Cuando él escribe, ella
no lo molesta. Lo deja
en su silencio. Allí pronuncia ella
la intensidad de su mano,
el sonido de su regazo en invierno
y sus puentes para inclinarse a ver
lo traído y llevado
del secreto a la infancia.
Ella martilla el poema y no
necesita ser vista.
[a Mara]