Pues bien; en ese conjunto de principios que constituyen la conciencia moral, encuentra Kant la base que puede conducir al hombre a la aprehensión de los objetos metafísicos. A ese conjunto de principios de conciencia moral, Kant le da un nombre. Resucita, para denominarlo, los términos de que para ello mismo se valió Aristóteles. Aristóteles llama a la conciencia moral y sus principios «Razón práctica» (Nous practikés). Kant resucita este apelativo y al resucitarlo y aplicar a la conciencia moral el nombre de Razón práctica, lo hace precisamente para mostrar, para hacer patente y manifiesto que en la conciencia moral actúa algo que, sin ser la razón especulativa, se asemeja a la razón. Son también principios racionales, principios evidentes, de los cuales podemos juzgar por medio de la aprehensión interna de su evidencia. Por lo tanto los puede llamar legítimamente razón. Pero no es la razón, en cuanto que se aplica al conocimiento; no es la razón enderezada a determinar la esencia de las cosas, lo que las cosas son. No. Sino que es la razón aplicada a la acción, a la práctica, aplicada a la moral.