Impresiones e ideas

No creo que pueda haber ni exista lectura más entretenida, más embelesadora, que la de los libros de Hume, desde el punto de vista estrictamente psicológico. La maestría con que Hume toma un concepto, una idea cualquiera y la diseca, la analiza, la separa en sus partes, va adscribiendo cada parte a un origen psicológico diferente y deshace una en una hasta reducirla a la nada, es algo admirable, es algo simplemente estupendo. Este método de análisis psicológico, aplicado a la experiencia, le da los resultados magníficos que van a ver ustedes. Porque toda la filosofía de Hume se puede definir por su método. El método es sencillísimo: consiste en rectificar, precisar primeramente la terminología psicológica de sus antecesores, Y con esa simple precisión de la terminología psicológica de sus antecesores, llega Hume a plantear con la mayor naturalidad el problema de todo análisis psicológico. Hume llama «impresiones» a los fenómenos psíquicos actuales, a las vivencias de presentación actuales: yo ahora tengo la impresión de verde. Y llama ideas –restringiendo ahora un poco el sentido de esta palabra– a los fenómenos psíquicos reproducidos, a las representaciones: yo que tenía la impresión de verde, ahora ya no tengo la impresión de verde; pero pienso en ella, la recuerdo o la imagino, y entonces tengo la idea de verde. De modo que tenemos impresiones; pero tenemos muchas más ideas que impresiones. Las impresiones que en un momento determinado tenemos, son relativamente pocas comparadas con el montón de ideas que tenemos, puesto que de cada impresión que en nuestra vida hemos recibido, la huella que ha quedado y que yo reproduzco merced a la memoria o a la imaginación o a la asociación de ideas, constituye un caudal de ideas mucho más numeroso que el de impresiones, puesto que la impresión tiene que ser actual. Ya cuando es rememorada no es impresión sino idea. Pues bien: de aquí se deduce clarísimamente el método maravilloso de Hume. Las impresiones son lo dado; no plantean problema psicológico ni problema metafísico ninguno. Las impresiones constituyen lo que me es dado, lo que está ahí; la última realidad es la impresión. Pero las ideas plantean un problema, que es a saber: ¿de qué impresiones proceden? Si una idea es simple; si es, por ejemplo, el. recuerdo del verde, ese recuerdo del verde tiene el origen clarísimo de haber recibido yo antes la auténtica impresión de verde. Pero si la idea es compleja, como la idea de existencia, la idea de substancia, la idea de causa, la idea del yo; si es idea complicada, ¿cuáles son las impresiones de que procede? Tomar esas ideas, analizarlas en busca de la impresión de donde proceden, será el procedimiento que llevará a cabo Hume. ¿Que encuentra la impresión correspondiente? Entonces la idea tiene ya su pasaporte legitimo; es una idea que se puede usar con toda tranquilidad, por que tiene realidad, puesto que procede de una impresión sensible recibida por mí; es la reproducción de una impresión sensible. Pero supongamos que por mucho que se busque, no se le encuentre a una idea la impresión correspondiente. Pues entonces es una idea de contrabando, una idea que no tiene pasaporte, una idea que no se justifica; es una ficción imaginativa, quizá necesaria, fundada quizá en la ley psicológica de asociación de ideas; pero sería completamente injustificado pretender que a ella le corresponda realidad ninguna. Porque, como les dije a ustedes antes, realidad, para Hume, es impresión. Una idea a la cual no se le encuentre la impresión de donde es oriunda, es idea que carece por completo de realidad.