Pero, este mundo amanual de cosas, con las cuales vivimos, presenta a veces resistencia a nuestros deseos. Yo voy andando por la calle y me doy un golpe con algo; yo me como un fruto en el bosque y resulta que me hace daño, me duele; y entonces, esta resistencia que en el mundo amanual el hombre siente, le plantea al hombre problemas y entonces, el hombre dice: ¿Qué es esto? Tan pronto como el hombre ha pronunciado estas palabras: ¿qué es esto? la primera capa de este mundo, del mundo amanual, desaparece y entonces ya no son cosas las que hay, sino puntos de interrogación, problemas. Aparece otro mundo; ese mismo de antes, el mismo, pero ahora ya problemático, donde cada cosa se ha convertido en un problema. ¿Qué es el árbol? ¿Qué es el fruto? ¿Qué es la piedra? ¿Qué es el aire? ¿Qué es la luz? Todo se ha convertido en un problema; y el hombre, entonces, en él, advierte que busca lo que es cada una de esas cosas, y entonces cada una de esas cosas, presenta ahora dos caras: una cara, la de cosa en el mundo amanual, pero otra cara, la de eso que ella es, y que no sé todavía lo que es, y que está detrás de la cosa primaria en el mundo amanual. Ahí está el árbol; yo me guarezco en él; yo como sus frutos. Pero ahora, me digo: ¿qué es el árbol? Y, entonces, el ser del árbol, que no tengo y ando buscando, se me aparece como algo que está detrás del árbol; y yo tengo que ir allí, literalmente a descubrirlo, como si las cosas del mundo amanual fuesen otros tantos velos que, tan pronto como se hace la pregunta ¿qué es?, se descorriesen, se descubriesen. y en el fondo de ese descubrimiento está la esencia. Este segundo mundo de preguntas y de problemas, pudiéramos llamarlo el mundo teorético, empleando la palabra en el sentido contemplativo que tiene en griego; o bien podríamos llamarlo el mundo problemático, el mundo de los problemas, o bien, el mundo dado. Dado, mejor dicho, propuesto a la investigación, al pensamiento.