Enterado de que el Estado iba a ser invadido por un ejército hostil, el Corcel de Guerra de un Coronel de la Milicia ofreció sus servicios a un Molinero que pasaba por el lugar.
—No —dijo el patriótico Molinero—, no emplearé a nadie que deserte de su posición en la hora del peligro. Es dulce morir por la patria.
El sentimiento le resultaba conocido, y al mirar al Molinero con más atención el Corcel de Guerra reconoció a su amo disfrazado.