11

—¿Mamá?

Sam se despertó de repente al escuchar la vocecilla de un bebé que apenas sabía hablar. Siguió en la cama, preguntándose si sería un sueño.

No lo era.

—Calla, corazón, habla bajito. Tenemos invitados. —Kerryna siguió hablando con el tono de voz suave tan característico de las madres hasta que su voz se perdió por el pasillo.

Sam soltó un taco. Si volvía a ver o a escuchar a otro niño más…

Parecía que los dioses últimamente se entretenían torturándola. Abrumada por el dolor, se encontraba al borde de las lágrimas. ¿Por qué no había podido criar a sus hijos? ¿Por qué no había podido verlos crecer y abrazarlos durante todos los días de su vida? Ese era el plan. Envejecer junto a Ioel…

¡Qué asco de dioses!

No. La culpable de que lo hubiera perdido todo era su hermana y eso no cambiaba nada. El dolor seguía presente, descarnado y brutal.

Supéralo, amazona. Eres una Cazadora Oscura, se dijo.

Era la madre de la raza humana que protegía. Salvaba sus vidas aun cuando fue incapaz de salvar las vidas de su propia familia. La ironía de ese detalle llevaba siglos torturándola. Y fue lo que le otorgó la fuerza para degollar a su hermana mientras la muy zorra le suplicaba clemencia.

Clemencia, ¡y una mierda!

Ya no sabía lo que era eso. Hacía mucho que lo había olvidado. Desde que cruzó al otro lado y vio los horrores que la vida no solo le había deparado a ella, sino a muchísimas otras personas más. Las imágenes del pasado la abrasaron y la dejaron dolorida. Presa del anhelo.

Por favor, que alguien me ayude, rogó.

Un suave ronquido la devolvió al presente y se dio cuenta de que tenía un musculoso y pesado brazo encima, sujetándola de forma protectora. Se dio cuenta de que estaba pegada a un cuerpo calentito.

Dev.

El oso la abrazaba como si fuera muy importante para él. Como su marido la abrazaba en otra época…

La abrumó una oleada de ternura. ¡Cómo había añorado despertarse de esa forma! La cercanía de un cuerpo masculino, su abrazo. La aspereza del vello de sus piernas. La dureza de una erección contra la cadera. No entendía por qué le gustaba estar con Dev. Porque la sacaba de quicio. La mangoneaba, cosa que odiaba con todas sus fuerzas, y era el típico tío salido.

Era arrogante. Cabezón…

Y había arriesgado su vida para salvarla. Ni siquiera tenía por qué seguir a su lado, pero… ahí estaba.

Como un osito de peluche. La idea le hizo gracia. Porque no había nada blandito en Dev. Su cuerpo era grande y era todo músculo.

Clavó la mirada en el tatuaje del doble arco y la flecha que llevaba en el brazo. Aunque no había hecho el sacrificio que sí había hecho ella, Dev comprendía el motivo. Tragó saliva.

No quiero seguir muerta, pensó.

Llevaba demasiado tiempo sola. Llevaba tragándose las lágrimas y aguantando el dolor durante siglos. Nada la había aliviado.

Hasta ese momento. Por algún motivo que no alcanzaba a entender, Dev mitigaba el dolor que sentía. De una forma extraña, lograba mejorar las cosas con su retorcido sentido del humor y su particular visión de la vida.

Pero entre ellos no podía haber nada. Ella era una Cazadora Oscura y él, un centinela arcadio. Supuestamente debían ser enemigos.

Sin embargo, no era eso lo que sentía. En ese instante, protegida por su brazo mientras percibía el roce de su aliento en la piel, lo deseaba. Ansiaba disfrutar de la ternura que él le ofrecía. Ansiaba aspirar su olor hasta embriagarse con él.

Dev se despertó mientras recibía el beso más dulce que le habían dado en la vida. Tierno y ardiente a la vez, lo abrasó mientras sentía la desnudez de Sam sobre él. Sus pechos estaban aplastados contra su torso, y eso le recordó lo mucho que le gustaba ser un hombre.

Sam le mordisqueó el labio inferior con los colmillos antes de apartarse para mirarlo a los ojos. Su camisón había desaparecido, lo había arrojado al suelo antes de despertarlo, y el pelo le caía alborotado por delante de los hombros. Sus ojos ya no eran verdes. Era la Cazadora Oscura y en ese momento él estaba encantado de ser su víctima.

Le sonrió.

—Tú sí que sabes cómo despertar a un tío…

La vio negar con la cabeza, de forma que sus rizos se agitaron de una forma maravillosa.

—No. Así se despierta a un tío…

Y antes de que pudiera preguntarle a qué se refería, Sam descendió por su cuerpo e inclinó la cabeza para acariciársela con los labios. El placer fue tal que todo empezó a darle vueltas.

Sí, definitivamente sabía cómo despertar a un tío. Mucho mejor así. Y si todos los días empezaban de esa manera, él firmaría sin pensárselo. Contuvo el aliento al sentir el roce de su lengua un segundo antes de que ella se la metiera en la boca. Se estremeció y puso los ojos en blanco.

Le enterró la mano en el pelo mientras la observaba. Era la mujer más increíble que había conocido en la vida. Le encantaba que no fuera ni tímida ni reprimida en ningún sentido. Porque lo estaba acariciando como si fuera la última vez que pudiera estar con un hombre. Como si estuvieran a punto de morir y esa fuera su última oportunidad para disfrutar de la vida.

Su entrega y su pericia eran increíbles. Le colocó una mano en la mejilla mientras sentía que sus poderes se intensificaban. ¿Qué tenía Sam para aumentar sus poderes de esa forma? Además, había llegado a un lugar donde no había llegado ninguna otra mujer: a su corazón.

Había pasado toda la vida solo. Sí, con mucha gente alrededor, pero sin que nadie lo viera de verdad. Jamás había permitido que alguien se le acercara tanto, ni siquiera sus hermanos. No después de perder a Bastien y a Gilbert. Los idolatraba siendo un cachorro y cuando murieron protegiendo a Aimée…

Nunca había superado sus muertes. No del todo. De ahí que siempre se hubiera mostrado tan protector con su hermana y con su madre. Porque quería que sus hermanos se enorgullecieran de él. Porque quería que supieran que, aunque ellos ya no estaban, ese cachorro desgarbado que habían dejado atrás era capaz de defender a los suyos.

La vida era una mierda. Él lo sabía al igual que lo sabía todo el mundo, pero le repateaba que se hubiera cebado en Sam. Quería aliviar todo el dolor que le habían infligido. Quería apartarla de ese mundo hostil en el que vivían.

Pero en ese instante era ella quien lo estaba apartando del dolor y del sufrimiento.

Sam gruñó mientras saboreaba a Dev. Siempre le había gustado saborear a un hombre. Olerlo. Acariciarlo. Y Dev… era tan dulce como la miel.

Con ganas de más, le dio un último lametón antes de incorporarse y guiarlo hacia su interior. Lo escuchó soltar un gruñido ronco, muy masculino. Le apartó la mano con la que él le estaba acariciando un pecho para poder mordisquearle la yema de los dedos, y comenzó a moverse despacio. ¡Le encantaría poder quedarse así con él para siempre!

Sin embargo, los leones amenazaban con derribar la puerta. Ambos tenían enemigos, y además había un mundo que dependía de ellos para seguir a salvo. Sam tenía muy claro su cometido. Creía en su causa. Sin embargo, en ese preciso instante deseaba algo para sí misma. Un momento de paz, un vínculo.

¿Pedía demasiado?

—Eres preciosa… —le dijo Dev mientras introducía una mano entre sus muslos para aumentar su placer.

Sam aspiró el aire entre dientes.

—¿Todos los osos son así de tiernos?

La pregunta hizo que Dev soltara una carcajada.

—No suelo dormir con otros osos, así que no sabría decirte.

Sam también se echó a reír. Pero la risa murió, arrastrada por una oleada de placer exquisito. Dejó que la embargara por completo, mientras se estremecía.

Hasta que de repente clavó la mirada en el suelo y la realidad se impuso para cortarle el rollo. Pronto oscurecería. Lo percibía. Y tendría que dejarlo para dar caza a los daimons que la perseguían. Por el bien de Dev y por el suyo. No podía permitirse que los daimons volvieran al Santuario, porque eso pondría en peligro a la familia de Dev.

No merecía la pena que corrieran ese riesgo por ella.

¿Por qué no puedo tener un momento de paz?, pensó.

Porque había vendido su alma por el bien del mundo.

Dev percibió que algo había cambiado en Sam. Que se había erigido un muro entre ellos, aunque seguían desnudos y abrazados. Apartó la mano.

—¿Te he hecho daño?

—No, cariño. Más bien todo lo contrario.

Pero sus ojos estaban velados. Por el dolor. Deseó poder librarla de él.

Se sentó para abrazarla mientras ella seguía frotándose contra él. Enterró la cara en su cuello y degustó su sabor al tiempo que la acariciaba, siguiendo el compás de sus caderas. Su olor lo estaba convirtiendo en un oso salvaje.

Sam estaba encantada entre los brazos de Dev. Le pasó las manos por el pelo y enterró los dedos en sus rizos. ¡Por todos los dioses, estaba para comérselo! No todos los días se tenía la suerte de encontrar a un hombre como él.

Dev salió de ella con un gruñido y la miró de una forma tan ardiente que la puso a mil. Antes de que pudiera preguntarle qué le pasaba, la cambió de postura y la dejó tendida de costado en la cama. Acto seguido, usó una rodilla para separarle los muslos y la penetró desde atrás. La abrazó y se hundió en ella hasta el fondo.

Sam se sentía expuesta, pero al mismo tiempo poderosa.

—¿Qué estás haciendo?

Dev le rodeó un pecho con una mano mientras le susurraba al oído:

—Así es como un oso lo hace con su mujer.

Sam perdió el hilo de sus pensamientos en cuanto Dev aumentó el ritmo de sus embestidas, intensificando de ese modo el placer. No sabía si se debía a sus poderes o a qué, pero nunca había experimentado nada igual. Cada envite de sus caderas la hacía experimentar un éxtasis sublime.

El orgasmo fue el más intenso de su vida.

Escuchó que Dev reía contra su oreja antes de correrse también. Después, siguió enterrado en ella, abrazándola y con la respiración alterada. Su calor la rodeaba y hacía que se sintiera maravillosamente protegida y, por raro que pareciera, también la llevaba a creer que sus heridas se habían curado.

Sam sentía los latidos del corazón de Dev en la espalda mientras disfrutaba del momento y de su calor corporal.

—Con razón estás siempre salido. Esto se te da genial.

Dev le apartó el pelo de la cara para darle un beso muy tierno en la mejilla.

—Samia, no estropees el momento. Nunca lo había hecho así con una mujer. Lo reservamos para nuestras parejas.

—¿Y por qué lo has hecho conmigo?

—Porque aunque parezca raro, lo que siento por ti no lo había sentido por nadie. Por regla general, no suele gustarme la gente. Tolero a mi familia, pero a la hora de la verdad prefiero estar solo. Eres la única mujer a la que he buscado.

¿Y si se arriesgaba a creerlo? Le parecía imposible, pero…

Quería que fuera cierto, porque comprendía lo que le estaba diciendo. Ella sentía lo mismo.

—¿Por qué?

Dev le dio un beso en la nariz.

—Ni idea. Sin contar a mi hermana y a mis sobrinas, eres la mujer más exasperante que conozco. La única explicación que se me ocurre es que o estoy mal de la cabeza o soy masoquista.

Sam le dio un codazo en el estómago.

—¡Ay! —Se quejó justo cuando su móvil sonaba—. ¿Ves a lo que me refiero? Debo de ser adicto al maltrato para soportarte. —Alargó el brazo por encima de ella para coger el teléfono, que estaba en la mesilla. La posición hizo que su pelo cayera sobre Sam. La miró con una mezcla de ternura y malicia—. Sé buena conmigo, amazona, o te tocaré con mi teléfono y te concederé el don de ver visiones.

—Sí, me lo creo.

Dev sonrió y después rodó sobre el colchón para contestar.

Sam se arropó con la sábana, momento en el que se dio cuenta de que si bien había recuperado sus poderes, no percibía nada procedente de ellas.

¿Qué estaba pasando? ¿Por qué no le llegaban los pensamientos y emociones de la gente?

—¿Estás seguro? —Dev se apartó el pelo de la cara y se rascó la cabeza mientras escuchaba a quienquiera que estuviera al otro lado de la línea—. Sí, vale. Me fiaré de ti. Estaremos atentos y si pasa algo, te aviso. —Cortó la llamada y la miró—. Según Ash, no fue Nick quien dejó entrar a los daimons.

—¿Cómo?

—Asegura que fue alguien que se hizo pasar por él.

Sam hizo un mohín con la nariz mientras repasaba la conversación que mantuvo con el supuesto Gautier.

—No sé. El Nick que vimos me pareció muy convincente.

—Cierto, pero Ash no nos mentiría. Puede que nos oculte cosas, pero no miente, mucho menos sobre algo así.

Eso era cierto. Y en ese instante recordó esa sensación extraña que había percibido sobre Nick, avisándola de que algo iba mal. ¿Porque era un impostor?

—Y si no era Nick, ¿quién era?

—Esa es la pregunta para la que nadie tiene respuesta.

Sam apoyó la espalda en el cabecero de bronce de la cama mientras analizaba el problema.

—¿Por qué presentarse como Nick? ¿Para intentar volvernos en su contra?

—Es posible. Para meter cizaña entre él y la gente que lo protege.

—Pero ¿por qué? —Por más vueltas que le diera al asunto, no alcanzaba a entender para qué querría inculpar alguien a Gautier.

—A lo mejor es tan simple como que querían acercarse a ti y él era el único por el que podían hacerse pasar.

Era posible y Dev tenía razón. Con lo recelosos que estaban dadas las circunstancias, sería muy difícil acercarse a ellos.

—¿Por qué no limitarse a atacar?

—A lo mejor no querían atacar a mi familia. Haciéndose pasar por Nick, pudo llegar hasta el dormitorio donde estabas tú para abrir el portal. Así se derramaba menos sangre que si entraban por la puerta principal y se abrían camino hasta ti peleando.

Otro motivo de peso.

Alguien llamó a la puerta.

Dev usó sus poderes para vestirse al tiempo que le arrojaba un cobertor a ella para que se tapara.

—Adelante.

Su rápida reacción sorprendió a Sam. Ese hombre era muy habilidoso en más de un sentido.

Un caronte abrió la puerta, cargado con una enorme bandeja con comida.

—Xedrix ha pensado que a lo mejor tenéis hambre.

Sam miró a Dev con una sonrisa.

—No sé tú, pero yo estoy famélica.

Dev sonrió y salió de la cama para coger la bandeja. Estaba a punto de alcanzarla cuando el caronte se la tiró a la cara y la usó para estamparlo contra la pared. Dev le dio un cabezazo en la frente, pero el demonio no pareció acusar el golpe. Lo agarró del pelo y le dio un mordisco en el cuello, tan profundo que le arrancó el trozo de carne.

Dev trastabilló hacia atrás con tal hemorragia que supo que en cuestión de minutos acabaría desangrado. Se alejó a trompicones y usó sus poderes para conseguir una toalla con la que intentó taponar la herida.

Aunque seguía desnuda, Sam saltó de la cama y atacó al demonio con una patada de tijera mientras Dev se esforzaba por seguir consciente. No iba a permitir que volviera a hacerle daño. Ni hablar.

Dev usó sus poderes para vestirla con unos vaqueros, unas botas y una camiseta de manga corta. Aunque le gustaba verla desnuda, sabía que ella se lo agradecería. De la misma forma que él le agradecía que saliera en su defensa sin demostrar el menor pudor.

¿Por qué narices no consigo detener la hemorragia?, se preguntó.

Era como si el mordisco fuera acompañado de algún hechizo para garantizar que no sobreviviera a la herida.

El caronte se abalanzó sobre Sam.

Ella lo aferró por la barbilla y le asestó tres puñetazos seguidos en la nuez. El demonio se alejó tosiendo. Sam lo persiguió a puñetazos mientras esquivaba sus mordiscos con gran destreza y lo atacaba como una profesional.

Su habilidad sorprendió a Dev, pero ya era hora de ponerle fin al episodio mientras pudiera. De modo que se unió a la lucha, dispuesto a arrancarle la cabeza al caronte.

No voy a permitir que un puto demonio me mate y se vaya de rositas, pensó.

Si caía, el caronte se iba al infierno con él.

El demonio se echó a reír mientras levantaba a Dev con una mano y lo lanzaba contra la pared, a más de metro y medio de altura. Acto seguido, se volvió hacia Sam y la abrazó. En un abrir y cerrar de ojos, ambos desaparecieron.

Dev se quedó ensangrentado en el suelo, espantado y atónito por lo que acababa de pasar.

El demonio acababa de llevarse a Sam del plano humano.