Jerarquía de las mónadas

Alude también a una porción de otros fenómenos psíquicos que no son conscientes. Sería bien fácil mostrar cómo en nuestra vida psíquica estamos a cada momento teniendo percepciones y sensaciones de las cuales no nos damos cuenta. Pues bien: cuando la mónada, además de percepción inconsciente, tiene percepción consciente, o sea apercepción, y capacidad de recordar, o sea memoria, esa mónada es alma. Aquí se opone radicalmente Leibniz a la teoría de Descartes, que afirmaba que los animales no tienen alma, que son puros mecanismos, igual que los relojes, y funcionan lo mismo que los relojes. Pues bien: Leibniz considera que no hay tal, sino que los animales tienen alma, porque tienen apercepción, se dan cuenta, y además tienen memoria. Otro tramo superior en la jerarquía metafísica de las mónadas serían los espíritus. Llama Leibniz espíritu a las almas que además poseen la posibilidad, capacidad o facultad de conocer las verdades racionales, las verdades de razón. La posibilidad de intuir las verdades de razón, de tener percepción apercitiva de las verdades de razón, es, para Leibniz, el signo distintivo de los espíritus. y por último, en lo más alto, en el punto supremo de la jerarquía de las mónadas, está Dios, que es una mónada perfecta, o sea donde todas las percepciones son apercibidas; donde todas las ideas son claras, ninguna confusa; y donde el mundo, el universo, está reflejado, no desde un punto de vista, sino desde todos los puntos de vista. Imaginemos pues un ser que vea el universo, no como lo vemos nosotros ahora desde Tucumán, es decir, desde un sector del universo. Todo el universo está en ese nuestro sector, por que sin discontinuidad ninguna podríamos pasar de ese sector a otro pero simultáneamente no podemos estar situados más que en un punto de vista; de manera que aun teniendo el máximo conocimiento científico, no podríamos reflejar el mundo más que desde un cierto ángulo visual. Pero imaginad ahora un ser que pudiese reflejar el mundo desde la suma de todos los ángulos visuales: ése es Dios. Imaginad un ser que tenga una perspectiva universal: ése es Dios. De esta manera el enjambre infinito de las mónadas constituye un edificio jerárquico, en cuya base están las mónadas inferiores, las mónadas materiales, cuyas aglomeraciones constituyen los cuerpos mismos, que son puntos de substancia inmaterial, puntos de substancia psíquica, con percepción y apetición. Pero luego por encima, están las almas, o sean aquellas mónadas dotadas de apercepción y de memoria. Por encima, los espíritus, aquellas mónadas dotadas de apercepción, memoria y conocimiento de las verdades eternas. Y por último, en lo más alto de la cúspide, está Dios, mónada perfecta, en la cual toda idea es clara, ninguna confusa, y toda percepción es apercibida o consciente.