La realidad como problema

Frente a esta concepción del ser, la del idealismo es radicalmente distinta; porque aun conservando la noción de cosa, cuando dice Descartes «je suis une chose qui pense», «je suis une substance pensante», aun conservando la noción de cosa (veremos más adelante la importancia y trascendencia que esto tiene), si nos fijamos en qué es esta cosa pensante, el yo pensante, nos encontramos primero con que no puede decirse que sea inteligible, como decimos de las cosas en el realismo, sino que es inteligente. El yo pensante no es, pues, algo que entre a ser contenido de conciencia, sino que es conciencia continente. Si pues el ser de los realistas es un ser inteligible, el ser de los idealistas, el pensamiento puro, el yo pensante, es un ser inteligente, es un ser pensante. Como que el acento, el subrayado, ha cambiado de sitio, y en vez de recaer sobre el objeto recae ahora sobre el acto del entendimiento o el acto pensante, por medio del cual captamos el objeto. Y si ahora el acento ha cambiado de sitio y si ahora se eleva a la categoría de ser primario, de existencia primaria ese ser inteligente, la inteligencia misma, el pensamiento mismo, entonces ¿qué va a resultar de aquí? Pues va a resultar sin duda alguna que lo que para el realismo no era problema, tiene que convertirse ahora en problema para el idealismo. Para el realismo no era problema la existencia y realidad de las cosas en el mundo, puesto que las consideraba como en sí mismas inteligibles, o sea posibles objetos de conocimiento, posibles contenidos de conocimiento. Pero ahora que lo único que indudablemente existe es el yo pensante, y el yo pensante no puede funcionar, no puede pensar si no piensa algo, ese algo pensado por el yo pensante se transforma en un problema. Porque ese algo pensado en el pensamiento y por el pensamiento, ¿existe o no existe? ¿Es meramente un término interno del pensamiento, o señala una existencia en sí misma exterior y más allá del pensamiento? He aquí interrogaciones que el realismo no podría plantearse. He aquí un problema que el realismo no puede en modo alguno proponerse. La realidad del mundo exterior, que no era problema para el realismo, se convierte en un problema, y de los más graves, para el idealismo. El idealismo ahora, como quiera que ha echado el ancla en el yo pensante, no puede salir del yo pensante para llegar a la realidad de las cosas, sin hacerlo de un modo metódico, cauteloso, y en suma, sin un esfuerzo especial por construir esa misma realidad. Dicho de otra manera: la realidad de las cosas en el realismo es dada; en cambio en el idealismo necesitará ser demostrada, o deducida, o construida. El idealista no tendrá más remedio que deducir, demostrar o construir la realidad del mundo exterior.