En las lecciones anteriores hemos intentado verificar algunas excursiones por el campo de la filosofía, pero limitándonos a visiones panorámicas, por decirlo así, de carácter general. En nuestra primera excursión hubimos de aprovechar esa vista panorámica para delimitar en grandes rasgos el objeto general de la filosofía y los territorios de su campo. La segunda nos internó por los problemas del método; y hubimos de ver que el método principal de la filosofía es la intuición, tanto en su forma intelectual como en sus formas emotiva y volitiva, aplicando cada una de estas formas según las modalidades del objeto en cuestión. Ahora vamos a intentar una serie de excursiones por territorios filosóficos más intrincados, más difíciles. Vamos a probar durante algunos días a desbrozar un poco el campo de la ontología. Por primera vez hoy vamos a plantearnos problemas realmente de fondo. Así es que yo requiero por ello toda la atención y todo el esfuerzo de que sean ustedes capaces. Vamos a hablar, pues, de ontología. Ontología significa «teoría del ser». Las dos grandes divisiones que podemos hacer en la filosofía son la ontología y la gnoseología, la teoría del ser y la teoría del saber, del conocer. Hoy vamos a ocuparnos de algunos problemas que se plantean en la misma puerta de entrada a la teoría del ser. La ontología, en términos generales, se ocupa del ser, o sea, no de este o aquel ser concreto y determinado, sino del ser en general, del ser en la más vasta y amplia acepción de esta palabra. Lo primero que se le ocurre a cualquiera a quien le digan que una disciplina va a ocuparse de un objeto, es que esa disciplina ha de decirle lo que ese objeto es. Por consiguiente, el problema comprendido primariamente en la teoría del ser, habrá de ser éste: ¿Qué es el ser? Ahora bien, formulada de esta primera manera, la pregunta implica que lo que se pide, que lo que se quiere y se demanda, es una definición del ser; que se nos diga qué cosa es el ser.
Vamos a ver dentro de un instante la dificultad insuperable, absolutamente insuperable, de esta acepción de la pregunta. Si tomamos la pregunta en ese sentido, tropieza con una dificultad que la hace imposible de contestar. Pero no sólo puede preguntarse, ¿qué es el ser?; no sólo puede pedirse la definición del ser, sino que también podría preguntarse: ¿quién es el ser? En este caso, ya no se pediría definición del ser, sino que lo que se nos pediría es señalamiento del ser; que se nos muestre dónde está el ser; quién es. Así que, por de pronto, para mayor claridad en nuestro desenvolvimiento, vamos a concretar en estas dos preguntas el programa previo de la ontología: por una parte, la pregunta: ¿Qué es el ser?; por otra parte, la pregunta: ¿Quién es el ser?