44. El Deportista y la Ardilla

Un Deportista que había herido a una Ardilla que hacía desesperados esfuerzos por escapar arrastrándose, la persiguió con un palo gritando:

—¡Pobrecita! La sacrificaré para que no sufra más.

En ese momento la Ardilla, agotada de tanto correr, se detuvo, y mirando a su enemigo dijo:

——No me atrevo a dudar de la sinceridad de tu compasión, que es un poco tardía, pero creo que careces de la facultad de la observación. ¿No te dicen mis acciones que mi mayor deseo es seguir sufriendo?

Desenmascarada su hipocresía, el Deportista sintió tanta vergüenza y remordimiento que no se atrevió a golpear a la Ardilla, pero se la señaló al perro y se alejó de allí pensativo.