Inmaterialismo

El obispo Berkeley, con una audacia extraordinaria, plantea el problema ontológico y metafísico; ¿qué es ser?, ¿qué es existir?, y el análisis psicológico no le permite dar a ese problema metafísico más que una respuesta psicológica. ¿Qué llamo yo ser? Ser llamo yo a ser blanco, ser negro, ser extenso, ser verde, ser amarillo, ser duro, ser blando, ser redondo, ser triángulo, ser dos, ser tres, ser cinco; a todo eso llamo ser. Por consiguiente, «ser» es ser-percibido; «ser» es ser percibido como tal blanco, como tal 2, como tal 5, como tal forma.

La percepción, como vivencia, es lo único que constituye el ser. No me es dado en ninguna parte un ser que no sea percibido por mí. Imaginen ustedes, dice, una realidad que no sea percibida, ni pueda serio, ni esté conmigo, en suma, en ninguna relación vivencial. De esa realidad no tengo yo la menor noción; no conozco de ella nada; ni siquiera si la hay; no ya qué es, sino ni siquiera si la hay; porque si conociera que la hay, estaría con ella en una relación vivencial mínima, que es la de haberla, y de haberla para mí; por que si para mí tampoco la hay, ni siquiera hablar de ella puedo. De modo que ser no significa otra cosa que ser percibido. En nuestra terminología (la que nosotros estamos usando aquí) diremos que para el obispo Berkeley el ser de las cosas es la vivencia que de ellas tenemos. Ven ustedes que aquí llegamos, con el obispo Berkeley, al idealismo subjetivo más completo, porque nuestro problema fundamental: ¿quién existe? es contestado por el obispo Berkeley diciendo: existo yo con mis vivencias; pero allende mis vivencias no existe nada. El lleva su posición psicologista hasta ese extremo; se llama él a sí mismo inmaterialista; no quiere llamarse idealista porque tiene la coquetería de afirmar que su punto de vista es el de todo el mundo, aunque es realmente el más difícil, el más abstruso, el más antinatural de los puntos de vista. El dice: ¡pero si es el punto de vista de todo el mundo! Usted va por el campo y le pregunta a un aldeano qué tiene delante, y le contesta: una carreta tirada por bueyes. El quiere decir, naturalmente, que ve, que toca, que oye, lo que se ve, lo que se toca, lo que se oye. Algo que exista sin poder ser visto, oído, tocado, no existe para la mente humana natural y espontáneamente. Como ustedes ven, hay aquí un terrible juego de palabras, porque la mente humana espontánea y naturalmente es realista. Es decir, que pone primero la existencia en sí y por sí de las cosas y luego su percepción por nosotros. Pero el obispo Berkeley afirma que la tesis natural es la suya, porque ser, para cualquiera, es precisamente ser tocado con las manos, visto con los ojos y oído con los oídos.