Podríamos aquí, en este momento, distinguir entre yo que vivo y el mundo o conjunto de lo que hay para mí; podríamos aquí, en este instante, distinguir entre yo y lo otro; y entonces podríamos preguntarnos: ¿qué relación de ser, qué relación ontológica hay entre yo y lo otro? Pero esta distinción entre yo y lo otro, es una distinción válida, aceptable en la vida misma, dentro de la vida. Psicológicamente el yo, viviendo su vida consiste, precisamente, en estar entre cosas. Pero ontológicamente esta distinción es inválida. Pues, ¿qué? ¿No hemos perseguido durante los siglos que vienen desde Parménides hasta Kant, precisamente, los esfuerzos de la metafísica para verificar esta distinción? Los realistas dicen: «Si yo me elimino, quedan las cosas». Los idealistas dicen: «Si yo me elimino, elimino también las cosas». Pero hemos visto que, justamente, esta contraposición de las dos doctrinas, es lo irremediablemente falso en ellas. Porque, yo no me puedo eliminar manteniendo las cosas. Si yo me elimino, no hay cosas; en eso tiene razón el idealismo. Pero por otra parte, si elimino las cosas, no queda el yo; y en eso tiene razón el realismo. El yo y las cosas no pueden, pues, distinguirse y separarse radicalmente; sino que ambos, el yo y las cosas, unidos en síntesis inquebrantable constituyen mi vida. Y yo no vivo como independiente de las cosas, ni las cosas son como independientes de mí; sino que vivir es –como dice Heidegger ( el más grande filósofo que tiene hoy Alemania) y aunque empleando otra terminología– vivir es estar en el mundo; y tan necesarias son para mi existencia y en mi existencia las cosas con que vivo, como yo viviendo con las cosas. Por consiguiente el efugio que consistiría en cortar la vida en dos –el yo y las cosas– y plantear el problema ontológico alternativamente sobre el yo y sobre las cosas, conduciría a la disputa secular entre idealismo y realismo. Pero eso es porque se ha cortado arbitrariamente la auténtica realidad que es la vida; y la vida no permite ese corte en dos: yo y las cosas. Sino que la vida es estar en el mundo; y tan necesaria y esencial es para el ser de la vida la existencia de las cosas, como la existencia del yo. Por consiguiente, señores, ni realismo, ni idealismo, pues la vida no tolera división y por lo tanto ejemplifica en sí misma un cuarto tipo de objeto, que no puede reducirse ni a cosas ni a objetos ideales, ni a valores; y que es lo que llamaríamos, por lo menos provisionalmente, objeto metafísico.