La hipótesis del genio maligno

Esto lo expresa Descartes de una manera muy particular suya. Como Descartes es un filósofo que gusta de expresarse en términos accesibles a todo el mundo, que gusta de hablar, como decían los franceses de su época, «le langage des honnetes gens», el lenguaje de las personas bien educadas, evita en lo posible lo que él llama términos de la escuela; y para dar a entender esto que acabo yo de expresar aquí, o sea que en ningún pensamiento, por claro y distinto que sea, hay la más mínima garantía de la existencia de su objeto; para decir esto hace un rodeo algo extraño, que es la hipótesis de que algún geniecillo maligno y todopoderoso se empeña en engañarme; me pone en la mente pensamientos de una claridad y de una sencillez, de una evidencia indubitable, y sin embargo esos pensamientos, a pesar de su evidencia quizá sean falsos porque ese geniecillo todopoderoso, maligno y burlón se dé el gusto de poner en mi mente pensamientos evidentes y sin embargo falsos. Claro que ésta es una manera metafórica de hablar. Lo que quiere decir aquí Descartes es que un pensamiento no contiene nunca, en su estructura como pensamiento, ninguna garantía de que el objeto pensado corresponda a una realidad fuera del pensamiento.