resultan más atractivos a los delincuentes. Hay que señalar, igualmente, su mayor accesibilidad ante éstos, debido a que tienen una mayor autonomía funcional y están menos supervisados, lo que explica que entre los secuestradores predominen los sujetos extraños y los conocidos de la familia.
No obstante, cuando ocurre un secuestro emocional los autores generalmente son el padre biológico o los novios y novias de los padres. A diferencia de los niños de edad inferior, donde había una ligera superioridad de los niños varones, las niñas dominan entre las víctimas, particularmente cuando el móvil es sexual.
Cuando la víctima fallece, en aproximadamente el 50% de los casos su cuerpo figura dentro del radio de los cien metros del lugar donde fue secuestrada. Otros delincuentes, sin embargo, viajarán más lejos para procurarse un lugar más seguro.
En el móvil sexual, a diferencia del emocional, el agresor suele ser un varón conocido de la familia, generalmente un vecino que cuenta con antecedentes de delitos sexuales, quien se apodera de la niña en un lugar cercano al hogar familiar. Algunos de estos delincuentes tienen a las niñas como objeto preferido de actividad sexual (pedófilos en sentido estricto), mientras que otros son meramente pedófilos situacionales (u ocasionales).
En los preescolares es raro el secuestro por motivos económicos (menos del 1%, según el FBI), y generalmente se deben a un intento de forzar a los padres a que paguen deudas pendientes (por ejemplo, drogas), o bien porque en el transcurso de un robo de un automóvil aconteció que había un niño en el vehículo cuando el delincuente se lo llevó.
Niños en edad escolar de 6 a 14 años
En esta edad aumenta tres veces el número de secuestros, así como el número de víctimas niñas en comparación con los niños. Ello se debe a la predominancia del móvil sexual en los delincuentes, abrumadoramente varones y extraños a la niña, sobre todo cuando ésta tiene mayor edad.
Qué duda cabe que el mayor atractivo sexual de estas niñas y su mayor autonomía justifican este incremento de niñas secuestradas por un delincuente sexual. Los extraños son responsables de aproximadamente la mitad de secuestros de las niñas en edad de escuela primaria, mientras que los conocidos, vecinos y otros relacionados con la familia justifican la otra mitad. Con las niñas más mayores (13 y 14 años), los extraños dominan claramente.
Estos delincuentes suelen tener un perfil antisocial, con delitos o arrestos previos, abuso de alcohol o drogas, unos pobres antecedentes laborales y en ocasiones con historial psiquiátrico. Se trata de individuos que viven o trabajan cerca de donde la niña vive o va a la escuela, y que tienen graves problemas de relación social.
El lugar de secuestro se halla igualmente relacionado con la edad de la niña: las más jóvenes de este grupo suelen desaparecer más frecuentemente del entorno de su casa, mientras que las mayores lo hacen en entornos públicos, como centros comerciales o lugares de ocio. Esto mismo sucede con el lugar de abandono del cuerpo (cuando muere la víctima): las niñas pequeñas se encuentran en el perímetro de los dos kilómetros en torno a su hogar, mientras que las mayores aparecen en lugares más alejados. Los delincuentes conocían ya esos lugares, y se esmeran poco en ocultar los cadáveres. Generalmente los dejan en algún sitio cubierto de maleza, o los arrojan a alguna zona agreste.
Los secuestros que ocurren por un móvil emocional tienen a los hombres del entorno familiar (familia extensa y allegados) como los autores más frecuentes, y el sexo de la víctima se equilibra mucho más. El secuestro se produce en el hogar o en sus alrededores.
Adolescentes (jóvenes de 15 a 17 años)
En este grupo de edad disminuyen los motivos sexuales y aumentan las razones económicas y las emocionales. No obstante, cuando se dan los secuestros por un móvil sexual se aplican las mismas características definidas para el grupo de edad anterior, en su franja de 12-14 años: se trata de casos en los que hombres extraños o que conocen a la víctima raptan a una chica en un lugar público, generalmente fuera del barrio de residencia de la víctima.
Los secuestros debidos a un móvil económico implican a más víctimas varones, muchas veces se relacionan con el negocio de deudas de droga y suelen realizarse en los alrededores del domicilio del niño.
Por su parte, los secuestros motivados por causas emocionales se asemejan mucho a los delitos de violencia doméstica, ya que implican a adolescentes chicas secuestradas por novios y ex novios que previamente las han amenazado y acosado. A diferencia de otros grupos de edad en este tipo de secuestro, donde la tasa de chicos y chicas era parecida, aquí predominan las chicas, como se ha mencionado. Sus novios o ex novios han tenido fuertes disputas con ellas y han llevado a cabo el secuestro en casa de ella o en lugares cercanos. Cuando se produce la muerte de la chica nos encontramos ante una violencia explícita, con empleo de armas que no suele aparecer con niños más pequeños.
El cadáver suele abandonarse en el entorno de los ocho kilómetros del lugar donde se realizó el secuestro.
Conclusiones
Al principio de la investigación la información suele ser escasa y vaga, por eso es perentorio intentar comprender cuanto antes lo sucedido: primero identificar el caso como secuestro y luego —si creemos que nos encontramos efectivamente ante uno de ellos— preguntarse cómo y por qué se produjo, algo para lo que el conocimiento de la criminología de este delito nos puede ser de extrema ayuda.
Ya hemos visto que a medida que el niño va creciendo y se convierte en una persona más autónoma, así lo hacen los niveles de riesgo de la comisión del secuestro. Una investigación concienzuda incluye una victimología detallada, un estudio profundo del vecindario y sus vías de acceso y salida junto a un perfil geográfico, las entrevistas a los posibles testigos, un cuidadoso análisis de la escena del crimen y la coordinación con los medios si resulta adecuada.
Por desgracia, algunos casos de secuestro de jóvenes nunca se resuelven. El caso de la canaria Sara Morales (anexo 4-1) es quizás uno de los más llamativos acaecidos en los últimos años. Todo apunta a que el móvil del secuestro fue sexual, y que el resultado final sea descorazonador.