Llaneza

A Haydée Lange

Se abre la verja del jardín

con la docilidad de la página

que una frecuente devoción interroga

y adentro las miradas

no precisan fijarse en los objetos

que ya están cabalmente en la memoria.

Conozco las costumbres y las almas

y ese dialecto de alusiones

que toda agrupación humana va urdiendo.

No necesito hablar

ni mentir privilegios;

bien me conocen quienes aquí me rodean,

bien saben mis congojas y mi flaqueza.

Eso es alcanzar lo más alto,

lo que tal vez nos dará el Cielo:

no admiraciones ni victorias

sino sencillamente ser admitidos

como parte de una Realidad innegable,

como las piedras y los árboles.