31. Su Majestad de Cagada de Mosca

Un Distinguido Defensor de las Instituciones Republicanas fue sorprendido mientras metía los pies en el mar.

—¿Por qué no viene a tierra firme? —dijo el Espectador—. ¿Para qué está ahí?

—Señor —respondió el Distinguido Defensor de las Instituciones Republicanas—, se espera la llegada de un barco que trae a Su Majestad el Rey de las Islas de Cagada de Mosca, y quiero ser el primero en estrechar la mano de la corona.

—Pero —dijo el Espectador— usted aseguró en su famoso discurso ante la Sociedad para la Prevención de los Clavos que Asoman en los Tablones de los Andenes que los reyes eran opresores sanguinarios y holgazanes empedernidos.

—Mi querido señor —dijo el Distinguido Defensor de las Instituciones Republicanas, sin apartar los ojos del horizonte—, ¡me sale usted con las cosas más extrañas! Yo hablaba de los reyes en abstracto.