[1] Es inexacta la noticia de los primeros versos. De Quincey (Writings, tercer volumen, página 293) anota que, según la nomenclatura judía, la penumbra del alba tiene el nombre de penumbra de la paloma; la del atardecer, del cuervo. <<
[2] En esta página de dudoso valor asoma por primera vez una idea que me ha inquietado siempre. Su declaración más cabal está en «Sentirse en muerte» (El idioma de los argentinos, 1928) y en la «Nueva refutación del tiempo» (Otras inquisiciones, 1952).
Su error, ya denunciado por Parménides y Zenón de Elea, es postular que el tiempo está hecho de instantes individuales, que es dable separar unos de otros, así como el espacio de puntos. <<
[3] Al escribir este poema, yo no ignoraba que un abuelo de mis abuelos era antepasado de Rosas. El hecho nada tiene de singular, si consideramos la escasez de la población y el carácter casi incestuoso de nuestra historia.
Hacia 1922 nadie presentía el revisionismo. Este pasatiempo consiste en «revisar» la historia argentina, no para indagar la verdad sino para arribar a una conclusión de antemano resuelta: la justificación de Rosas o de cualquier otro déspota disponible. Sigo siendo, como se ve, un salvaje unitario. <<
[*] Los asteriscos muestran diversos cambios entre la edición de 1969 y la de 1923. <<
[*] Los asteriscos muestran diversos cambios entre la edición de 1969 y la de 1923. <<
[*] Los asteriscos muestran diversos cambios entre la edición de 1969 y la de 1923. <<
[*] Los asteriscos muestran diversos cambios entre la edición de 1969 y la de 1923. <<
[*] Los asteriscos muestran diversos cambios entre la edición de 1969 y la de 1923. <<