Los conceptos que nos conviene a todos precisar en Aristóteles se refieren a la estructura del ser. La estructura del ser se nos va a dividir para la exposición en tres problemas: primeramente, estructura del ser en general; segundo, la estructura de la substancia, y en tercer lugar, la estructura de lo que podríamos llamar la realización. Vamos a estudiar, pues, sucesivamente en el sistema aristotélico esas tres estructuras del ser en general, de la substancia y de la realización. La estructura del ser en general es un problema que ha obsesionado a Aristóteles. En diferentes pasajes de su Metafísica acomete ese problema, y lo deja luego después. Es un problema muy difícil. Aristóteles ha tenido la sensación clara de su dificultad. En un lugar, al principio de la Lógica, en el libro de las Categorías, hace esa acometida, y es quizá la acometida más fuerte que hace Aristóteles del problema del ser, como que en ese momento plantea por vez primera en la historia de la filosofía una cuestión que, desde entonces, no cesará hasta nuestros días inclusive de ser estudiada por los filósofos: la cuestión comprendida bajo este nombre de «categorías». Aristóteles quiere penetrar en la estructura misma del ser, y lo hace en diferentes lugares y con diferentes intentos en sentidos distintos. En este libro de las Categorías llega a precisar con bastante exactitud lo que él entiende por estructura del ser. El quiere encontrar aquellos puntos de vista desde los cuales podemos considerar cualquier ser, el ser en general, y pretende fijarlos conceptualmente. Pero como Aristóteles está profundamente imbuido del postulado parmenídico de la identidad entre el ser y el pensar, estos puntos de vista nuestros, desde los cuales podemos enfocar la contemplación del ser, se le aparecen inmediatamente e indistintamente como propiedades objetivas del ser mismo. Así es que las categorías van a ser, para Aristóteles, tanto directivas del pensamiento lógico, como aspectos reales, aun que generales, de todo ser en general. Vamos nosotros a empezar tomando las categorías en su aspecto lógico. Si nos encontramos ante una realidad, ante un ser, y nos preguntamos cuáles son los distintos puntos de vista desde los cuales podemos situamos para decir de ese ser lo que es, entonces hallaremos un cierto número de modos, maneras, de predicar el ser, maneras de atribuir al sujeto un predicado. La primera manera de atribuir al sujeto un predicado la llama Aristóteles «substancia». Ya conocen ustedes este término. La substancia es la categoría primera que él enumera en su lista: es el punto de vista desde el cual nos situamos para decir que algo «es»: éste es hombre, éste es caballo, éste es pez. Cuando de algo decimos que es esto o lo otro, lo que es, entonces consideramos a ese algo como una substancia, y lo que de él decimos eso es él. Pero no nos colocamos solamente en este punto de vista. Viene un segundo punto de vista. También de algo que es real podemos predicar lo mucho y lo poco. Podemos decir de un hombre que es grande o pequeño; podemos decir de un caballo que es grande o pequeño; de una colección de cosas, que son muchas o pocas. De suerte que aquí tenemos otro punto de vista desde el cual enfocamos el ser y que Aristóteles llama la «cantidad». Pero cualquier ser puede ser también enfocado desde un tercer punto de vista. Cuando hemos dicho lo que es y cuánto es, podemos también decir que es rojo, verde, noble, innoble, feo, bonito. Este es el punto de vista que llama Aristóteles la «cualidad». Luego consideramos los seres en relación unos con otros. De un ser podemos predicar igualmente que es mayor que el otro; menor que el otro; igual que el otro. A este tipo de predicación lo llama Aristóteles «relación». Podemos además ante un ser intentar determinar dónde está, y decir: está aquí o allá, en Atenas. A este punto de vista sobre cualquier ser, lo llama Aristóteles «lugar». Del mismo modo tenemos el punto de vista del «tiempo». De un ser podemos predicar cuándo es, cuándo deja e ser, cuándo fue. Podemos decir que es ahora y sigue siendo, o que ha dejado de ser. Otro punto de vista es el determinar en un ser lo que ese ser hace. Decimos de un hacha que es cortante; decimos de una semilla que germina. A éste punto de vista lo llama Aristóteles «acción». Y por último, de cualquier ser podemos también predicar, no lo que él es, sino lo que él padece, lo que él sufre: el árbol es cortado; el hombre es muerto. A este punto de vista lo llama Aristóteles «pasión». Tendremos, por consiguiente, esta lista de ocho categorías que acabo de enumerar, y que son: substancia, cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, acción y pasión. En algunos pasajes se aumenta con dos más, que desaparecen en otros pasajes, y que son la «posición», o sea el decir de un ser que está tendido, sentado, enhiesto, etc., y el «estado», que quiere decir un ser, por ejemplo, que está armado o desarmado; que está florecido o sin florecer; seco o húmedo. Estos dos últimos debieron producir en la mente de Aristóteles dificultades de carácter metafísico y lógico, porque a veces los suprime; y la tradicional lista de las categorías que encontrarán ustedes en cualquier historia de la filosofía, se restringe a las ocho que les he enumerado. El problema planteado aquí por Aristóteles por vez primera es extraordinariamente interesante. Es el problema de la estructura del ser. Ya Aristóteles considera que esta estructura del ser es, al mismo tiempo estructura del pensar; es decir, que ya Aristóteles da a las categorías un sentido a la vez lógico y ontológico. Desde el punto de vista lógico las llama predicables o predicamentos: son los atributos mas generales que se pueden hacer en la formación de juicios. Desde el punto de vista ontológico las considera como las formas elementales de todo ser; como aquellas formas que impresas en la materia, constituyen el mínimun de forma necesaria para que el ser sea. Estas dos concepciones –la ontológica y la lógica– se funden en Aristóteles; no advierte claramente que puedan separarse; no considera real, posible, el que se escindan, y que las categorías sean consideradas por unos como elementos primarios de la realidad y por otros como elementos primarios del pensamiento. La lista ofrece sin duda el flanco a un gran número de críticas. No vamos a ensañarnos con Aristóteles. Es como si quisiéramos exponer la física de Aristóteles y hacerle los reproches que cualquier alumno de cuarto año del Colegio Nacional podría victoriosamente hacerle en física. Sería cruel. Recordaré simplemente que Kant le hizo una objeción de importancia enorme, pero que está guiada precisamente por la idea propia que Kant tiene de las categorías. La objeción de Kant fue que las categorías de Aristóteles no están deducidas de un principio general, del cual fueran extraídas metódicamente, sino que están enumeradas al azar. Es cierto. Kant tiene razón. Estas categorías Aristóteles no las deduce de ningún principio; lo que hace es enumerarlas. El mismo se coloca, por decirlo así, en la actitud intuitiva del que va a predicar algo acerca del ser y él mismo va sucesivamente situándose en los distintos puntos de vista. La prueba de que no son puntos de vista deducidos, es que lo mismo pueden ser ocho o diez, faltando esos otros dos que a veces pone y a veces quita. Pero éste es un reproche que bien se puede perdonar a Aristóteles en aras de que es la primera vez que se plantea en el mundo este problema de las categorías. Otro reproche, quizá no tan liviano como éste de Kant, es el que pudiera hacérsele (y en efecto también se le ha hecho muchas veces) de que incluye entre las categorías la substancia; no sólo la incluye sino que es la primera. La substancia empero no es una categoría; la substancia no es un punto de vista desde el cual consideramos el ser, puesto que la substancia es el ser mismo; es aquello que consideramos desde diferentes puntos de vista. No es, pues, un punto de vista sobre el ser, sino que es el ser mismo. Por eso estoy seguro de que después de la clase última, cuando empecé enumerando las categorías, después de haber dicho que eran los puntos de vista sobre el ser, ustedes se quedarían sorprendidos de ver ahí la substancia. Esta es, en efecto, una falta en Aristóteles; pero es una falta muy instructiva, porque se ve que Aristóteles está al mismo tiempo guiado por la idea lógica y ontológica. Y como lo que él aspira a determinar son las estructuras elementales del ser y del pensar, al mismo tiempo encuéntrase con que lo primero que de algo puede decirse es lo que ello es: la substancia. Y entonces coloca la substancia entre las categorías. Este problema de las categorías ha de ser uno de los que nos ocupen más en las lecciones próximas venideras, porque justamente es la encrucijada en donde las tesis metafísicas del realismo y del idealismo van a separarse: la tesis del realismo considerará siempre las categorías como elementos ontológicos del ser mismo, mientras que el idealista considerará las categorías como unidades sintéticas del pensamiento, es decir, del pensamiento que constituye fuera de él la noción del ser.