Leía libros antiguos porque
todo horizonte viene de otro
atrás. Y
del micro al macrocosmos,
de la economía familiar a
la macroeconomía, del
dolor en casa todos los días
al campo de concentración mundial,
golpeaba sus sueños con una piedra
para hacer chispa y ver algo.
Del abrebocas que busca la
palabra que no se puede decir,
un callejón de espanto sale
en medio de ausencias asombrosas.
Dijo que se vayan con la bondad a otra parte,
a los descendimientos de su falta.
Se deshojó y el otoño empezó.
Así ocurre en los días
llenos de forasteros.