Antinomias de la razón pura

Mucho más interesante es la discusión que Kant dedica al segundo gran problema de la metafísica: el problema del universo. Aquí Kant, en este problema, ha seguido un método extraordinariamente curioso, sutil y profundo, de una gran profundidad. El método de discusión en esta segunda parte consiste en lo que Kant llama antinomias de la razón pura. Quiere decir lo siguiente: si nosotros adoptamos el punto de vista de los metafísicos y consideramos el universo como una cosa en sí e intentamos predicar del universo propiedades metafísicas, nos encontramos con este sorprendente resultado: que del universo podemos predicar afirmaciones contradictorias y, sin embargo de ser contradictorias, las dos afirmaciones son igualmente demostrables, con igual fuerza probatoria. Cada una de estas contraposiciones de tesis y antítesis, igualmente probatorias acerca del universo, las llama Kant antinomias; y descubre en la metafísica cuatro antinomias. Cada antinomia consiste en la oposición de una tesis y su contraria, o sea antítesis, ambas igualmente demostrables Así la primera antinomia es una en que se contraponen la tesis y la antítesis siguiente: Tesis; el universo tiene un principio en el tiempo y límites en el espacio. Antítesis: el universo es infinito en el tiempo y en el espacio. Como ustedes ven, la tesis y la antítesis enuncia proposiciones contradictorias. Las dos no pueden ser verdaderas al mismo tiempo; es imposible. Sin embargo las dos proposiciones se pueden demostrar con igual fuerza probatoria. Veámoslo. El universo tiene que tener un principio en el tiempo, porque si el universo no tuviese un principio en el tiempo, no tendría sentido eso que llamamos acontecer. El acontecer es, precisamente, que todo lo que existe empieza a existir en un momento y cesa de existir en otro momento. Si el universo es, pues, algo que existe, algo real, que está ahí, tiene que haber empezado a existir en un momento del tiempo y cesar de existir en otro momento del tiempo. Y, por otra parte, tampoco puede ser infinito en el espacio, sino que tiene que tener un límite. Cuanto existe, existe porque representa una realidad que no es simplemente el espacio mismo, sino algo en el espacio. Pero si algo hay en el espacio, este algo que hay en el espacio, so pena de confundirse con el espacio mismo, tiene que dejar de ser en el espacio cuando ha cumplido su realidad y tener por consiguiente un límite. Pero la antítesis es igualmente demostrable; porque si suponemos que el universo tuvo un principio en el tiempo, ¿qué había antes del universo, antes de que el universo existiera? No tiene sentido suponer que antes que el universo existiera no existía nada, porque de nada –como dice el adagio latino: «ex nihil o nihil»– de nada no sale nada. Para que el universo exista, tenía que existir algo antes del universo y ese algo existía en el tiempo. Mas si existió algo antes del universo en el tiempo, es que no habíamos tomado la palabra universo en su pleno sentido, porque teníamos que incluir también ese algo. La segunda antinomia se refiere también esta vez a la estructura del universo en el espacio. La tesis dice: que todo cuanto existe en el universo está compuesto de elementos simples, indivisibles. La antítesis dice: que lo que existe en el universo no está compuesto de elementos simples, sino de elementos infinitamente divisibles. Y, en efecto, las dos proposiciones pueden demostrarse con igual fuerza probatoria; porque si suponemos que algo existe, ese algo se disuelve en la nada o tiene que componerse de elementos atómicos, de elementos indivisibles; por consiguiente la existencia de algo implica necesariamente que ese algo, que existe en el espacio, sea compuesto de elementos mínimos, que ya no pueden sufrir mayor división; que son simples. Pero la antítesis es también verdadera; porque si suponemos algo existente en el espacio y ese algo es real, ocupa un lugar del espacio; y si ocupa un lugar del espacio, posee extensión; y si posee extensión es divisible. Porque el punto indivisible no posee extensión; el punto no es una realidad, sino que es una hipótesis matemática. Si algo, pues, tiene realidad, ocupa lugar; y si ocupa lugar es infinitamente divisible. Por consiguiente la tesis y la antítesis son las dos igualmente demostrables con la misma fuerza probatoria. Tercera antinomia. En ella dice Kant: el universo tiene que haber tenido una causa, que no sea ella a su vez causada. La antítesis dice: el universo no puede tener una causa, que ella a su vez no sea causada. Las dos proposiciones pueden demostrarse con igual fuerza. Porque, en virtud de la categoría de causalidad, no podemos suponer nada real que no sea efecto de una causa; por consiguiente no podemos en modo alguno detenemos en la investigación de las causas. Pero, por otra parte, si no nos detenemos en la investigación de las causas, todo nuestro conocimiento de las cosas reales está colgado de una incógnita, está colgado de una contingencia absoluta. Recuerden ustedes aquí la argumentación de Aristóteles acerca del ser necesario. La cuarta y última antinomia es una variedad de la tercera. En la cuarta antinomia Kant dice en la tesis: que ni en el universo ni fuera de él no puede haber un ser necesario; y en la antítesis dice: que en el universo o fuera de él ha de haber un ser que sea necesario. Como ustedes ven, es una simple variante de la anterior. Nos encontramos, pues, que aceptando el punto de vista metafísico acerca del universo, se derivan estas antinomias. Nos colocamos en una situación tal, que podemos, acerca del universo, emitir tesis contradictorias e igualmente plausibles a los ojos de la pura razón. Esto no puede ser. Tiene que haber aquí una falla, tiene que haber aquí un error; y el error consiste, según Kant, en lo siguiente: En las dos primeras antinomias, que Kant llama matemáticas, la falla, el error, consiste en que se ha tomado el espacio y el tiempo como cosas en sí mismas, en vez de tomarlos como formas que nuestra facultad de conocer aplica o imprime a los fenómenos. Claro está que tomando el espacio y el tiempo como cosas en sí mismas, encontraremos que el espacio tiene que tener un principio, un límite, y no tiene que tenerlo; y que el tiempo tiene que tener un comienzo y no tenerlo al mismo tiempo. Pero es porque tomamos el espacio y el tiempo como cosas en sí mismas, como realidades en sí mismas, independientes del acto de conocer. Lo que no son. Por consiguiente la solución de las dos primeras antinomias consiste en decir que son falsas las tesis y las antítesis, porque se parte de un supuesto contrario a las leyes y condiciones del conocimiento. Pero en las dos últimas antinomias, la solución para Kant es la contraria. Las tesis y las antítesis pueden ambas ser verdaderas. ¿Por qué? Porque en las dos últimas antinomias las tesis se toman en el sentido ajustado a las leyes del conocimiento, como cuando se pide –con razón– que de todo ser, de toda realidad haya una causa que la determine, y ésta a su vez tenga una causa, y ésta a su vez tenga una causa. Pero en cambio las dos antítesis se salen de las condiciones de todo conocimiento posible y se refieren a cosas «en sí» mismas. Ahora bien: supongamos por un momento que exista una vía para llegar a las cosas metafísicas, que no sea la del conocimiento científico. Supongamos que exista en el campo de la conciencia humana una actividad que no sea la actividad de conocer, pero que pueda conducirnos a la aprehensión o captación de las cosas metafísicas. Entonces, las tesis y las antítesis serán perfectamente compatibles, porque –dicho en el lenguaje abstruso de Kant, y que en seguida lo voy a explicar– las tesis son válidas en el mundo de los fenómenos, mientras que las antítesis son válidas en el mundo de los noumenos. ¿Qué quiere decir con esto Kant? Quiere decir que si en efecto se encuentra una vía distinta de la del conocimiento, que nos conduzca a las cosas metafísicas, entonces las tesis son válidas para la ciencia físicomatemátíca, y las antítesis son válidas para esa actividad, no cognoscitiva, que nos haya podido conducir a las realidades metafísicas.