Ha logrado Descartes sacar del yo el mundo. Pero ¡qué mundo! Un mundo que no se parece nada a lo que llamamos mundo, porque ese mundo de ideas claras y distintas es un mundo que ha sido elaborado quitándole todo lo que nosotros generalmente llamamos mundo; quitándole las irregularidades, los colores, las complicaciones. Es un mundo de puntos, de líneas, de ángulos, de triángulos, de octaedros, de esferas que están en movimiento. Es un mundo de puras realidades geométricas; es «l'extension», «l'étendue»; es la extensión de distancias. Por eso el sistema de Descartes está montado sobre estas tres substancias: el yo pensante o pensamiento; la extensión y Dios. Dios substancia creadora, y las otras dos substancias creadas. De modo que ese mundo que ha sacado del yo es un mundo de pura substancialidad geométrica. Pero vamos poco a poco. Ese mundo de una pura substancialidad geométrica es el mundo de la ciencia moderna. La ciencia moderna parte también de ese pensamiento cartesiano. De él arranca la físico-matemática. La idea de Descartes que consiste en reducir lo confuso y oscuro a claro y distinto es la idea que consiste en eliminar del universo la cualidad y no dejar estar más que la cantidad. Y esa cantidad, sometida a medición y a ley, tratada matemáticamente por los recursos que la geometría analítica primero, luego el cálculo diferencial integral, más tarde modernamente el cálculo de vectores y toda la físico-matemática proporcionan, sometida a esas elaboraciones, produce hoy día un mundo científico que es tan extraño al mundo de nuestra intuición sensible, como ése que nos proponía Descartes. Descartes extrae del yo un mundo de puntos y figuras geométricas. Pero consulten ustedes un libro de física contemporáneo y verán qué realidades nos presenta: nos presenta una relación compuesta de ecuaciones diferenciales, integrales, de protones, de electrones, de «quantas» de energía; una realidad entre la cual y nuestra realidad vital sensible y tangible hay un abismo no menor, sino mucho mayor todavía que el que Descartes abrió entre esos dos mundos. Y es que, en efecto, el pensamiento de Descartes es el espolique que mueve todo el pensamiento científico de un lado y filosófico del otro en nuestra cultura moderna. Y Descartes, con una cohesión sistemática plausible en sumo grado, pero excesiva, con una consecuencia que no deja la menor falla en la aplicación de sus principios, prosigue adelante; topa con el problema de la vida y lo resuelve mecanizando la vida. Para Descartes los animales, los seres vivientes, son puros mecanismos y nada más que mecanismos. Pero entonces el alma humana, más allá de la vida, ¿qué es? Pues el hombre es mecanismo en todo lo que no es pensamiento puro, como cualquier animal, como este aparato. Pero tiene además pensamiento. Descartes reduce a pensamiento todas las vivencias de la psicología. Lo mismo que las ideas pueden ser claras o confusas y hay que reducir las confusas a claras, del mismo modo esas vivencias de la psicología que llamamos sentimientos, pasiones, emociones, toda la vida sentimental, todo lo que hay en nuestra alma, que no sea puro pensar, es para Descartes también pensar, pero pensar confuso, pensar oscuro.
En su teoría de las pasiones propone Descartes simplemente al hombre que estudie eso que llamamos pasiones, eso que llamamos emociones y verá que se reducen a ideas confusas y oscuras; y una vez que haya visto que se reducen a ideas confusas y oscuras, desaparecerá la pasión y podrá el hombre vivir sin pasiones que estorban y molestan en la vida.