Vida y tiempo

Y llegamos con esto quizá a lo más importante: que la estructura ontológica de la vida contiene como su nervio fundamental, su raíz, algo que es precisamente lo más opuesto, polarmente opuesto, al tipo del ser estático y quieto de Parménides. La vida en su raíz contiene el tiempo. La existencia, el ser de la existencia humana –hablando en términos de Heidegger– o lo que equivale a lo mismo: la estructura ontológica de la vida, es el tiempo. Pero vamos poco a poco. Tiempo es una palabra que significa muchas cosas. Debemos distinguir dos clases de tiempo: el tiempo que hay «en» la vida y el tiempo que la vida «es». En la vida está el tiempo de la física, el tiempo de la astronomía, el tiempo de la teoría de la relatividad. Ese es un tiempo que está en la vida, lo mismo que los objetos reales, los objetos ideales y los valores están en la vida. Y lo mismo que estos objetos, son entes secundarios y derivados, entes inauténticos y relativos (siendo la vida que los contiene a todos el único ente absoluto y auténtico) del mismo modo el tiempo que está «en» la vida es un tiempo inauténtico y relativo; es el tiempo de las ciencias físicas, de las ciencias astronómicas. En ese tiempo, el pasado da de sí al presente, y dando de sí el pasado al presente va creándose el futuro. El futuro, en ese tiempo, es el resultado del pasado y del presente; es la conclusión del proceso comenzado. Pero ese tiempo que está en la vida es tiempo pensado, excogitado para abrazar en él al ser inauténtico y derivado, el ser de los entes particulares; ese tiempo no es el tiempo que constituye la vida misma. Por eso les proponía a ustedes que distinguiésemos entre el tiempo que está «en» la vida y el tiempo que la vida «es». Y he aquí lo curioso y lo extraño; que el tiempo que la vida es, consiste exactamente en la inversión del tiempo que en la vida está. Si ustedes invierten el tiempo de la astronomía tienen el tiempo que constituye la osatura de la vida. Si ustedes imaginan o piensan un tiempo que comience por el futuro y para quien el presente sea la realización del futuro, es decir, para quien el presente sea un futuro que viene a ser, o como dice algo abstrusamente Heidegger, un «futuro sido», ése es el tiempo de la vida. Porque la vida tiene esto de particular: que cuando ha sido, ya no es la vida; que cuando la vida ha pasado y está en el pretérito, se convierte en materia solidificada, en materia material o materia sociológica, en ideas ya hechas, anquilosadas, en concepciones pretéritas que tienen la presencia e inalterabilidad, el carácter del ser parmenídico, el carácter del ser eleático, de lo que «ya» es y de lo que es idéntico, del ser o ente secundario y derivado. Pero la vida no es eso. La vida, tan pronto como ha sido, deja de ser. La vida es propiamente esa anticipación, ese afán de querer ser; esa anticipación del futuro, esa preocupación que hace que el futuro sea, él, el germen del presente. No como en el tiempo astronómico, donde el presente es el resultado del pasado. El pasado es el germen del presente en el tiempo astronómico, que está «en» la vida; pero el tiempo vital, el tiempo existencial en que la vida consiste, es un tiempo en donde lo que va a ser está antes de lo que es; lo que va a ser trae lo que es. El presente es un «sido» del futuro; es un futuro sido. Realmente no se puede expresar mejor que lo hace Heidegger en estas palabras; sólo que necesitaban alguna explicación. El futuro sido que es el presente, nos hace ver la vida como tiempo, esencialmente como tiempo; y como tiempo en el cual la vida, al ir siendo, va consistiendo en anticipar su ser de un modo deficiente, para llegar a serlo de un modo eficiente. La vida, pues, es una carrera; la vida es algo que corre en busca de sí misma; la vida camina en busca de la vida y el rastro que deja tras de sí después de haber caminado, es ya materia inerte, excremento. Así, pues, el tiempo es el que constituye esa esencia. ¿Qué es el ser parmenídico? El ser sin tiempo. ¿Qué es el ser existencial de la vida? Es el ser con tiempo, en donde el tiempo no está alrededor y como bañando a la cosa, cual sucede en la astronomía. En la astronomía el tiempo está ahí, alrededor de la cosa; pero la cosa es lo que es, independientemente del tiempo que junto a ella transcurre. En cambio aquí, en la vida, el tiempo está dentro de la cosa misma; el ser mismo de la cosa consiste en ser temporal, es decir, en anticiparse, en querer ser, en poder ser, en haber de ser. Y entonces, cuando este poder ser y haber de ser, es; cuando el futuro se convierte en futuro sido, en ese instante lo que «ya» es el excremento de la vida y la vida sigue su curso en busca de sí misma, a lo largo de ese infinito futuro infinitamente fecundo.