Dev abrió la puerta y se encontró a Nick en el pasillo, vestido para el combate.
—¿Qué pasa?
—Mi sentido arácnido se ha vuelto loco. Hay una migración masiva de demonios y vienen directos hacia aquí. Dado que no quiero que destruyan mi casa, voto para que al menos los traslademos a un lugar donde haya menos probabilidades de que los vean y donde tengamos ventaja.
—¿Y qué lugar es ese? —preguntó Dev.
—El cementerio de San Luis. A esta hora de la noche estará cerrado y vacío.
Sam meneó la cabeza.
—Yo no puedo ir. Acabaré poseída.
Nick puso los ojos en blanco.
—Mejor tú que mi casa.
—Creía que estaba protegida —replicó ella.
—Y lo está, pero…
Un estruendo en la planta baja lo interrumpió.
Nick soltó un taco, retrocedió y ladeó la cabeza.
—Parece que hemos tardado demasiado. Abrochaos los cinturones y uníos a la lucha. —Se desvaneció.
Dev soltó un suspiro irritado.
—Ahora mismo no me apetece abrocharme el cinturón, precisamente.
Sam soltó una carcajada.
—No te preocupes, cariño, ya nos ocuparemos de ti más tarde. Ahora tenemos que luchar.
Cuando por fin llegaron a la planta baja, Ethon, Chi y Nick estaban espalda con espalda. Sam escuchaba los ruidos que hacían los demonios en su intento por romper la barrera protectora que rodeaba la casa de Nick.
Miró a Chi y a Ethon.
—¿Qué hacéis aquí? —les preguntó.
El espartano le guiñó un ojo.
—Yo también me alegro de verte. Me abrumas con tu entusiasta bienvenida.
Chi pasó de su compañero.
—Llegamos al anochecer para protegeros a Nick y a ti.
—Gracias. —Se dirigió a Nick—. ¿Dónde está Ash?
Nick torció el gesto.
—No es bienvenido en mi casa y me niego a que entre.
Dev lo miró como si le faltara un tornillo.
—¿Crees que es una buena idea teniendo en cuenta a lo que nos enfrentamos?
—Yo creo que no —respondió Ethon al tiempo que blandía su espada—. Pero nos las apañaremos.
Sam miró a don Suicida con sorna.
—A ver, repíteme cómo moriste. Ah, sí, ya me acuerdo: «Puedo apañármelas. No necesito refuerzos. Puedo hacerlo yo solo». ¿Y quieres repetirlo?
Ethon la fulminó con la mirada.
—La cosa no fue como la cuentas y habría ganado si mi mejor amigo no me hubiera apuñalado por la espalda. Literalmente.
Nick gruñó.
—Están entrando. Será mejor que os dejéis de chorradas y prestéis atención.
El sonido del cristal al romperse resonó por toda la casa, que no tardó en llenarse de demonios.
Lázaro apareció en el centro de la estancia y se enfrentó a ellos tras adoptar la forma de una serpiente enroscada de tres metros de altura.
—Dadme a Samia y os dejaré en paz al resto.
—¿Por qué la buscas? —preguntó Nick.
—Porque mató a mi hermano.
Sam frunció el ceño mientras hacía memoria.
—Nunca he matado a un demonio.
—¡Mentirosa! —exclamó Lázaro—. Tu hermana vendió su alma para que él os matara a ti y a tu familia, y ella pudiera ocupar tu lugar como reina. Cuando te convertiste en Cazadora Oscura, lo perseguiste y lo mataste.
Sam frunció el ceño, confundida, y negó con la cabeza.
—No, no es verdad. Maté a un daimon.
—Mataste a un empusa, imbécil. Y yo te habría matado en aquel entonces, pero me dijeron que habías muerto y luego me capturaron antes de que pudiera confirmarlo. —Entrecerró los ojos rojos y la miró—. Esta noche por fin vengaré a mi hermano cuando me bañe con tu sangre. —Se abalanzó hacia su garganta.
Dev lo atrapó y consiguió apartarlo.
Los otros demonios atacaron en masa. Se abalanzaron sobre ellos como un enjambre que quisiera consumirlos. Sam pegó su espalda a la de Dev mientras luchaban con ahínco.
Decapitó a un demonio antes de enviarle otro a Ethon para que lo despachara en un abrir y cerrar de ojos.
Lázaro agitó la cola, que la golpeó en la espalda. Fue como si una cuchilla le cortara la piel y despertó los dolorosos recuerdos del momento en el que su hermano mató a su familia antes de acabar con ella.
Sam se tambaleó y soltó un taco.
Dev la sujetó y los recuerdos se desintegraron al instante, de modo que recobró la claridad. Dev le lanzó una descarga astral a Lázaro, pero el demonio la absorbió y se la devolvió, lanzándolo por los aires.
Sam consiguió permanecer de pie, pero jadeó al ver a Dev sangrando en el suelo. Sus poderes la abandonaron en ese momento.
Por favor, no te mueras. Por favor, no te mueras…, suplicó.
Corrió hacia él y vio que tenía cortes en un ojo y en la nariz. También tenía una herida en el costado, pero estaba vivo. Herido, pero vivo. El alivio la inundó.
Dev intentó ponerse en pie.
Imaginárselo muerto y tirado en esa habitación le provocó una sensación abrumadora. En circunstancias normales se alimentaba de esa sensación para que su rabia aumentara y le diera fuerzas, pero en ese instante…
Sus temores la paralizaron. No podía perderlo.
Dev se dio cuenta de que los ojos de Sam se volvían verdes y el miedo lo dejó sin aliento. Era humana, lo que quería decir que podía morir.
Aterrado, se levantó de un salto y se interpuso entre Lázaro y ella. No iba a permitir que muriera ni de coña.
Esa noche no.
Los demonios habían acorralado a Ethon y a Nick. Chi había desaparecido. Y llegaban más demonios.
Lázaro se abalanzó sobre Sam.
Dev se lanzó a por el demonio con un grito de guerra, pero justo cuando llegó a su altura, Lázaro atacó y lo golpeó con la cola. En un abrir y cerrar de ojos pasó de estar a punto de apuñalar al demonio a encontrarse volando y caer desmadejado al suelo. Sam rugió al reencontrarse con su fuerza humana. A la mierda con los poderes de Cazadora Oscura. No los necesitaba.
La leona que llevaba dentro cobró vida y se dispuso a salvar a las personas que había en esa habitación y que lo significaban todo para ella. Dev encabezaba la lista, por supuesto.
Cogió la espada que Ethon había soltado y, como buena amazona que era, atacó guiándose por el instinto, guiándose por su habilidad. Esquivó y atacó, asestó mandobles y acuchilló. Lázaro le lanzó una descarga tras otra, pero las esquivó todas y acabaron impactando en el sofá, en las paredes y en las mesas, que comenzaron a arder.
—¡Os odio, cabrones! —rugió Nick al ver los daños—. ¿No podíais haber ido a casa de Ash?
Sam hizo oídos sordos, completamente concentrada en mantener a Dev a salvo.
Dev estaba impresionado por la destreza de Sam, que devolvía cada ataque. Jamás había visto nada parecido, y cuando la vio acercarse lo bastante a Lázaro para apuñalarlo en el costado, se le paró el corazón.
El demonio sacudió la cola y la inmovilizó contra el suelo.
La rabia lo consumió y se abalanzó sobre el demonio, que se volvió para enfrentarse a él. En ese momento Sam rodó por el suelo para liberarse de la cola de Lázaro y cogió la espada que había soltado. En cuanto tocó la empuñadura, se la lanzó al demonio. La cabeza de Lázaro acabó clavada en la pared, como un sangriento trofeo. El demonio gritó de dolor y se estremeció antes de morir.
Pero seguían apareciendo demonios.
Sam cogió otra espada al tiempo que se acercaba a Dev. Le dio un beso fugaz en los labios antes de reanudar la lucha.
—¿Cómo los paramos? —preguntó Ethon a voz en grito.
Nick soltó un taco.
—No responden a mis poderes. No puedo hacer nada.
Sam no tenía poderes que usar. Miró a Dev, que a su vez se encogió de hombros.
—Yo voto por luchar hasta la muerte.
De repente se produjo un fogonazo cegador y Ash apareció en el centro de la estancia. Los miró y analizó la situación, tras lo cual golpeó el suelo con su báculo, produciendo una especie de onda que resonó por toda la casa. Era una especie de onda sonora que hizo temblar hasta los cimientos y que aniquiló a los demonios.
Ethon, que estaba sangrando y sudando, fulminó a Aquerón con la mirada.
—A buenas horas, jefe. ¿Por qué has tardado tanto en aparecer?
Chi apareció junto a Aquerón.
—No quería molestarlo —dijo la recién llegada—. Pero la cosa empezaba a mosquearme un poquito, así que fui en busca de la artillería pesada.
Ash la miró con expresión irritada.
—La próxima vez que alguien libere una horda de demonios, estaría bien que me llamarais un pelín antes. No me gustaría tener que recoger los restos de mi equipo del suelo con una espátula. Con lo que me costó adiestraros, no me apetece empezar de cero con novatos.
Nick resopló.
—Nos las estábamos apañando bastante bien. No necesitábamos tu ayuda.
—¿Ah, sí? —Ash enarcó una ceja con gesto regio—. Déjame explicarte una cosita sobre tus poderes, Nick: resulta que eres capaz de recargar tus poderes utilizando los de cualquier demonio. En caso de que no lo hagas, el demonio se recargará con los tuyos y aumentará su fuerza.
La información borró la expresión arrogante de Nick.
—¿Cómo?
—Eres como el conejito de Duracell para estos capullos. —Aquerón miró a Chi—. ¿No lo estabas adiestrando?
—Todavía no hemos llegado a esa parte. Es un alumno muy terco que no me hace mucho caso.
Aquerón suspiró, molesto, antes de volverse hacia Nick.
—Y yo que pensaba que enseñarte a conducir fue una putada… —Y masculló—: Cabezota… —Siguió hablando en un idioma que Sam no entendía.
Nick levantó una mano.
—Deja de refunfuñar y ponte a trabajar de una vez. Límpiame la casa.
Ash resopló.
—¿Te crees que soy tu criada?
—Sí, don Limpio. Ponte a pasar la bayeta. Las paredes están llenas de sangre y vísceras que están empezando a manchar el papel pintado.
Sam se quedó de piedra al ver que Ash dejaba que alguien le hablase de esa manera, ya que aceptó la falta de respeto de Nick como si nada.
—Debería haberte dejado en coma. —Ash volvió a golpear el suelo con su báculo y todo recuperó su aspecto original.
Nick se lamió los colmillos.
—Gracias… capullo.
Ash pasó de él y se acercó a Sam, que tragó saliva al recordar la conversación entre Artemisa y Apolo.
«Aquerón es un puto.»
Hasta cierto punto tenía sentido. Era evidente que se movía con los gestos de una cortesana entrenada: lentos, seguros y elegantes. Además, su magnetismo sexual era antinatural. Parecía un león en la sabana. Una criatura tan hermosa que daban ganas de acariciarla, a sabiendas de que se podía perder el brazo en caso de intentarlo.
Sí, así era Aquerón.
Ash le cogió la mano y le miró la palma marcada.
Dev se colocó detrás de ella.
Ash guardó silencio un buen rato. La miró a los ojos y luego miró a Dev.
—¿Qué opináis de esto?
Sam se mordió el labio.
—Creo que la pregunta importante es qué opinas tú —contestó ella.
La mano de Ash tembló bajo la suya.
—No puedo recuperar tu alma, Sam. Es imposible. Artemisa no me la dará.
Las esperanzas de Sam se desinflaron al instante.
—Lo has hecho para otros —le recordó.
Ash asintió con la cabeza.
—Sí, pero las cosas han cambiado y Artemisa ya no me dará más almas.
En fin, tampoco pasaba nada, pensó. No quería ser humana.
—¿Puedo seguir siendo una Cazadora Oscura si estoy emparejada? —le preguntó.
Ash miró a Ethon y a Chi.
—Las normas están por algo. Sigues al servicio de Artemisa, y es una diosa muy celosa. Si se entera de esto… No te gustará verla tan cabreada, en serio. Si te soy sincero, no sé qué puede hacer si se entera. Pero a fin de cuentas es decisión tuya. No puedo tomarla por ti.
Sam apretó los dientes.
—¿Estás seguro de que no puedes recuperar mi alma?
—Estoy seguro, y lo siento mucho.
Nick miró a Ash con cara de asco.
—Alégrate de que sea mejor amigo que tú, porque de lo contrario les diría por qué no puedes ayudarla… Aquerón. Pero no te quitaré lo que más quieres. Mi madre me educó para ser una buena persona.
Los turbulentos ojos de Ash relampaguearon.
—Aunque sabes el motivo, no lo entiendes, Nick. Y esa es una diferencia sustancial. No sabes cómo es el mundo cuando se está solo y sin nadie que te proteja. Rezaré para que nunca lo sepas. La única lección que no puedo enseñarte, que no pueden enseñarte ni Chi ni Takeshi, es a no juzgar tan duramente a los demás. Como acabas de decir, tu madre te educó para ser una buena persona, y ensucias su memoria cada vez que me insultas.
Nick gritó enfurecido antes de abalanzarse sobre Ash, que extendió el brazo y lo sujetó con un escudo invisible.
—Cajun, algún día contarás con el poder de destruirme. Pero ese día todavía no ha llegado. —Y tras decir eso, desapareció.
Nick estaba tan furioso que incluso temblaba.
—Sois unos imbéciles por seguirlo ciegamente cuando ni siquiera sabéis lo que es.
Ethon meneó la cabeza.
—Te equivocas, Gautier —dijo—. Sé perfectamente lo que es.
—¿En serio? —se burló Nick—. ¿El qué?
—Mi amigo. Eso es lo único que me importa.
Nick resopló.
—Eres un imbécil, Stark. También era amigo mío y me destrozó la vida.
—Lo siento mucho. Pero hasta que me traicione, le debo mi lealtad. —Ethon se colocó junto a Sam y con una sonrisa triste le cogió la mano marcada.
En ese momento Sam recordó el día que se casó con Ioel. Ethon también estuvo presente. De pie, junto a ella, tal como estaba en ese momento.
El espartano le besó los nudillos.
—Me alegro por ti, hermanita. Si Artemisa te busca las cosquillas, avísame. Lucharé a tu lado a cualquier hora.
Porque la quería.
A Sam le temblaron los labios por esa verdad que él no quería que supiera, aunque la hubiera visto con una claridad meridiana. Estaba enamorado de ella desde mucho antes de que murieran. La quería tanto que estaba dispuesto a guardarse sus sentimientos para no empañar su felicidad. Y era un amor que ella jamás podría corresponder.
Porque siempre lo vería como a un hermano, nada más.
La vida era injusta, y tal como solía decir Aquerón, los sentimientos no entendían de razones. Ethon se merecía a alguien que pudiera corresponder su amor con la misma pasión que ardía en su interior y deseó que encontrara a esa mujer algún día.
Le dio un apretón en la mano.
—Te quiero, Ethon.
Lo vio tragar saliva.
—Como un hermano, lo sé —replicó él. Le tendió la mano a Dev—. Cuídala, oso. Te diría que si no lo haces te voy a dar una paliza, pero ella pelea mejor que yo.
Dev soltó una carcajada.
—Gracias, Ethon.
El espartano inclinó la cabeza antes de echar a andar hacia la puerta.
—Hora de patrullar. Hay daimons sueltos por las calles y humanos idiotas dispuestos a servirles de comida. ¿Vienes, Chi?
—Esta noche me toca cuidar de Nick.
—Pues buena suerte. Que los dioses te protejan. No mates a este gilipollas impertinente. —Y se marchó.
Nick dio un paso al frente con expresión hosca, aunque acabó sonriendo.
—Felicidades a los dos. —Para sorpresa de Sam, les estrechó la mano a ambos.
Se alegraba de verdad por ellos.
Chi sonrió.
—Me alegro muchísimo por vosotros. Ojalá que Aquerón se equivoque y Artemisa sea comprensiva en vuestro caso. —Se volvió hacia Nick—. ¿Preparado para empezar con la clase?
El aludido negó con la cabeza.
—Esta noche no. Tengo que hacer otra cosa.
—Nick… —dijo, regañándolo—. Tienes que aprender. Todavía eres muy vulnerable.
—Sí, pero un buen amigo me dijo una vez que a veces hay que pensar primero en los demás. Esta noche es una de esas ocasiones.
Sam frunció el ceño al detectar un deje extraño en la voz de Nick antes de que se teletransportara y los dejara a solas con Chi.
—¿Qué le estás enseñando?
Chi suspiró.
—Demonología.
Era una habilidad impresionante y muy inusual.
—¿Tiene tus mismos poderes?
—No. Los míos son ridículos en comparación, pero tiene que comprender por qué los otros van tras él. —Chi apretó los labios mientras reflexionaba sobre un tema que la tenía preocupada. Cuando habló, Sam detectó un deje receloso en su voz—: Cuanto más tiempo paso con él, más me asusta. A veces es muy amable, pero en ocasiones da la sensación de que algo se apodera de él. Algo tan perverso que me pone los pelos como escarpias. —Meneó la cabeza—. Son cosas mías, no dejéis que os estropee la noche. Tenéis muchas cosas de las que hablar. ¡Fuera! Id a disfrutar del momento. Ya hablaremos después.
Sam la saludó con una inclinación de cabeza.
—Te quiero, Chi.
—Yo también te quiero, cariño.
—¿Estás lista? —preguntó Dev.
—¿Para qué?
La teletransportó a su dormitorio.
Sam se estremeció al sentir una arcada.
—Detesto viajar de esa manera. No me sienta nada bien.
—Lo siento. Estaba deseando quedarme a solas contigo y era la forma más rápida de llegar.
Sam se mordió un labio mientras se lo comía con los ojos.
—Eso me suena.
Dev le dio un tierno beso en los labios.
—Bueno, ¿qué quería Stryker?
—Información sobre su padre y saber cómo romper la maldición.
—¿Se lo dijiste?
Asintió con la cabeza.
—Le dije la verdad: es imposible romper la maldición. Y también le dije que su padre sigue preocupándose por él, incluso después de todo lo que ha pasado.
Dev silbó por lo bajo.
—Seguro que no se lo tomó muy bien.
Sam guardó silencio mientras analizaba la cuestión.
—Se lo tomó mejor de lo que esperaba, pero tengo la sensación de que esto no ha terminado.
—¿A qué te refieres?
—Los daimons siguen tolerando la luz del sol y nosotros somos sus enemigos. Tarde o temprano atacarán a todos los Cazadores Oscuros, y Stryker me parece demasiado decidido para darse por vencido. Creo que está tramando algo todavía más siniestro.
—Ojalá te equivoques.
Ella deseaba lo mismo. Pero el instinto le decía lo contrario, y nunca se había equivocado. Habían ganado esa batalla.
Pero la guerra continuaba.