Una Liebre que había ridiculizado los lentos movimientos de una Tortuga, fue desafiada por esta a disputar una carrera en la que un Zorro, situado en la meta, oficiaría de juez. Salieron al mismo tiempo, la Liebre al máximo de velocidad y la Tortuga, que no tenía otra intención que obligar a su antagonista a realizar un esfuerzo, sin ninguna prisa. Después de caminar un rato, la Tortuga descubrió a la Liebre tendida al borde del camino, aparentemente dormida, y al ver en eso una oportunidad de ganar la carrera se esforzó al máximo, y llegó a la meta horas más tarde, muy fatigada y atribuyéndose la victoria.
—No, te equivocas —dijo el Zorro—; la Liebre estuvo aquí hace rato y volvió al camino a darte ánimos.