Un Juez fue despertado por el ruido de un fiscal que acusaba a un Ladrón. Montando en cólera, ya iba a condenar al Ladrón a cadena perpetua cuando este último dijo:
—Le ruego que me deje en libertad; algún día le devolveré el favor.
Contento y halagado por el soborno, aunque sólo era una promesa hueca, el Juez lo puso en libertad. Poco después descubrió que era más que una promesa hueca pues, convertido ahora en Ladrón, fue salvado por el otro que ahora era Juez.