Ya ni inyecciones para el cuerpo,
o el hígado en materia interrogada,
o los fantasmas ingratos. Eso hiere
al corazón irregular y se sabe
que con tanta visita del dolor
(aquél, el otro, el siempre)
el mundo duerme sin sueños.
¿La verdad está quieta en un rincón?
La aúlla un niño que mañana no existe.
Las alegrías se paran
al final de la calle y algo
ha vuelto pálida a la vida.
¿Tanto la despreciaran
el pobre ser, sus furias
en el universo sin conciencia de sí?