Epílogo

Sam se sorprendió al escuchar que llamaban a la puerta justo al amanecer. Dev y ella estaban a punto de acostarse.

—¿Aimée? —preguntó.

Era la candidata más probable para que los molestase a esa hora.

Dev se encogió de hombros.

—Adelante —dijo.

No era Aimée.

La puerta se abrió para dejar paso a Nick. Volvía a lucir una palidez extrema, como si sufriera un dolor fortísimo o estuviera a punto de vomitar. Se había apoyado en la jamba de la puerta y parecía no tener fuerzas para sostenerse solo.

—Siento molestaros, chicos. Pero quería ofreceros un regalo de emparejamiento.

Su amabilidad conmovió a Sam. Arcadios y katagarios por igual les habían hecho llegar una lluvia de regalos y de buenos deseos.

—No hacía falta, Nick.

—Sí que hacía falta. —Le entregó una cajita de madera que parecía muy antigua.

Sam la cogió y la abrió. En su interior había un amuleto verde que brillaba con un poder etéreo.

—Es precioso. —Hizo ademán de cogerla, pero Nick la detuvo.

—Es tu alma, Sam.

Se quedó boquiabierta mientras Dev se acercaba a ella.

—No lo entiendo —dijo Sam.

Nick le ofreció una sonrisa tristona.

—Ni falta que hace. Dejémoslo en que Artemisa ha accedido a liberarte.

Sam no daba crédito. ¿Cómo era posible?

—¿Ha sido cosa tuya?

El tic nervioso que a esas alturas conocía tan bien apareció de nuevo en el mentón de Nick.

—Aquerón dispuso los términos. Pero eso no importa. Quería entregárosla lo antes posible. ¿Sabéis cómo funciona?

Sam tenía una ligera idea por los rumores que había escuchado sobre otros Cazadores Oscuros que habían sido liberados.

—Tengo que morir y Dev tiene que devolver mi alma a mi cuerpo.

—Esa es una explicación típica de Ash. Tenéis que descubrir qué es lo que drena tus poderes de Cazadora Oscura y después debéis lograr que tu corazón deje de latir. Mientras tomas tu último aliento, el amuleto deberá estar colocado sobre la marca del doble arco y la flecha, y no podrá apartarse de ella hasta que vuelvas a la vida. El dolor de la quemadura será horroroso, y si Dev lo suelta aunque sea un nanosegundo antes de que empieces a respirar, pasarás la eternidad convertida en una Sombra. —Las Sombras eran espectros espeluznantes que nadie veía ni oía. Entes invisibles que pasaban la eternidad abrumados por el hambre, presas del dolor. Convertirse en algo así era espantoso. Nick volvió a cerrar la cajita—. Que tengáis buena suerte.

Estaba a punto de marcharse cuando Sam lo detuvo.

—Tengo una pregunta.

—¿Ah, sí?

—¿Tengo que volver a ser humana?

Nick titubeó antes de contestar:

—No. Es tu alma y la decisión es tuya. Desde este momento dejas de estar técnicamente al servicio de Artemisa y tus poderes son tuyos. Pero si no devuelves el alma a tu cuerpo, tendrás las mismas limitaciones que tenías hasta ahora. No podrás tener hijos y el sol seguirá siendo letal para ti. Y lo peor de todo: se te ha rescindido la nómina.

Sam soltó una carcajada.

Eso no era lo peor. No había gastado casi nada del dinero que había ganado a lo largo de los siglos, así que estaría servida durante unos cuantos más.

Conmovida por su generosidad, Sam dio un paso al frente e hizo algo que llevaba mucho tiempo sin hacer. Lo besó en la mejilla.

El dolor que abrumaba a Nick la golpeó tan fuerte que le robó el aliento, pero se desentendió de la sensación.

—Gracias, Nick.

Él asintió con la cabeza antes de marcharse y cerrar la puerta.

Dev le quitó la caja de las manos.

—¿Qué quieres hacer?

—No lo sé. Quiero emparejarme contigo. Quiero vincular mi vida a la tuya.

Ese vínculo significaba que sus vidas estarían unidas y que, cuando uno muriera, el otro lo haría también. Los padres de Dev se habían negado a completar el ritual mientras sus hijos fueron pequeños, porque les aterraba la idea de dejarlos huérfanos. Sin embargo, una vez que sus cachorros crecieron, vincularon sus vidas y murieron el uno en los brazos del otro.

Sam le apartó el pelo de la cara.

—Tienes una esperanza de vida limitada. Yo no. ¿Qué te parece si completamos el ritual y yo sigo siendo inmortal? —De ese modo jamás tendrían que decirse adiós.

Sam aborrecía la idea de la muerte. Esa posibilidad les ofrecía el mejor mundo posible.

Dev se rascó la barbilla.

—No podremos tener hijos.

Ella se mordió el labio, asustada por la reacción de Dev a su siguiente propuesta.

—¿Qué opinas de la adopción?

Dev sonrió.

—Me parece bien. Todos los niños necesitan amor. Pero ¿podrás soportar no ver la luz del sol?

¿Qué diferencia supondría eso?, pensó.

—Llevo cinco mil años sin verla. A estas alturas estoy más o menos acostumbrada y, la verdad, no tengo paciencia para ponerme protector solar. —Lo besó en la punta de la nariz.

—De acuerdo. —Dev se alejó de ella—. Déjame guardar esto en un sitio seguro. Ahora mismo vuelvo.

Sam soltó una carcajada por sus prisas mientras se metía en la cama para esperarlo. Una vez acostada, se miró la palma de la mano para examinar la marca.

La marca de Dev.

Todavía no acababa de creerse que fuera real. Que su vida hubiera sufrido un cambio tan drástico en tan poco tiempo. Pero claro, su nacimiento como Cazadora Oscura había sido igual de rápido y de dramático. En un abrir y cerrar de ojos, había pasado de sentirse delirante de felicidad a ver cómo su mundo se hacía pedazos. Así que le parecía justo que el proceso inverso fuera igual de repentino.

Dev apareció en la cama, a su lado.

Completamente desnudo.

Sam se echó a reír. Siempre estaba salido…

—Qué rapidez.

—Tenemos una caja fuerte en una cámara acorazada. Ya he puesto tu alma a buen recaudo, así que ahora… —Tiró de ella para acercarla.

Sam soltó un suspiro fingido.

—¿Por qué cualquier situación acaba contigo desnudo?

—Nena, lo mío no tiene importancia. Aquí lo importante es que tú estés desnuda. —La besó en el abdomen, provocándole una miríada de escalofríos—. Y ahora vamos a ver si nos encargamos de este asuntillo del ritual.

—Desde luego.

Los siguientes tres meses pasaron volando para Dev. Jamás había esperado ser tan feliz. Sam trabajaba haciendo el turno de noche con él, y se habían acostumbrado a una apacible vida nocturna.

Eran las tres de la madrugada y Dev estaba en la puerta, escuchando la conversación entre Sam y Aimée a través del auricular. Le alegraba que fueran amigas. Eso facilitaba mucho las cosas.

Bostezó y estaba a punto de soltar un comentario sobre el chiste tan tonto que ellas acababan de hacer cuando lo distrajo un fogonazo que se produjo a su izquierda. Una descarga de poder supremo provocó una fisura en el aire.

Dev se tensó, preparado para la batalla.

La bombilla que tenía por encima de la cabeza se apagó.

Cuando volvió a encenderse, vio a Savitar delante de él.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Dev.

Savitar se encogió de hombros con despreocupación y casi con desgana.

—Llevo un tiempo escuchando ciertos comentarios sobre tu bar, oso.

Aimée, Fang y Sam aparecieron por la puerta.

—¿Hay algún problema? —preguntó Fang.

Savitar negó con la cabeza.

Au contraire. Parece que tenéis un montón de amigos que solicitan la intervención del consejo. Que no se diga que carezco de cierta compasión. —Le entregó a Aimée un papel enrollado—. Se restablece la licencia. Felicidades. El Santuario vuelve a ser un limani. Bienvenidos de nuevo a la comunidad.

En parte, Dev deseaba decirle que se metiera la licencia donde le cupiera, pero no le correspondía a él decidir. Porque afectaba a toda la familia.

Y tenían que pensar en los cachorros.

De modo que se tragó el orgullo y se obligó a pronunciar la palabra que sabía que Savitar quería oír:

—Gracias.

—Te diría que no hay de qué, pero en realidad lo que espero es que no causéis problemas.

Aimée inclinó la cabeza.

—No los causaremos. Gracias por darnos otra oportunidad.

—De nada. —Savitar se volvió para marcharse, pero se detuvo y miró a Sam—. Las Moiras os han unido a Dev y a ti solo por malicia. No tengo palabras para expresar lo mucho que odio a esas zorras.

Sam contuvo el aliento al pensar que iba a revocar su unión. ¡Habían vinculado sus vidas!

¿Podría romper ese vínculo?

Antes de darle tiempo a reaccionar, Savitar le cogió la mano. Sam sintió una descarga eléctrica que le subió por el brazo y le recorrió el cuerpo.

Fue incapaz de respirar durante varios segundos.

—¿Qué has hecho?

Savitar la soltó y le dio una palmada a Dev en la espalda.

—Soy una criatura engreída. Espero que le pongáis mi nombre por lo menos a uno de vuestros retoños. —Y después se volvió hacia Aimée—. ¿Tú también quieres un chute?

—Desde luego —contestó ella, que le tendió la mano.

Savitar se la cogió y repitió el proceso.

—Esto hará que esas tres zorras tengan un buen berrinche… Estas cosillas son las que me alegran la vida. ¡Adiós, amigos! Y no te preocupes, Sam. —Señaló con un dedo la luna roja que brillaba sobre sus cabezas—. A veces solo es un efecto de la luz del sol y de la posición de la Tierra.

Y con esas palabras se marchó.

Sam se quedó donde estaba, pasmada durante varios minutos. Hasta que Dev se inclinó y le dijo al oído:

—¿Cuándo quieres que nos pongamos manos a la obra para tener a nuestro Savitar?

Sam soltó una carcajada y se inclinó sobre su torso al tiempo que le acariciaba una mejilla y presionaba su cara contra la suya.

—Te quiero, oso. Con tus rarezas y todo.

—Me alegro de oírlo porque a mí también me encantan las tuyas.

Esa era la lección más valiosa que había aprendido durante esos meses pasados con Dev. La vida no consistía en respirar y en acumular tiempo. Lo importante eran los momentos que la conformaban.

Y ella disfrutaba de cada uno de ellos al lado de Dev.

Estuviera desnudo o no.