Nuestra vida

. ¿Es que hemos terminado con esto? ¿Es que con esto está ya dicho todo lo que hay en mi vida? No, por cierto. Pues, si sentado al pie de este árbol fecundo y fructífero (para la ontología) me dedico a hacer ahora algunas reflexiones más desinteresadas todavía, porque comprenden la totalidad de lo que hay en mi vida, reflexiones de carácter completo y total, me encuentro con que además de esas tres esferas de objetos, hay mi propia vida, hay el conjunto de todas ellas en mi vida, hay mi vida misma. Y mi vida misma, diré al pronto, ¿no será uno de esos tres objetos? Y encuentro que no. Porque mi vida no es una cosa. ¿Cómo podría ser mi vida una cosa, cuando las cosas están en mi vida? ¿Cómo podría ser mi vida una cosa, cuando mi vida es la que contiene las cosas? No puede, pues, mi vida ser al mismo tiempo la que contiene y la contenida. No es, pues, mi vida una cosa. ¿Será mi vida entonces un objeto ideal? Pero tampoco es posible que mi vida sea un objeto ideal, porque los objetos ideales son lo que son: el número siete, la raíz cuadrada de tres, la igualdad, el círculo, el triángulo, son lo que son, en todo tiempo, fuera del tiempo y del espacio; no cambian. En cambio, mi vida fluye en el tiempo, cambia en el tiempo, es unos días esto, otros días lo otro; y, sobre todo, mi vida es propiamente lo que todavía no es. Mi vida, propiamente, es lo que va a ser; mi vida, propiamente, está por ser. En cambio, todos estos objetos ideales son eternamente y fuera del tiempo y del espacio, lo que son, de una vez, para siempre. ¿Diré, entonces, que mi vida es un valor? Pero tampoco puedo decirlo; porque los valores no son, sino que valen. Los valores son cualidades de cosas; las cosas son válidas, pero los valores, ellos, no son, sino que imprimen a las cosas su valor, y mi vida, en cambio, es una realidad. De mi vida puedo predicar el ser, que no puedo predicar de los valores. Por consiguiente, mi vida no es ni cosa,. ni objeto ideal, ni valor. Entonces, ¿qué es mi vida?