El que ama mis amores notará
que soy otro que yo. El grave ardor
de mi señora suave
es un asombro en el que estoy,
no en mí,
ni en furias sin mañana que
me despiertan cada mañana
lívidas.
¿El alma se queda sin adentro? ¿Es
la que te mira y no le queda nada?
¡En qué vacío estás, amor mío!
El cruel veneno de nuestra vida o peste
tiene pedazos que brillan
en el mercado de las miserias al sol.
En el viento y en la agua rauda conviene escribir,
no se quedan
en el país que hace monstruos.