Imperativo hipotético e imperativo categórico

Entonces el problema que se plantea es el siguiente: ¿qué es, en qué consiste una voluntad buena? ¿A qué llamamos una voluntad buena? Encaminado en esta dirección, Kant advierte que todo acto voluntario se presenta a la razón, a la reflexión, en la forma de un imperativo. En efecto todo acto, en el momento de iniciarse, de comenzar a realizarse, aparece a la conciencia bajo la forma de mandamiento: hay que hacer esto, esto tiene que ser hecho, esto debe ser hecho, haz esto. Esa forma de imperativos, que es la rúbrica general en que se contiene todo acto inmediatamente posible, se especifica, según Kant, en dos clases de imperativos; los que él llama imperativos hipotéticos y los imperativos categóricos. La forma lógica, la forma racional, la estructura interna del imperativo hipotético, es la que consiste en sujetar el mandamiento, el imperativo mismo, a una condición. Por ejemplo: «si quieres sanar de tu enfermedad, toma la medicina». El imperativo es «toma la medicina»; pero ese imperativo está limitado, no es absoluto, no es incondicional, sino que está puesto bajo la condición «de que quieras sanar». Si tú me contestas: «no quiero sanar», entonces ya no es válido el imperativo. El imperativo: «toma la medicina» es pues solamente válido bajo la condición de que quieras sanar En cambio, otros imperativos son categóricos: aquellos justamente en que la imperatividad, el mandamiento, el mandato, no está puesto bajo condición ninguna. El imperativo entonces impera, como dice Kant, incondicionalmente, absolutamente; no relativa y condicionadamente, sino de un modo total, absoluto y sin limitaciones. Por ejemplo, los imperativos de la moral se suelen formular de esta manera, sin condiciones: «honra a tus padres»; «no mates a otro hombre»; y, en fin, todos los mandamientos morales bien conocidos.