Critica al empirismo inglés: la vivencia como vehículo del pensamiento

Este es el balance que podemos extraer en líneas generales del empirismo inglés. ¿Qué juicio podemos nosotros ahora fallar sobre esta teoría? ¿Qué debemos pensar, qué pensamos, qué pienso yo, en suma sobre esta teoría del empirismo inglés? Lo primero que se advierte es que el empirismo inglés arruina por completo lo esencial del conocimiento. El empirismo inglés priva al conocimiento de base y de sentido. En efecto, el empirismo elimina del pensamiento lo que tiene de lógico. ¿Y qué es lo que el pensamiento tiene de lógico? Lo que el pensamiento tiene de lógico es lo que tiene de enunciativo, o como puede decirse también, de tético, de tesis, de afirmación o negación de algo. Todo pensamiento es, en efecto, una vivencia; pero además de una vivencia, todo pensamiento es una vivencia que dice, que pone, que afirma o que niega algo del objeto; y lo afirma o lo niega del objeto con sentido. ¿Qué significa «con sentido»? Significa que esta enunciación, esta tesis, esta afirmación que hace el pensamiento tiene un valor objetivo; es decir, que aquello de quien lo dice tiene un ser; que ese ser «es», y que ese ser constituye el término natural del conocimiento. Los ingleses se encuentran con que el pensamiento tiene dos faces, dos caras: una que es la de vivencia pura y otra que es la enunciativa de algo; la una en que el pensamiento es modificación puramente psicológica en la conciencia; la otra en que el pensamiento señala y afirma o niega algo de algo, la parte enunciativa. Pero los ingleses prescinden de la parte enunciativa. ¿Y por qué prescinden de la parte enunciativa? Porque los ciega el carácter vivencial del pensamiento y no advierten que en el conocimiento la vivencia no es, para el sujeto, sino un trampolín, una especie de base, por medio de la cual el sujeto, apoyándose en la vivencia, quiere enunciar algo acerca de algo. Tomemos, por ejemplo, la crítica clásica que Berkeley hace del concepto general. Berkeley dice: los conceptos generales no existen; el triángulo no existe; el triángulo es únicamente un nombre, «flatus vocis»; con lo cual el empirismo renueva el nominalismo de la Edad Media. Pues bien: ¿cómo muestra, cómo demuestra, cómo explica Berkeley lo que él quiere decir? Lo demuestra con una argumentación al parecer muy convincente. Dice: la prueba de que el triángulo no existe es que intenten ustedes –invita al lector– realizar la idea de triángulo; intenten ustedes imaginar ese triángulo y no podrán, porque imaginarán un triángulo que será isósceles o escaleno necesariamente; porque a la vez no puede ser ambas cosas; y sin embargo la palabra, el «nomen», el nombre de triángulo se refiere a algo que tendría que ser a la vez isósceles y escaleno. Ahora bien: ustedes no lo pueden realizar, no lo pueden imaginar, no lo pueden dibujar, no es posible que se dé en la naturaleza ningún triángulo a la vez isósceles y escaleno. Luego triángulo es un mero nombre. ¿Qué ha pasado aquí? Pues sencillamente, que hipnotizado por la vivencia pura, ha olvidado Berkeley que esa imagen que nos invita a realizar no es el pensamiento, sino que es la vivencia, y que por encima de esa vivencia lo que realmente llamamos pensamiento es aquello que la vivencia enuncia. Es claro que no podemos imaginar un triángulo que no sea ni escaleno ni isósceles; tendrá que ser una de las dos cosas. Pero es que el triángulo que imaginamos no es el triángulo en que pensamos, sino que el triángulo que imaginamos es un a modo de trampolín sobre el cual necesariamente hacemos la enunciación lógica, la enunciación racional. El pensamiento racional no es la imagen con la cual pensamos racionalmente. La imagen o la vivencia con la cual pensamos, o sea enunciamos, no puede confundirse en modo alguno con la enunciación misma. La imagen o la vivencia es una cosa, y lo mentado, lo mencionado, lo aludido por la imagen o vivencia, es otra muy distinta. El pensamiento es lo aludido, lo mentado por la imagen y la vivencia; lo que la imagen y la vivencia necesariamente sirven para querer decir. Esto que la imagen y la vivencia quieren decir, es el aspecto enunciativo, racional, lógico, puro del pensamiento, que los ingleses no veían porque estaban hipnotizados por el carácter vivencial mismo. El carácter vivencial mismo es un hecho psicológico, concreto, determinado. Yo, en efecto, si me propongo realizar imaginativamente el triángulo, no puedo realizarlo más que o isósceles o escaleno. Pero es que lo que yo llamo pensamiento no es sólo la vivencia, sino la vivencia en tanto en cuanto sirve de signo para designar allende ella misma una enunciación intelectual, que no podría ser designada más que por los medios limitados, psicológicos, de una vivencia. Pero la vivencia no está allí más que corno representante de aquello a que se refiere: la enunciación pura.

Habiendo eliminado, pues, el empirismo este carácter enunciativo, lógico, del pensamiento, ha suprimido la objetividad del conocimiento. Ha suprimido de pronto la objetividad del conocimiento porque ha suprimido toda referencia al objeto. Aquí los empiristas cometen exactamente el mismo error, pero en otro plano. Ellos quieren, con mucha razón, anular el ser en sí, anular la cosa en sí. Con mucha razón quieren acabar con el realismo aristotélico. Tienen mucha razón en esto. El realismo aristotélico supone el absurdo de que las cosas existen independientemente de que sean o puedan ser conocidas por nadie. Está perfectamente bien demostrado por Berkeley que esto es absolutamente absurdo, porque, ¿qué sentido tiene el hablar de un objeto impensable? Sólo el decir objeto impensable es ya pensarlo en cierto modo. De manera que en eso tienen perfecta razón los empiristas. Pero al querer anular el ser en sí de las cosas, resulta que anulan todo el ser de las cosas; como si no hubiese entre ser en sí y no ser un término medio. Ellos creen que o la cosa es en sí o no es en absoluto. Pero es que hay un modo de ser que no es el ser en sí. El «en sí» es aquí lo importante. Hay un modo de ser que precisamente es el ser en el conocimiento y para el conocimiento, en la correlación del conocimiento, un ser que no es el ser en sí pero que no es cero de ser, sino que es un ser puesto, propuesto, mejor dicho: el ser del conocimiento. Los ingleses cometen este error. Y ahora, si estuviera aquí uno de ellos –Hume, por ejemplo– se indignaría mucho conmigo; porque en el fondo conservan un residuo de realismo. En el fondo no se han logrado desprender por completo del realismo aristotélico. Y ¿cuál es ese residuo de realismo que llevan dentro del cuerpo y que no se dan cuenta de que lo llevan? Pues muy sencillamente: el creer que no hay más que el ser en sí. Pero entonces, corno siguen pensando el ser bajo la especie realista del ser en sí; corno siguen conservando, como residuo del realismo, el «en sí», no encuentran naturalmente en el objeto ningún «en sí»; y entonces le quitan todo ser, sin comprender que esto no es posible. Lo mismo pasa en el sujeto. Hume hace el análisis, se encuentra con que no hay impresión que corresponda al yo y que no hay yo «en sí»; y saca la conclusión: pues no lo hay en absoluto. Y entonces, ¿qué hacen? Que conservan el «en sí» en el pensamiento, en las vivencias. Las vivencias son, para ellos, cosas en sí mismas. Por eso Berkeley y Hume dicen: nosotros no estamos en contradicción con el punto de vista ingenuo de todo el mundo; decimos que esta lámpara existe, decimos que este papel existe, porque existir es ser percibido. Y es que han inyectado a la vivencia el carácter de la cosa realista que tiene en Aristóteles la cosa. En Aristóteles el «en sí» lo tenía la cosa y ellos lo han puesto en la vivencia y lo han quitado del objeto y del sujeto. Pero esto es un residuo de realismo. Estos buenos señores ingleses son aristotélicos sin saberlo, que es lo peor que se les podría decir. Entonces, ¿qué va a pasar aquí? Pues pasa que va a ser preciso que venga alguien que advierta, que vea, que hay una modalidad del ser que no es ni el ser en sí ni la nada; sino que hay una modalidad del ser que consiste en ser objeto para un sujeto. En la correlación irrompible del conocimiento, el ser del objeto no es un ser en sí. Pero una cosa es que no sea un ser en sí y otra cosa es que no sea. ¿Cuál será este ser? Será un ser lógico; un ser puesto para ser conocido; un ser propuesto; un ser problema. Por eso podemos acentuar el dicho de Berkeley, de que ser es ser percibido. Pero una vez que el ser es percibido; una vez que esta lámpara es el término de mi percepción de esta lámpara, ¿qué es esta lámpara como objeto de conocimiento? Está aquí como ser percibido y otra cosa es ser conocido; y el ser de lo conocido es un ser conocido. Ese ser conocido, que no es en sí pero que es más y distinto del ser percibido, eso es lo que habrá que esperar a que llegue Kant para que nos explique bien lo que es. Y Kant nos explicará perfectamente en qué consiste este nuevo ser, que no es el ser en sí, y que tampoco es el puro término de la percepción, inmanente a la percepción misma.