En el lecho de muerte, un hombre llamó a su mujer y le dijo:
—Pronto te dejaré para siempre; dame, por lo tanto, una última prueba de afecto y fidelidad, ya que según nuestra santa religión un hombre casado, para poder entrar en el cielo, debe jurar que nunca se ha manchado con una mujer indigna. En mi mesa encontrarás una vela carmesí que fue bendecida por el sumo sacerdote y tiene un especial significado místico. Júrame que mientras esa vela exista no te volverás a casar.
La Mujer juró y el Hombre murió. Durante el funeral, la Mujer no se apartó de la cabecera del féretro, sosteniendo en la mano una vela carmesí encendida hasta que se consumió del todo.