La idea del bien

Todas las ideas penden de una idea superior a todas ellas, que es la idea del bien. Aquí resuena de nuevo, como un acorde que vuelve al final de la sinfonía, aquel interés moral que había sido fundamental en el pensamiento de Sócrates y que Platón también ha heredado. Para Platón, lo importante es realizar la idea del bien. Que los Estados políticos formados en la tierra por la unión de los hombres que viven en ella, sean lo mejor posible, se ajusten lo más posible a esa idea del bien. Por eso pone toda su filosofía, toda su metafísica y toda su ontología al servicio de la teoría política del Estado; porque cree que así como la idea del bien es la idea suprema que rige y manda todas las demás ideas, del mismo modo entre las cosas que existen en este mundo sensible, aquella suprema que deberá más que ninguna coincidir lo más posible con la idea del bien, es el Estado. Y dedica los dos más voluminosos diálogos que ha escrito, La República y Las Leyes, a estudiar a fondo cómo debe ser la constitución de un Estado ideal. Por cierto que encuentra, en resumen, que el Estado ideal será un Estado en donde, o los que mandan sean filósofos, o sean los filósofos los que mandan. De manera que en ese estado ideal a los filósofos los encontramos en una posición que diremos privilegiada. He aquí su error, y en esto consiste el punto flaco de su teoría política, porque los filósofos mandan muy mal. Llegamos con esto al término de lo que me proponía decir a ustedes en el día de hoy. Tenemos, creo, con la filosofía de Platón, todos los hilos necesarios para comprender la de Aristóteles. La filosofía de Aristóteles sería incomprensible si, como han querido los filósofos actuales de la escuela de Marburgo, interpretásemos a Platón como una especie de Kant de hace veinticinco siglos. Entonces Aristóteles sería incomprensible, porque lo que hizo fundamentalmente es plasmar y dar una forma arquitectónica magnífica a los gérmenes que hay en la filosofía de Platón. La filosofía de Platón no es, como creen Natorp, Cohen y los fundadores de la escuela de Marburgo, no es ni mucho menos, idealismo. Las ideas de Platón no son unidades sintéticas de nuestro pensamiento y que nuestro pensamiento imprime a las sensaciones para darles unidad y sustantividad. No, sino que para Platón, lo mismo que para Parménides, las ideas son realidades que existen, las únicas realidades que existen, las únicas existentes, puesto que las cosas que vemos y tocamos son sombras efímeras; son lo que son, indirectamente y por «metaxis» o participación con las ideas. Sólo de esta manera, comprendiendo a Platón en su auténtica realidad metafísica, sólo entendiéndolo como un realismo de las ideas, sólo así se puede entender a Aristóteles, porque lo que éste hará será dar una lógica interna a todo el sistema y traerlo, por decirlo así, de su cielo inaccesible, a esta tierra, para hacer que esas ideas, que son trascendentes de las cosas percibidas, vengan a ser inmanentes, internas a ellas. En suma, Aristóteles meterá la idea dentro de la cosa sensible. Esto es lo que hará Aristóteles y lo que veremos en la próxima lección.