Primacía de la razón práctica

Kant escribió a fines del siglo XVIII, y termina su sistema filosófico con la proclamación de la primacía de la razón práctica sobre la razón pura. La razón práctica, la conciencia moral y sus principios tiene la primacía sobre la razón pura. ¿Que quiere esto decir? Quiere decir, primero, que en efecto la razón práctica tiene una primacía sobre la razón pura teórica, en el sentido de que la razón práctica, la conciencia moral, puede lograr lo que la razón teórica no logra, conduciéndonos a las verdades de la metafísica, conduciéndonos a lo que existe verdaderamente, conduciéndonos a ese mundo de puras almas racionales, libres, y que al mismo tiempo son santas. De modo que esa libertad no es una libertad de indiferencia, sino voluntad de santidad, voluntad libre, regida por el Supremo Hacedor, que es Dios, en donde lo ideal y lo real entran en identificación. La conciencia moral, pues, la razón práctica, al lograr conducirnos hasta esas verdades metafísicas de las cosas que existen verdaderamente, tiene primacía sobre la razón teorética. Pero, además, la razón teorética está, en cierto modo, al servicio de la razón práctica; porque la razón teorética no tiene por función más que el conocimiento de este mundo real, subordinado, de los fenómenos, que es como un tránsito o paso al mundo esencial de esas «cosas en sí mismas» que son Dios, el reino de las almas libres y las voluntades puras. Por consiguiente, todo el conocimiento es un conocimiento puesto al servicio de la ley moral; todo el saber que el hombre ha logrado necesita recibir un sentido. ¿Por qué es por lo que el hombre quiere saber? Pues, para mejorarse, para educarse, para procurar la realización, aunque sea imperfectamente en este mismo mundo, de algo que se parezca a la pureza moral del otro mundo. Aquí, Kant pone todo el conocimiento teorético científico al servicio de la moral. Y entonces, toda la historia de pronto, todo el desarrollo de la vida humana, desde los primeros tiempos más remotos a que puede llevarnos la prehistoria, hasta hoy, adquiere a la luz de esta primacía de la razón práctica un sentido completamente nuevo. Aparecen unas ideas que hasta ahora no habían aparecido en los siglos XVII y XVIII; y entre ellas aparece la idea histórica de progreso. Progreso no tiene sentido ni para Leibniz, ni para

Descartes, ni para los ingleses; no empieza a tener profundo y verdadero sentido sino hasta cuando se llega a una metafísica, para la cual los objetos metafísicos son al mismo tiempo ideales, focos hacia los cuales la realidad histórica camina. La realidad histórica, entonces, puede calificarse como más o menos próxima a esas realidades ideales. La realidad histórica, entonces, adquiere sentido. Podemos decir que tal época es mejor que tal otra; porque, como ya tenemos con las ideas y los postulados de la razón práctica un punto de perfección al cual referir la relativa imperfección de la historia, entonces cada uno de los períodos históricos se ordena en ese orden de progreso o regreso. La historia aparece en el horizonte de la filosofía como un problema al cual la filosofía inmediatamente le va a echar mano. Así, desde lo alto de esta primacía de la razón práctica, oteamos ya los nuevos problemas que la filosofía va a plantearse después de Kant. Estos problemas son, principalmente, estos dos: primero: la explicación de la historia, la teoría de la historia, el esfuerzo para dar cuenta de esa ciencia llamada la historia; y el propósito de poner la voluntad, la acción, la práctica, la moral, por encima de la teoría y del puro conocimiento. Algunos de los sucesores de Kant cumplen este programa con ejemplaridad grande; de algunos de ellos les hablaré a ustedes en la próxima lección.