Como ustedes ven, la conclusión que de aquí se saca es clara y terminante. Hume es un hombre de una absoluta coherencia en su pensamiento, Primera conclusión que sacamos; la metafísica es imposible. Ya ven ustedes si ha sido útil esta teoría del conocimiento previa; porque ya justamente por la teoría del conocimiento llegamos a ver que la noción de substancia externa, que la noción de substancia interna, son dos nociones a las cuales no corresponde impresión ninguna, o sea que son ficticias. Por consiguiente, es un problema que no tiene sentido plantear si existen substancias o no existen. No tiene sentido plantearlo y menos hay posibilidad de resolverlo. A la pregunta metafísica de ¿quién existe? contestaba Descartes: existo yo, la extensión y Dios; contestaba Locke lo mismo que Descartes; contestaba Berkeley: existo yo y Dios, pero no la extensión; y Hume contesta muy sencillamente: no existo ni yo, ni la extensión, ni Dios; lo único que hay son vivencias. Mis vivencias, caprichosamente unidas, sintetizadas por mí, las llamo «yo»; pero que a esa palabra yo, a esa idea yo, corresponda una realidad substancial en sí y por sí que sea el yo, el alma, eso no se puede averiguar ni tiene sentido preguntarlo. Del mismo modo, mis vivencias aluden a realidades fuera de mí. Pero yo no encuentro en ninguna parte substancias ni cuerpos, sino sólo vivencias. Por consiguiente, lo único que puedo tener es creencia, «belief», en el mundo exterior. Yo creo que el mundo exterior existe; creo que este vaso existe, que si bebo el agua que contiene voy a refrescar la boca; creo que esta lámpara existe; pero lo creo porque estoy acostumbrado a creerlo así por el hábito, por la asociación de ideas. Pero la existencia metafísica en sí y por sí de un mundo exterior allende mis vivencias, eso no está dado en lo único que yo puedo barajar, en lo único que me es dado: las impresiones.
Remata, pues, el empirismo inglés de Hume en un positivismo, en una negación de los problemas metafísicos, o en un escepticismo metafísico, como ustedes quieran llamarlo, Hume, claro está, no llega a poner en entredicho la ciencia; pero le pone un basamento, un fundamento caprichoso: el fundamento de la ciencia es la costumbre, el hábito, la asociación de ideas; fenómenos naturales, psicológicos, que provocan en mí la creencia en la realidad del mundo exterior. Yo estoy convencido de que mañana sale el sol; pero es nada más que porque estoy acostumbrado a verlo salir todos los días. Una razón no la hay. Que a la causa siga el efecto, está bien, porque yo estoy acostumbrado constantemente a ver que el efecto B sobreviene siempre que se produce la causa A; pero no existe una razón que haga de la relación causal, una relación apodíctica.