Encontramos como primeros elementos en el conocimiento el sujeto pensante, el sujeto cognoscente, y el objeto conocido. Todo conocimiento, cualquier conocimiento, ha de ser un sujeto sobre un objeto. De modo que la pareja sujeto cognoscente-objeto conocido es esencial en cualquier conocimiento. Esta dualidad del objeto y del sujeto es una separación completa; de manera que el sujeto es siempre el sujeto y el objeto siempre el objeto. Nunca puede fundirse el sujeto en el objeto ni el objeto en el sujeto. Si se fundieran, si dejaran de ser dos, no habría conocimiento. El conocimiento es siempre, pues, esa dualidad de sujeto y objeto. Pero esa dualidad es, al mismo tiempo, una relación. No debe entenderse, no podemos entender esa dualidad como la dualidad de dos cosas que no tengan entre sí la más mínima relación. Vamos a intentar ver ahora en qué consiste esta relación entre el sujeto cognoscente y el objeto conocido. Esta relación se nos aparece, en primer término, como una correlación; como una relación doble, de ida y de vuelta, que consiste en que el sujeto es sujeto para el objeto y en que el objeto es objeto para el sujeto. Del mismo modo que en los términos que los lógicos llaman correlativos, la relación consiste en que no puede pensarse el uno sin el otro, ni el otro sin el uno; del mismo modo los términos sujeto y objeto del conocimiento son correlativos. Así como la izquierda no tiene sentido ni significa nada, si no es por contraposición a la derecha, y la derecha no significa nada si no es por contraposición a la izquierda; así como el arriba no significa nada si no es por contraposición al abajo y polo norte no significa nada sino por contraposición a polo sur, del mismo modo, sujeto en el conocimiento, no tiene sentido si no es por contraposición a objeto. La relación es, pues, una correlación. Pero además esta correlación es irreversible. Las correlaciones que antes he puesto como ejemplo, son reversibles. La izquierda se convierte en derecha cuando la derecha se convierte en izquierda; el arriba se convierte en abajo cuando el abajo se convierte en arriba. Pero el sujeto y el objeto son irreversibles. No hay posibilidad de que el objeto se convierta en sujeto o que el sujeto se convierta en objeto. No hay reversibilidad. Pero podemos llegar más al fondo de esta relación entre el sujeto y el objeto. Esa relación consiste en que el sujeto hace algo. ¿Y qué es lo que hace el sujeto? Hace algo que consiste en salir de sí hacia el objeto; en salir de sí hacia el objeto para adueñarse del objeto, para captarlo. Ese adueñarse del objeto no consiste, empero, en tomar el objeto, agarrarlo y meterlo dentro del sujeto. No. Eso acabaría con la correlación. Lo que hace el sujeto al salir de sí mismo para hacerse dueño del objeto es captar el objeto mediante un pensamiento. El sujeto da de sí un pensamiento del objeto. Vista la relación desde el otro lado, diremos que el objeto va hacia el sujeto, se entrega al sujeto, se imprime en el sujeto; pero no en todo el sujeto, no en la totalidad del sujeto, sino en forma tal que produce una modificación en el sujeto, una modificación en la totalidad del sujeto, modificación que es el pensamiento. De modo que ahora tenemos un tercer elemento en la correlación del conocimiento. Ya no tenemos sólo el sujeto y el objeto, sino que ahora tenemos el pensamiento; el pensamiento que, visto desde el sujeto es la modificación que el sujeto ha producido en sí mismo al salir hacia el objeto para apoderarse de él; y visto desde el objeto, es la modificación que el objeto, al entrar, por decirlo así, en el sujeto, ha producido en los pensamientos de éste.