Sin duda, en esa reproducción de la realidad misma no todos los elementos psicológicos tienen igual valor ontológico. Así Locke distingue en las percepciones que tenemos de las cosas, de las substancias, las cualidades que él llama secundarias y las cualidades que él llama primarias. Las cualidades secundarias son el color, el sabor, el olor, la temperatura. Esas cualidades, evidentemente, no están en las cosas mismas; no reproducen realidades en sí y por sí; sino que son modificaciones totalmente subjetivas del espíritu. Pero en cambio las otras cualidades, que él llama primarias –que son la extensión, la forma, el movimiento, la impenetrabilidad de los cuerpos– son propiedades que pertenecen a los cuerpos mismos, a la materia misma. No son, pues, puramente subjetivas, como las cualidades secundarias. Como ustedes ven, este trabajo de Locke es un ensayo muy esforzado por introducir claridad psicológica en el amasijo del conocimiento. Nuestro conocimiento es un conjunto enorme de ideas, de pensamientos. Locke se llega a ese conjunto; empieza a analizar, a dividir; va tomando esas ideas, mirándolas una por una; las que son complejas, como los modos, las substancias, las relaciones, las descompone en ideas simples; y a cada una de las ideas simples les asigna un origen empírico, bien en la experiencia externa, que es la experiencia de los sentidos, bien en la experiencia interna, que es el darse cuenta la conciencia de sí misma.