Estar en el mundo

Por consiguiente, vamos a seguir este segundo método y a partir de nuestra vida. Nosotros vivimos, estamos viviendo. Y, ¿en qué consiste nuestro vivir? Nuestra vida consiste en que estamos en el mundo; estar en el mundo, eso es vivir. Y, estar en el mundo, consiste en tener más o menos –diré– a la mano, una porción de cosas, una porción de objetos, una porción de objetos materiales, de animales, de objetos de toda clase, que constituyen el ámbito donde nos movemos y donde actuamos. Nuestra vida, pues, consiste en tratar con las cosas que hay. Y las cosas que hay, las hay en nuestra vida y para nuestra vida. Y este trato con las cosas es enormemente variado. Nosotros hacemos con las cosas –para vivir y viviendo– una multitud de actos: comemos frutas, plantamos árboles, cortamos madera, fabricamos objetos, trasponemos los mares, es decir, estamos constantemente actuando con y sobre todo lo que hay en nuestro derredor. Y una, una de las cosas que hacemos con las cosas, es pensarlas. Además de encender el fuego, podemos preguntarnos: ¿qué es el fuego? y pensamos acerca del fuego. Pero nuestra actitud primera y fundamental no es pensar, sino que pensar es algo que en el curso de nuestra vida se nos impone. Las cosas son para nosotros amables u odiables; nos dan facilidades o nos oponen resistencias. Y cuando las cosas oponen resistencia a nuestra vida, en seguida buscamos rodeos, como los animales de Köhler, para vencer esas resistencias; y uno de esos rodeos para vencer las resistencias de una cosa, consiste en ponemos un momento a pensar: ¿qué es esto? Pues bien; si nosotros tomamos esa actitud, si nosotros tomamos esa actitud reflexiva del pensamiento (que repito no es la primaria, sino ya una actitud derivada o secundaria) entonces empieza el conjunto de las cosas a adquirir para nosotros, de pronto, un matiz, un aspecto completamente distinto.