Pero antes de que Kant llegue, hay que abrirle, hay que prepararle el camino; hay que darle los elementos para la solución de este problema difícil. Estos elementos para la solución en parte están ahí: los análisis destructores de Hume, Pero faltan otros elementos; falta una acentuación nueva, una explicación clara de los elementos racionales, puros, puramente intelectuales, que. hay en el pensamiento y en el conocimiento, Esa explicación, esa elaboración de lo racional en el pensamiento será necesaria para que Kant pueda trabajar; y Leibniz va a ser quien va a proporcionar las bases para Kant. Leibniz es un gran espíritu. Es uno de los filósofos más considerables que ha conocido la humanidad. Es uno de los hombres de quien con mayor razón puede decirse que son cabezas enciclopédicas, Está realmente a la altura de un Aristóteles o de un Descartes. En su tiempo tuvo una autoridad científica indiscutida, no sólo en filosofía, sino también en física, en matemáticas, en jurisprudencia, en teología. En todo aquello en que él puso su mano, alcanzó las más altas cumbres del saber, de la meditación, de la percepción lógica en el desenvolvimiento de su pensamiento. Pues bien: Leibniz, que vivió en la segunda mitad del siglo XVII tuvo la percepción clarísima de dónde se encontraba la falla, el defecto, el punto flaco del empirismo inglés; y eso que no pudo conocer del empirismo inglés nada mas que la obra de Locke. Sin embargo, le bastó el conocimiento de la obra de Locke para llegar inmediatamente al punto central en donde estaba la originalidad, pero al mismo tiempo también la falla, el peligro, del empirismo inglés. Vio inmediatamente que el error del empirismo consistía en su intento de reducir lo racional a fáctico; la razón a puro hecho. Porque hay una contradicción fundamental en esto: si la razón se convierte en puro hecho, deja de ser razón; si lo racional se convierte en fáctico, deja de ser racional, porque lo fáctico es lo que es sin razón de ser, mientras que lo racional es lo que es razonablemente; es decir, no pudiendo ser de otra manera. Por consiguiente, vio inmediatamente, con una gran claridad, que el defecto fundamental de todo psicologismo, al considerar el pensamiento como vivencia pura, es que lo racional se convertía en puro hecho; es decir, dejaba caer su racionalidad como un adminículo inútil. Pero no hay nada más contradictorio que eso: que lo racional deje caer su racionalidad, porque entonces lo que queda es lo irracional.