Un Perro que atravesaba un arroyo sobre un tablón, vio su propio reflejo en el agua.
—¡Bestia fea! —gritó—. ¿Cómo te atreves a mirarme de ese modo insolente?
Lanzó un zarpazo al agua, y agarrando lo que, supuso, era el labio del otro perro, levantó un buen trozo de carne que un hijo de un carnicero había tirado a la corriente.