Un León iba a atacar a un Asno que rebuznaba cuando sonó, allí cerca, el cacareo estridente de un Gallo, y el León echó a correr.
—¿Qué lo ha asustado? —preguntó el Asno.
—Mi voz produce un terror supersticioso a los Leones —respondió el Gallo, orgulloso.
—Bueno, bueno, bueno —dijo el Asno, meneando la cabeza—: hay que pensar que un animal que se asusta de tu voz y que no abomina de la mía debe de tener un oído bastante especial.