Una Escoba que durante mucho tiempo había servido como corcel de una bruja, se quejó de la naturaleza de su empleo, que consideraba degradante.
—Muy bien —dijo la Bruja—, te daré un trabajo en el que entrarás en contacto con el intelecto, con el cerebro. Te regalaré a un ama de casa.
—¡¿Qué?! —dijo la Escoba—. ¿Consideras que las manos de un ama de casa son intelectuales?
—Me refería —dijo la Bruja— a la cabeza del bueno de su marido.