La naturaleza «a priori»

La pregunta es verdaderamente interesante. Porque es un hecho que, en efecto, tenemos conocimiento «a priori» de objetos reales. Esto parece imposible; sin embargo, posible es, puesto que es efectivo. Nosotros, efectivamente, tenemos tales conocimientos. Nosotros, por ejemplo, sabemos que hay objetos, que existen cosas; que esas cosas están ahí, que las hay; pero sabemos además que cada cosa tiene su ser, su esencia, su naturaleza. ¿Qué quiere decir esto de naturaleza? Quiere decir que las cosas que existen, están ellas mismas regidas por leyes, tienen una substancia, están compuestas de propiedades, aparecen y desaparecen, no caprichosamente, sino según leyes fijas. Pero, además de eso, sabemos también que esas cosas, que existen, son todas ellas efectos de causas y causas de efectos. Cada una de las cosas es lo que es y está donde está y tiene las propiedades que tiene, porque algún otro fenómeno antecedente en el tiempo ha venido a causar ese ser, ese estar y esas propiedades. Y sabemos también que cada cosa de las que existen en el mundo es a su vez causa de efectos; o sea que ella misma produce, engendra otras cosas, cambia otras cosas de lugar, causa propiedades, movimientos, cambios en las otras cosas; y sabemos que estos efectos y estas causas no son tampoco caprichosas sino que todos ellos son reductibles a unas leyes y a unas fórmulas generales. Pero, además, sabemos que en todas las cosas que existen hay una mutua acción y reacción; unas producen efectos en otras, pero a su vez reciben efectos de estas otras. Sabemos, por último, que todas ellas, el conjunto entero de las cosas, lo que llamamos naturaleza, consiste en un sistema de leyes universales, que pueden expresarse en fórmulas matemáticas, y que traducen con la máxima exactitud esas acciones y reacciones, esas causas y efectos, esas esencias y propiedades de todas las cosas. Todo esto lo sabemos y lo sabemos «a priori». Porque ¿,cómo lo podríamos saber si no lo supiéramos «a priori»? Tendría que ser porque las cosas mismas nos lo hubieran enseñado. Pero las cosas no nos pueden proporcionar semejante conocimiento. Las cosas envían impresiones, como diría Hume, nada más que impresiones. Ahora bien; nada de eso (que cada cosa tiene su esencia, o que es efecto y causa, o que es acción y reacción, que todo es reductible a leyes universales) nada de eso son impresiones; ninguna cosa nos envía la causa como impresión, ninguna cosa nos envía la esencia como impresión; sino que esas esencias, esas causas no están en lo que nosotros percibimos sensiblemente de la realidad. Por consiguiente hay un conocimiento «a priori» de las cosas de la naturaleza. Y existe un ejemplo característico de ese conocimiento «a priori» y es bien conocido. En ese conjunto de teoremas que, en cualquier libro de física, antecede al estudio restante y que lleva el nombre de Mecánica racional. En la Mecánica racional se establecen una gran cantidad de teoremas, de proposiciones, que enuncia acerca de los objetos reales, por ejemplo, las leyes del movimiento; y, sin embargo, esas leyes del movimiento no son derivadas de la experiencia, no las leemos nosotros en las cosas, como quien lee en un libro, sino que las hemos sacado íntegramente de nuestro propio pensamiento. Así, pues, se plantea aquí, lo mismo que en la Estética trascendental, el problema esencial de toda la Crítica de la Razón pura: el problema de cómo sean posibles conocimientos «a priori» en la física. O dicho de otro modo: ¿cómo es posible el conocimiento de la realidad de las cosas?