Lo que se pudre bien
podrido está. Gobiernos, poderes
económicos, eclesiales, políticos,
militares, académicos, artísticos, y
el precio de saberlo.
En la piel se agria el aire
de mi vecino rengo. «Adiós», me dice,
«adiós», y en la jaula del día
hay una descripción de mí mismo
diciendo adiós. Es el momento
de la cortesía entre compañeros de viaje.
Un árbol calla en la mitad del arrabal.
¿Sabe cómo usar la furia con arte?
Esta miseria, este completamente,
esta conciencia que ni sirve
para envolver café
y a pié por las palabras.