Y ahora viene el problema. ¿Cuál de estas dos clases de juicios son las que constituyen el conocimiento científico físico-matemático? ¿Los juicios analíticos o los juicios sintéticos? Los juicios analíticos no es posible. No es posible que el conocimiento científico esté formado por juicios analíticos, porque si el conocimiento científico estuviera formado por juicios analíticos, no se comprende cómo pudiéramos llamarle siquiera conocimiento. Los juicios analíticos son puras tautologías; no aumentan nada nuestro saber. Cuando explicitamos en el predicado lo que ya está contenido en el sujeto, no hacemos descubrimiento ninguno de realidad; no descubrimos nada real; no hacemos más que explicar lo ya conocido. Por eso con razón decía Descartes que el silogismo sirve para exponer verdades ya conocidas, pero no para descubrir verdades nuevas. Del mismo modo los juicios analíticos pueden ser útiles para dar a un conocimiento que ya hayamos adquirido una forma didáctica que satisfaga al pequeño estudiante; pero el conocimiento científico de las leyes de la naturaleza no puede constar de juicios analíticos, puesto que ningún juicio analítico añade un adarme de conocimiento al que ya tuviéramos del concepto del sujeto. Pues, si no está constituida la ciencia por los juicios analíticos, ¿estará constituida por los sintéticos? Pero tampoco eso es posible. Tampoco es posible que la ciencia esté constituida por los juicios sintéticos. Porque, díganme: la ciencia enuncia acerca de sus objetos juicios que son verdaderos universal y necesariamente, ahora y siempre; no juicios particulares o contingentes, sino juicios universales y necesarios. Un juicio cuya legitimidad y validez esté constreñida o limitada al «ahora» y al «aquí» , es un juicio cuya legitimidad y validez no se extiende por encima del momento presente y del espacio actual. Por consiguiente, tampoco puede la ciencia estar constituida por juicios sintéticos. Sí la ciencia estuviese constituida por juicios analíticos, si la ciencia fuese como quería Leibniz, verdades de razón (la corriente leibniziana viene aquí a desembocar en manos de Kant), si la ciencia estuviese constituida por juicios de pura razón, la ciencia sería vana; sería una pura tautología, una repetición de lo ya contenido en los conceptos sujetos. No sería nada, sería simplemente una ilusión. Sí por otra parte la ciencia estuviese constituida por juicios sintéticos, por enlaces de hechos (aquí la corriente de Hume viene a caer en manos de Kant), si estuviera constituida por meros enlaces casuales de hecho, habituales, puras costumbres, puros actos de pensar, constituidos a fuerza de asociación de ideas y repeticiones concretas de experiencias, la ciencia, como bien decía Hume, no sería ciencia, sería una costumbre sin fundamento; no tendría legítima validez universal y necesaria. Pero la ciencia, la física, la ley de la gravitación universal, que se puede escribir en una fórmula matemática, la física de Newton –aquí la tercera corriente que viene a las manos de Kant–, no es ni una tautología, como seria si fuesen los juicios simplemente analíticos, ni un hábito ni una costumbre sin fundamento lógico, como sería si sus juicios fueran puros hechos de conciencia como quería Hume. Entonces es absolutamente indispensable que esa ciencia de Newton, que no es juicio analítico ni es juicio sintético, tenga un tipo de juicio que le sea propio. ¿Cuál será? Tiene que haber por consiguiente, como esqueleto o estructura de la ciencia físico-matemática, unos juicios que no sean ni los juicios sintéticos, ni los juicios analíticos; o mejor dicho, tiene que haber en la ciencia unos juicios que tengan de los juicios analíticos la virtud de ser «a priori», es decir, universales y necesarios, independientes de la pequeña o grande experiencia. Lo que quiere decir aquí Kant no es ninguna cosa extraordinaria. Es lo que creen todos los físicos del mundo. Todos los físicos del mundo creen que, con una experiencia bien hecha, basta para fundamentar una ley. Y sin embargo esa ley vale allende esa experiencia concreta, vale para todas las experiencias posibles, pasadas, presentes y futuras. Por consiguiente los juicios de la ciencia son universales y necesarios, lo mismo que los juicios analíticos; son «a priori». Pero no son analíticos; porque sí fueran analíticos no aumentarían nada nuestro conocimiento. Tendrán que ser, pues, sintéticos, es decir, objetivos, es decir, que aumenten realmente nuestro conocimiento sobre las cosas. Pero entonces tendrían que estar fundados en la experiencia y serían particulares y contingentes. Quitémosles ese fundamento de la experiencia; y digamos que los juicios de la ciencia tienen que ser necesariamente sintéticos y «a priori», al mismo tiempo. Parece absurdo que un juicio sintético, siendo sintético, no estando fundado en el principio de contradicción, sino estando fundado en la percepción sensible, sea «a priori». ¿Cómo puede ser que un juicio sintético sea «a priori»? Pues no hay otro remedio. Tienen que ser los juicios científicos a la vez sintéticos y «a priori».