Un Senador se entregó a las siguientes meditaciones: «Con el dinero que obtendré por mi voto a favor del proyecto para subvencionar criaderos de gatos, podré comprar un juego de herramientas de ladrón y abrir un banco. El producto de esa empresa me permitirá conseguir un largo barco negro, enarbolar la bandera de la calavera y las tibias y dedicarme al comercio en alta mar. Con las ganancias de esa actividad podré pagar la Presidencia, que a 50.000 dólares por año me dará en cuatro años…».
Pero tanto tardó en hacer el cálculo que el proyecto para subvencionar criaderos de gatos pasó sin su voto y no tuvo más remedio que volver honrado ante sus electores, atormentado por una conciencia limpia.