Un Hombre encontró una Víbora congelada y se la puso contra el pecho.
—La frialdad del corazón humano —dijo, con una sonrisa— la conservará en las presentes condiciones hasta que llegue a casa y la reanime en las brasas.
Pero los placeres de la esperanza le encendieron de tal modo el corazón que la Víbora se descongeló, y tras deslizarse hasta el suelo saludó cortésmente al hombre y se marchó a toda velocidad.