Pero mientras hago estas reflexiones, vuelvo a posar la mirada sobre el árbol y me digo a mí mismo: ¡Qué hermoso es este árbol! Y ahora me encuentro con otra novedad que hay en mi mundo. Además de las cosas y de los objetos ideales, hay la hermosura del árbol. Y me digo: ¿dónde colocaré la hermosura? ¿La colocaré entre las cosas? No, ciertamente. la hermosura no es una cosa. ¿La colocaré entre los objetos ideales, porque, ¡ved qué cosa más curiosa! La hermosura «no es»; los objetos ideales son, pero la hermosura no es. Si el árbol es hermoso, esta hermosura que el árbol tiene no agrega ni un ápice a su ser árbol. Si el árbol no fuera hermoso, no dejaría por esto de ser tan árbol como siendo hermoso. La hermosura no le ha agregado, pues, al árbol, ni un ápice de ser. No puedo decir que la hermosura sea un objeto ideal, porque los objetos ideales son y la hermosura no es nada. No puedo tener la hermosura como tengo el círculo ante la vista del pensamiento, ante la visión intelectual. Ante mi visión intelectual tengo el círculo; y de ese círculo que tengo, que está en mi vida, puedo decir esto, lo otro, lo de más allá. Ante mi visión intelectual tengo el número siete y de él puedo decir que es primo y que es impar. Estos son objetos ideales. Pero ante mi visión intelectual no tengo la hermosura. la hermosura es siempre algo que tengo que pensar de una cosa. Pero cuando digo de una cosa que es hermosa, no he agregado ni tanto así de ser a esa cosa. La cosa que tiene hermosura no por eso tiene más ser que la cosa que no tiene hermosura. ¿Qué es lo que tiene entonces la cosa que tiene hermosura y que la distingue de las otras cosas? La cosa que tiene hermosura y que no por eso tiene más ser, tiene mas valor. El árbol hermoso no es más que el árbol no hermoso, pero vale más; el cuadro bello, bien pintado, no es ontológicamente más que el cuadro mal pintado o feo, pero tiene más valer. ¡Ah! Me encuentro ahora con un grupo de objetos que «hay» en mi vida y que no son ni las cosas ni los objetos ideales, y que ni siquiera tienen ser, sino valor; que ni siquiera son, sino que valen. Estos objetos los voy a llamar valores; y así pues tengo ya descubiertos, en el ámbito de mi vida, estos tres conjuntos de objetos que hay. En mi vida hay cosas, en mi vida hay objetos ideales, en mi vida hay valores.